El jueves, un bombardeo ruso contra un café y un negocio en Ucrania dejó más de 50 muertos, entre ellos un niño. Eslovaquia también fue noticia esta semana por la elección de su nuevo primer ministro, Robert Fico, de marcada tendencia rusa, quien ya anunció que cortará los suministros militares a Ucrania. Mientras tanto, del otro lado del océano, demócratas y republicanos se pelean por los paquetes para Kiev. En resumen, se puede decir que el Kremlin y su jefe, Vladimir Putin, pasaron días tranquilos, pero que podrían no extenderse en el tiempo por el avance de la contraofensiva ucraniana.
En cada acto de violencia que queda sin castigo, se acerca la posibilidad de que Rusia consolide su objetivo de promover una era de total impunidad, permitiendo que los dictadores masacren a civiles y destruyan naciones a su antojo, afirma Peter Pomerantsev en una columna para el medio británico The Guardian.
Mientras tanto, las producciones de los principales tipos de armamento en Rusia se multiplicaron en el último año, al igual que las de las armas más demandadas. En este contexto, Putin está convencido de que si puede mantener esta situación hasta noviembre de 2024 y Donald Trump gana las elecciones presidenciales en Estados Unidos, él también será ganador.
Pero todo no es color de rosas para Rusia. El país enfrenta vulnerabilidades en todos los frentes del conflicto con Ucrania, ya sea en el ámbito militar, en la búsqueda de un mundo más justo o en la lucha por la opinión pública estadounidense.
En cuanto a lo militar, vale remarcar que Rusia depende en gran medida de la tecnología occidental para desarrollar armas de alta precisión. Sus drones y sistemas de armas confían en componentes importados de los regímenes de Irán y Corea del Norte, lo que los hace susceptibles a interrupciones estratégicas. Además, actualizaciones de software importantes pueden verse ser interrumpidas, al tiempo que componentes esenciales corren el riesgo de ser saboteados. Las máquinas de guerra que representan una amenaza para la vida de los niños ucranianos pueden y deben ser desactivadas, exige Pomerantsev en su columna.
En lo que respecta a la opinión pública estadounidense, una reciente estudio realizada por Worthy Strategy Group, junto con la organización benéfica de derechos humanos Razom y la encuestadora Change Research, reveló que, a pesar de las diferencias históricas en torno a la aceptación de la participación militar de Washington desde la invasión de Irak, los ciudadanos en general consideran imperativo terminar con el asesinato de civiles. Un alto porcentaje cree que Rusia quiere un genocidio en Ucrania, por lo que acepta que el gobierno de Joe Biden se movilice para ayudar a las personas vulnerables y sus derechos humanos siempre que sea posible. Sorprende la postura de los republicanos, históricamente considerados aislacionistas, que en este caso también respaldan a la administración demócrata en ayudar a un país más débil que lucha por liberarse una brutal ocupación.
La directora y fundadora de Worthy Strategy Group, Gretchen Barton, cree que la declaración de Estados Unidos de que apoyará a Ucrania “todo el tiempo que sea necesario” es impopular debido a su falta de claridad en cuanto a objetivos concretos, según The Guardian. “No tiene objetivo. No tiene una misión clara ni un estado final. Suena a ‘guerra eterna’, como la invasión estadounidense de Irak, con todo el caos y la destrucción que trajo consigo”, declaró al medio británico.
“Los estadounidenses necesitan ver un camino hacia la victoria, en el que se detenga a matones como Putin, se estabilice el mundo y se restablezca la justicia. Los estadounidenses no quieren que esto se prolongue: quieren acabar con decisión con la máquina de matar rusa: ‘Ya basta’.”, afirmó Barton, según The Guardian.
Pomerantsev sostiene que es evidente que hay apoyo para responsabilizar a Putin y demostrar que no está por encima de la ley, a pesar de sus acciones lo largo de los últimos años. El líder del Kremlin ha estado involucrado en una serie de acciones agresivas, desde la destrucción de ciudades chechenas en 2000 hasta la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania en 2014 y luego en 2022. Pueden parecer acciones aisladas, pero en conjunto representan la interminable ambición de poder de Putin.
Sin embargo, por primera vez, quedó demostrado que el ruso no es inmune a todo. La Corte Penal Internacional (CPI) emitió en marzo una orden de arresto por cometer crímenes de guerra debido a su participación en los secuestros de niños de Ucrania. Eso le valió su negativa a viajar a Sudáfrica para participar de la cumbre de los BRICS.
Sobrevivientes sirios del ataque químico en Ghouta en 2018, perpetrado por el régimen de Bashar al Assad, aliado de Putin, visitaron Kiev hace poco. Junto con el fiscal general ucraniano, analizaron la posibilidad de crear una “red de rendición de cuentas” para perseguir a los criminales de guerra rusos en tribunales de todo el mundo. Actualmente, son muchos los países que ostentan leyes que permiten juzgar a violadores de derechos humanos y criminales de guerra, sin importar si los crímenes se cometieron en otro lugar.
De este modo, los criminales de guerra rusos pueden enfrentar juicios en América Latina, África y Asia, donde algunas jurisdicciones han otorgado a sus tribunales la facultad para poder llevarlo adelante. Según escribe Pomerantsev, la visita de los sobrevivientes sirios a Kiev dejó en claro cómo algunas víctimas de los atroces crímenes rusos están comenzando a aunar esfuerzos. Así, en lugar de marcar el comienzo de una era de impunidad, la comunidad internacional en su conjunto lucha para lograr que los autores de estos crímenes enfrenten las consecuencias de sus actos.