Puede haber algún matiz en cuanto a las amistades. La que se juraron en febrero de 2022 Vladimir Putin y Xi Jinping fue una “amistad sin límites”. Lo más parecido a un sacramento. Quizás, cuando la plantearon así, se referían a los “límites” geográficos de sus países, sus fronteras, a las que consideran borrosas y, sobre todo, modificables. Es por eso que apenas días después de haber sellado ese compromiso el ruso ordenó la invasión a Ucrania y el mandatario chino intensificó su acoso militar contra Taiwán.
Ambos amigos volvieron a verse en marzo de este año, en Moscú. Allí reforzaron su alianza, en la cual Beijing pretendió mostrarse ante el mundo como un intermediario posible ante Ucrania. Pero fue sólo una maniobra de distracción. El régimen chino presentó doce puntos para un cese el fuego que resultaría inconcretable. China quizás olvidó, en esa diligencia diplomática, que desde un comienzo actuó como el principal sostén económico del invasor. Una vez rechazada su oferta, prefirió seguir financiando la maquinaria bélica rusa.
Putin y Xi se reunirán nuevamente. Será en octubre en la capital china luego de varios encuentros frustrados. No pudieron en las tres oportunidades anteriores que tuvieron para hacerlo: en la cumbre de BRICS en Sudáfrica, el jefe del Kremlin prefirió ausentarse. En la reunión del G20 que organizó Narendra Modi en Nueva Delhi, en cambio, fueron ambos popes quienes coincidieron en no ir. Y lo mismo en la Asamblea General de las Naciones Unidas que se desarrolla en Nueva York: ninguno concurrirá.
Es lógico que Putin no quiera pisar Estados Unidos. Algunos dejan trascender que teme ser detenido por crímenes de guerra. La Corte Penal Internacional de La Haya emitió en marzo un mandato de busca y captura en su contra. Las acusaciones se multiplican en los tribunales europeos. Pero nadie cree que pudiera ser detenido en Nueva York. Lo más probable es que sepa que su presencia causaría más repudios que adhesiones en la Asamblea, donde debería cruzarse además con Volodimir Zelensky. El ex agente de la KGB no es un hombre que esté acostumbrado a las incomodidades.
Xi Jinping, en cambio, no comunicó oficialmente los motivos de su faltazo. Tal vez no quiera verse todavía con Joe Biden. También está sobre la mesa una hipótesis planteada en esta columna una semana atrás: la reconfiguración de la diplomacia china. Las ausencias de Putin son entendibles en un marco judicial y de guerra, pero ¿las del pope de Beijing?
En las últimas horas, las noticias económicas continuaron minando la recuperación de la economía china. Sus grandes empresas constructoras e inmobiliarias atraviesan momentos delicados que arrastran al resto de la industria y la salud financiera de la nación. Pese a estos números, aumentó el bullying militar contra Taiwán. Las últimas 48 horas fueron frenéticas, con récord de aviones atravesando temerariamente el límite del estrecho que separa el continente de la isla. En ese lapso se detectaron 158 aviones cazas y 16 buques de guerra. ¿Qué falta para un error de cálculo fatal? China está generando chispas en un mar de combustible.
Ese mar confrontaría a varios países si la llama se encendiera. Entre ellos Estados Unidos. El general Mark Milley, Jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano señaló que si el régimen de Beijing intentara ahora una invasión a Taiwán sería “un grave error estratégico”. Y se mostró confiado al ser consultado sobre si su país podría repeler y frustrar el ataque chino: “Es completamente posible”. “Militarmente, creo que China cometería un grave error estratégico si intentara atacar para apoderarse de la isla de Taiwán. Por cierto, no es la única opción. Pero atacar y apoderarse de la isla de Taiwán es un listón muy, muy alto. Es la más compleja de todas las operaciones”, dijo Milley en una entrevista con CNN.
Semanas atrás, Xi instó a sus tropas a prepararse y capacitarse. Quizás no las vea a punto. ¿Será ese el motivo de la desaparición de escena del ministro de Defensa Li Shangfu? Se cree que conjuntamente a su defenestración se ejecute una nueva purga militar en el Ejército Popular de Liberación. Llegarán oficiales más afines a Xi Jinping y sus ideas expansionistas.
Mientras acomoda piezas internas -militares, diplomáticas y económicas-, China envió a Moscú a Wang Yi -su canciller- a una reunión de cuatro días con su par ruso, Sergei Lavrov. Cuatro días. Parece bastante. Tendrán mucho que discutir, se ve. El viaje consiguió una amplia difusión en Beijing. Global Times dio gran cobertura y anticipó allí la cumbre venidera entre Putin y Xi.
Esta reunión entre cancilleres se conforma después del encuentro que Wang mantuvo con Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional de Biden el fin de semana. Con su homólogo ruso hablarán de “seguridad estratégica”. “Se espera que discutan la crisis de Ucrania, cuestiones de seguridad en Asia-Pacífico y diversos aspectos de la cooperación bilateral”, remarca Global Times, órgano difusor del Partido Comunista Chino (PCC). Y añade: “La colaboración entre China y Rusia en plataformas bilaterales y multilaterales tiene como objetivo promover la democratización del orden internacional y apoyar el multilateralismo”.
Durante cuatro días, ambos regímenes intentarán sacar el foco de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tendrán para ello voceros en Nueva York. Seguramente con anuncios de todo tipo, querrán instalar la idea de un nuevo orden mundial. Uno donde los derechos humanos y la democracia puedan ser dejados de lado. Como también las fronteras.
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