El papa Francisco abre este miércoles en el Vaticano la 16ª Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el punto culminante de una amplia consulta mundial sobre el futuro de la Iglesia católica, en la que quiere instaurar un funcionamiento menos piramidal.
Durante dos años, los alrededor de 1.300 millones de católicos del mundo han sido invitados a expresar su visión sobre la Iglesia y sobre cuestiones como la acogida de las personas LGBT+ y las divorciadas, la poligamia, el matrimonio de los sacerdotes, el lugar de las mujeres en la institución o la lucha contra la pederastia.
“Es un gran espacio de reflexión de la Iglesia, sobre su manera de ser y de proceder”, resume para la AFP el sacerdote italiano Giacomo Costa, secretario especial de esta asamblea.
Durante cuatro semanas, los 464 participantes, 365 de ellos con derecho a voto, se reunirán diariamente en el Vaticano, repartidos en grupos de reflexión en cinco idiomas. Entre ellos hay 54 mujeres.
El resultado de estos trabajos será entregado al papa, que podrá tenerlo en cuenta para introducir medidas en el gobierno de la Iglesia mundial.
La principal novedad en esta reunión de esta institución consultiva creada por Pablo VI en 1965 es que laicos y mujeres participarán de los trabajos y podrán votar, algo inédito descrito como una “revolución”.
“Entre los obispos hay una cultura eclesiástica. Con los laicos, esta no funcionará: no se van a contentar con buenas palabras, habrá exigencia en el procedimiento, en la voluntad de cambio, en la eficacia”, dice un veterano observador de la Santa Sede. “Han puesto sus manos en los engranajes y el próximo sínodo no podrá dar marcha atrás”, añade. “En este sentido, Francisco hace que se muevan los límites, por eso muchos tienen miedo”, afirma.
“Toma de conciencia”
Este cambio provocó reservas, incluso críticas entre algunos conservadores que ven un riesgo de desvío, como argumenta el cardenal alemán Gerhard Müller.
La asamblea general se inscribe en una reflexión a largo plazo, con una segunda sesión prevista en octubre de 2024, lo que dificulta ver impactos concretos en las próximas semanas.
“Incluso si no hay respuesta concreta, cuestiones antes consideradas como bloqueadas de antemano son actualmente llevadas a la atención de la Iglesia. Es ya un paso enorme en cuestiones delicadas”, confía una fuente del Vaticano, que destaca esta “toma de conciencia”.
“En una época no podíamos pronunciar la palabra ‘homosexual’. Ahora tenemos sobre la mesa cuestiones que conciernen a la homosexualidad”, agrega esta fuente.
“Hay cuestiones sobre las que ya estamos todos de acuerdo, como el lugar de las mujeres en la Iglesia, que debe repensarse. ¿Pero cómo? Después hay otras cuestiones en las que no estamos de acuerdo en el fondo. Habrá que preguntar a teólogos, expertos, sociólogos”, explica Giacomo Costa.
Se presta atención especial a la sensible cuestión del acceso de las mujeres a las funciones de diácono, hasta ahora reservado a los hombres, o a la ordenación de hombres casados, un asunto sobre el que el papa reculó en 2019.
Estos trabajos permitirán calibrar los equilibrios de fuerza sobre estos desafíos, especialmente en el seno de la Iglesia alemana, que ha revelado posiciones radicalmente distintas a las del Vaticano.
“No estamos para reinventar otra Iglesia. Hay que prestar atención: el diálogo no es fácil, necesitamos árbitros”, dijo a la AFP monseñor Christophe Pierre, un cardenal creado el sábado por el papa.
“Muchos llegan con sus ideas, con su agenda. De acuerdo, está bien (...) Pero esto no es un parlamento: no votaremos unos contra otros. Se trata de estar juntos”, añadió.
En una plegaria con representantes de otras confesiones cristianas en la plaza San Pedro, el papa pidió que el sínodo sea “un lugar donde el Espíritu Santo purifique a la Iglesia de las murmuraciones, las ideologías y las polarizaciones” y animó a sus participantes a “caminar juntos”.
(Con información de AFP)