La idea rusa de Putin se aproxima a su fin

El ‘Putinismo’, cuyos principios se basan en el imperialismo y el desprecio de los valores occidentales, está en decadencia y es probable que, en el corto plazo, se enfrente a sus últimos días

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La Idea rusa de Putin se aproxima a su fin (REUTERS)
La Idea rusa de Putin se aproxima a su fin (REUTERS)

El paso de Vladimir Putin por el Kremlin está plagado de referencias a la era soviética y al propio Iosif Stalin.

En reiteradas oportunidades, el período estalinista fue presentado como una época de grandeza en la que había respeto por la tradiciones imperiales y aprecio por los valores nacionales.

La reciente “operación especial” que Rusia lanzó sobre Ucrania es una clara muestra del proyecto que Putin tiene en mente para el país, con el imperialismo nacionalista estalinista como la ideología de facto de su régimen.

De todas formas, esta aspiración no será sin algunas diferencias con sus antecesores. Con una apertura a Occidente -aquel ‘decadente’ enemigo- mucho más breve que las de tiempos pasados, Putin buscará ahora construir su imperio sin modernización.

Un análisis de Andrei Kolesnikov en la publicación Foreign Affairs sostiene que la idea imperialista ya había sido reflotada en la sociedad rusa en 2014, cuando se produjo la anexión de Crimea, aunque es innegable que el país ha estado oscilando desde principios del siglo XIX entre el acercamiento y el alejamiento de Occidente y sus ideas y concepciones modernas.

Inclusive, considerando los últimos 70 años, en tres oportunidades distintas se intentó la erradicación del discurso estalinista en Rusia, sólo para que fuera reinstaurado. Detrás de estas acciones estuvieron los primeros ministros Nikita Jruschov -entre 1950 y 1960-, Mikhail Gorbachov -en la década de 1980- y el presidente Boris Yeltsin -en 1990-.

En definitiva, durante casi 50 años Rusia ha estado sumida en una lucha entre tendencias liberales y totalitarias o, en otras palabras, de desestalinización y reestalinización, con la excepción de los últimos 23 años a cargo de Putin, en los que estuvo combinado con el imperialismo antimoderno.

Durante casi 50 años Rusia osciló entre la desestalinización y la reestalinización
Durante casi 50 años Rusia osciló entre la desestalinización y la reestalinización

Y este minucioso trabajo es el que, casualmente, será difícil de romper en Rusia. Incluso con la muerte de Putin. Incluso con una derrota en Ucrania.

El cristianismo y el Imperio ruso

A lo largo de la historia rusa, la Iglesia Ortodoxa rusa y el Ejército han desempeñado papeles fundamentales en la configuración del Estado ruso.

Durante el siglo XVIII, Rusia emergió como un gran imperio, al principio sin tener en cuenta las contradicciones entre los ideales de la Ilustración europea y las prácticas autocráticas. Más tarde, a mediados del siglo XIX, nació un debate entre “occidentalizadores” y “eslavófilos” en el que los primeros abogaban por la modernización y el constitucionalismo al estilo europeo mientras que los segundos creían en la superioridad moral de Rusia y en la preservación de la autocracia.

Fue entonces que el filósofo Nikolai Danilevsky profundizó en la idea de cultural-histórica de Rusia y abogó por la resistencia a la influencia occidental, dichos de los que Putin se hizo eco durante un discurso en 2022 y en su intento por fusionar los valores conservadores y militares.

A ello se sumó Fiódor Dostoyevski, quien presentó la “Idea rusa”, que ponía al país como una potencia emergente capaz de sustituir a Occidente y que, con el correr de los años, adaptó formas más radicales con el foco puesto en el Estado como actor clave en la revitalización de la moral cristiana.

También destacó la “Tercera Roma”, que sugería que Moscú sería el sucesor legítimo de Roma y Constantinopla en el cristianismo mundial y que contribuyó al sentido de misión de Rusia en la defensa global de sus valores tradicionales.

La llegada Putin al Kremlin

Allá por el 2000, cuando Putin llegó al poder, Rusia estaba alejada de las ideas imperialistas y estaba influida por las ideas occidentales. Así, el control soviético que regía en todas las esferas lentamente se estaba desdibujando en una economía de mercado y en el estilo de las instituciones políticas predominantes en Europa y el resto del mundo.

Cuando Putin llegó al poder, Rusia estaba alejada de las ideas imperialistas y estaba influida por las ideas occidentales. Sin embargo, en los últimos 23 años, la situación cambió completamente (REUTERS)
Cuando Putin llegó al poder, Rusia estaba alejada de las ideas imperialistas y estaba influida por las ideas occidentales. Sin embargo, en los últimos 23 años, la situación cambió completamente (REUTERS)

Si bien al principio Putin apoyó la modernización basada en los principios del mercado, con el tiempo comenzó a lamentar el colapso de la Unión Soviética y fue entonces que comenzó con su búsqueda de un mayor control sobre la sociedad rusa.

En un primer momento, buscó la liberalización económica y los abundantes recursos naturales para recompensar a sus aliados, aquellos rusos leales, y reforzar el control del Estado.

Luego, al regresar a la presidencia en 2012, comenzó a desmantelar las reformas liberales, abrazando el autoritarismo y utilizando la ideología conservadora para justificar sus acciones. Poco a poco se fue convirtiendo en una voz crítica de Occidente y con gran desprecio hacia el pluralismo político y la libertad de expresión.

Más tarde, en 2014 con la anexión de Crimea, dio el primer gran giro hacia una idea más antigua de Rusia como imperio, ligada a valores espirituales y a la Iglesia Ortodoxa. En 2022, ya con un pensamiento nacionalista-imperialista ruso extremo instaurado, se valió de su confianza para sustituir a un Occidente en declive moral y espiritual con sus valores conservadores y su imperio revigorizado, y lanzó la guerra.

Claro que esto implicaba la ruptura de lazos con Occidente y la represión de la sociedad civil rusa, junto con ataques a organizaciones de derechos humanos, restricciones a diversos grupos y la promoción de valores conservadores que se vieron acentuados con la ‘operación especial’ sobre Ucrania.

A sus ojos, Ucrania es la nueva Constantinopla/Tsargrado que se desliza hacia las garras de un Occidente “satánico” que invade tierras históricas rusas y territorio eclesiástico. Inclusive, en noviembre de 2022, Dmitri Medvédev comparó las acciones de Rusia en Ucrania con una guerra santa contra Satán, reflejando la retórica cada vez más extremista del Kremlin.

Putin se afianza en el poder; sus ideas también

El régimen de Putin ha simplificado las ideas tradicionales hasta un grado extremo que derivaron en el militarismo crudo y la represión, con gran hincapié en la expansión territorial y suprimiendo la disidencia interna para santificar el Estado. Este cambio derivó en un totalitarismo híbrido, marcado por la supresión de la sociedad civil, el control de los medios de comunicación y las lecciones obligatorias de “patriotismo” en las escuelas.

Un aspecto significativo de la transformación de este régimen consistió en la eliminación de los recuerdos de las persecuciones políticas de la era soviética. Monumentos y placas conmemorativas de las víctimas de los crímenes de la era de Stalin fueron desaparecidos de todo el país, un reflejo del esfuerzo de Putin por reescribir la historia y remodelar la percepción pública.

El régimen que gobierna Rusia justifica estas acciones señalando que las víctimas eran opositores del Estado ruso y las compara con los actuales críticos de Putin.

Sin embargo, esta “Idea rusa” provocó una destrucción significativa y retrocesos económicos para Rusia, sumados a la corrupción ideológica y a la pérdida de vidas inocentes que se vieron obligadas a luchar en Ucrania y apoyar la idea de una muerte heroica por la patria, haciendo frente a la supuesta amenaza occidental que, en realidad, no existe.

El rol de Prigozhin y los aliados en el entramado de Putin

Yevgeny Prigozhin, un ladrón y defraudador convicto, supo convertirse en un empresario y aliado de Putin, funcional a su sistema.

A pesar de ser un gran aliado, la rebelión que Prigozhin lideró puso de manifiesto la naturaleza personalista de la autocracia de Putin (REUTERS)
A pesar de ser un gran aliado, la rebelión que Prigozhin lideró puso de manifiesto la naturaleza personalista de la autocracia de Putin (REUTERS)

Sin embargo, los años de amistad se vieron opacados por las diferencias sobre el desarrollo de las operaciones militares rusas y la rebelión que lideró meses atrás en el país puso de manifiesto la naturaleza personalista de la autocracia de Putin.

Durante años, Prigozhin -que murió en un extraño accidente de avión el pasado 23 de agosto- se benefició del capitalismo de Estado de Putin, recibiendo más de 1.000 millones de dólares de los contribuyentes para crear su sanguinaria milicia privada -el Grupo Wagner- al margen del control estatal.

El mercenario aspiraba a conformar una asociación igualitaria con Putin pero su falta de juicio al momento de subordinarse contra la cúpula de Moscú arruinó sus planes y hasta acabó con su vida.

Junto a Prigozhin, la Iglesia Ortodoxa Rusa se convirtió en un bastión clave del régimen y su propaganda, incluso perdiendo su mensaje cristiano.

¿El fin de Putin?

Los intentos por la fuerza del líder del Kremlin por resucitar un modelo imperialista están fracasando.

Si bien es indiscutible que su lucha está decayendo y no puede resucitar, la cuestión ahora radica en hasta cuándo los rusos seguirán apoyando el ‘Putinismo’, el mesianismo y las justificaciones del Estado para valerse del poderío militar.

Los intentos por la fuerza de Putin por resucitar un modelo imperialista están fracasando pero la cuestión radica en hasta cuándo los rusos seguirán apoyando el ‘Putinismo’ (REUTERS)
Los intentos por la fuerza de Putin por resucitar un modelo imperialista están fracasando pero la cuestión radica en hasta cuándo los rusos seguirán apoyando el ‘Putinismo’ (REUTERS)

Las pruebas son contradictorias: la rebelión de Prigozhin en 2023 tuvo poco impacto en los índices de aprobación de Putin y, aunque la sociedad rusa esté movilizada por el llamado a las filas, lo cierto es que no todos los ciudadanos participan en los combates, y las condiciones de vida siguen siendo relativamente tolerables para quienes no están en el campo de batalla.

Los rusos tienden a seguir las narrativas impulsadas por el Estado, pero la indiferencia ante las acciones del régimen puede suponer una amenaza si éste se enfrenta a un verdadero desafío. El bienestar económico sigue siendo crucial para la mayoría de los habitantes, a pesar de la glorificación de las armas y el imperio por parte del régimen.

El dominio del pensamiento oficial ha eliminado la diversidad política, en particular la supresión del liberalismo y, por ello, es posible que el fin de las acciones rusas en Ucrania no signifique el fin del ‘Putinismo’.

De todas formas, aún hay indicios de que una derrota en el campo de batalla podría allanar el camino para una nueva era de liberalización tras la marcha de Putin o que el cambio también podría venir desde dentro del sistema a través de un grupo de reformistas -aunque ello podría traer nuevas luchas por el poder-.

Lo que sí está claro es que antes de que pueda surgir un Estado ruso más constructivo, la Idea Rusa debe desvanecerse.

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