(Enviado especial a Tel Aviv, Israel) Incontables cañones del Ejército israelí apuntan a Gaza, mientras miles de soldados ensayan sus últimos movimientos tácticos antes de iniciar el desembarco en la Franja con la misión de exterminar a Hamas. La ofensiva contra la organización terrorista apoyada por Irán aún no tiene día D: está vinculada a la evacuación de un millón de civiles que viven en Gaza y deben moverse al sur del territorio israelí. Cuando esa operación coordinada por Naciones Unidas concluya en las próximas horas, el premier Benjamin Netanyahu concederá luz verde a un raid militar que impactará en la estabilidad geopolítica de Medio Oriente.
En el sur de Israel, muy cerca de la zona de kibbutz y pequeños barrios que fueron atacados por Hamas, ayer se observaba intensos movimientos militares que anticipan la invasión a Gaza. Tropas en constante movimiento, rutas con controles policiales y una tensión en el aire que presagia desolación y muerte.
Daniel Hagari, el portavoz militar de Israel, dijo recién a los periodistas que el ejército de Israel se estaba preparando para la ofensiva principal, aunque no reveló cómo sería la operación en Gaza. “Nos enfrentamos a las próximas etapas de la guerra”,señaló. Y agregó: Estamos preparando a las fuerzas, repasando los planes, ejecutando entrenamientos”.
El campo de batalla y su lógica bélica ya están calculados. Será Gaza, los misiles que caerán sobre Tel Aviv, los ataques de Hezbollah desde el Líbano y una eventual intifada en Cisjordania. Netanyahu y su gabinete de guerra evaluaron las consecuencias domésticas e internacionales de la ofensiva contra Gaza, y concluyeron que la falta de una profunda reacción militar puede poner en jaque la existencia de Israel.
“Hamas debe morir. Sino sucede, podemos morir nosotros”, reflexionó anoche un miembro clave del gobierno israelí cuando ya no sonaban las alarmas en Tel Aviv. Y añadió: “Nosotros no iniciamos esta guerra, pero la vamos a terminar”.
La ofensiva que Netanyahu definió con su gabinete de guerra fue consensuada con la administración de Joseph Biden. Estados Unidos respalda a Israel y ya colabora en inteligencia militar y en la entrega de armamento sofisticado que será utilizado en el asalto a la Franja de Gaza.
Al otro lado de la trinchera se ubican Irán junto a Rusia y la deliberada parsimonia diplomática de China. El régimen de Teherán apoyó la masacre cometida en el sur de Israel, mientras que Vladimir Putin y Xi Jinping -por acción u omisión- han respaldado las operaciones de Hamas y sus tácticas terroristas en la región.
La ofensiva del ejercito israelí partirá desde la zona sur que flanquea Gaza y será apoyada por incursiones aéreas y operaciones ejecutadas por la Armada desde el Mar Mediterráneo. La Franja tiene 41 kilómetros de largo y 10 kilómetros de ancho, una dimensión que facilita los planes de invasión diseñados por Netanyahu y su Gabinete de Guerra.
Gaza limita con Egipto, un socio regional de Israel que se niega a abrir un corredor humanitario para evacuar a miles de palestinos asentados en la Franja. La posición de Egipto apunta a preservar su propia seguridad de Estado: no es la primera vez que comandantes y combatientes terroristas de Hamas se escapan del campo de batalla usando un corredor montado por la ONU para evacuar a civiles inocentes.
A diferencia de Egipto que adoptó una posición neutral, el Líbano se plegó a la estrategia terrorista de Irán en Medio Oriente. Hezbollah utiliza el sur del país para atacar al norte de Israel y sus misiles funcionarán en espejo con las operaciones de defensa que articulará Hamas en la Franja. Es decir: Israel atacará Gaza y recibirá una descarga de Hezbollah desde el Líbano cuando inicie la ofensiva ordenada por Netanyahu.
El día D y la hora H del ataque a Gaza es un secreto de Estado, pero ya se conocen las circunstancias previas a la ofensiva que emprenderá Israel en la Franja. El ataque no se puede demorar para no crear una sensación de debilidad política y militar ante la masacre cometida, y ese movimiento bélico aún depende de las gestiones que hace la ONU en territorio palestino para evacuar a más de un millón de civiles que Hamas libró a su suerte.
En la intersección de esas dos líneas rojas, el gobierno de Israel definirá día y hora del desembarco en Gaza. Mientras tanto, las sirenas quiebran el silencio de Tel Aviv y anuncian un futuro imperfecto en Medio Oriente.