Xi Jinping decidió desairar al primer ministro de la India Narenda Modi. Lo hizo a su estilo, sin dar explicaciones. Pocos días antes ambos habían compartido otra cumbre en Sudáfrica, la de los países que conforman el llamado BRICS. Ese heterogéneo bloque pretendió mostrarse sólido ante el mundo, como una alternativa a un nuevo orden mundial. Pero ni Xi ni Modi parecerían haber quedado en buenos términos. El futuro de ese grupo de naciones parece brumoso.
¿El desencuentro fue por una referencia hecha en Johannesburgo sobre los límites en el Himalaya? Existen quienes especulan que fue eso lo que provocó que el jefe del régimen chino decidiera faltar al G20. Pero no está claro. Beijing no dio un argumento sobre la sonora ausencia en Nueva Delhi y alimentó el rumor sobre un enojo del líder comunista. En lugar de Xi, sobre la hora viajó el premier Li Qiang. Al menos fue alguien.
Sin embargo, algunas de las razones al desplante las habría dado un think tank ubicadobasado en Beijing y vinculado a los servicios de espionaje. El Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas (CICIR) cuestionó severamente las intenciones de Modi al organizar el G20. Xu Qin, uno de los analistas de esa organización ligada al estado, escribió que “además de causar agitación diplomática y en la opinión pública, las acciones de India al acoger reuniones en territorios en disputa sabotearon la atmósfera de cooperación del G20, obstaculizando la consecución de resultados sustantivos”.
El CICIR también planteó que había sido una ofensa que India -y Modi, particularmente- hablara en reuniones preparatorias del G20 y ante la prensa sobre “la trampa de la deuda” a la que estaban cayendo muchos países en desarrollo. En ninguna ocasión el gobierno indio mencionó a China. La admisión habla por sí.
Estas explicaciones, empero, resultan difíciles de creer como los motivos que condujeron a Xi Jinping a ausentarse. ¿Excusas, tal vez? En su queja publicada en la plataforma WeChat, Xu hace mención a algunas de las 220 reuniones previas que se hicieron a la cumbre en Nueva Delhi y a entrevistas que dio el primer ministro indio sobre deudas tóxicas. Al parecer, Beijing se indignó a último momento por asuntos pasados. Tiempos imperiales.
Financial Times, en un artículo firmado por Joe Leahy, indicó que quizás el faltazo responda a una nueva etapa en la diplomacia china. “Esto podría ser, sin duda, el comienzo de la retirada de Xi de la enérgica diplomacia que caracterizó su primera década en el poder”, señaló al diario británico Neil Thomas, investigador del Asia Society Policy Institute. Pero esto podría desconectar a Xi del resto de los líderes mundiales, cree el analista, y volver a China más inflexible en algunas negociaciones. ¿Xi pretende aislarse?
El giro del jefe del régimen es llamativo en momentos en que quiere extender su influencia al resto del planeta. Quizás busque la manera de enfocarse en solucionar los graves problemas económicos que enfrenta, a los que hasta ahora la conducción del Partido Comunista Chino (PCC) parece ignorar. A tal punto que Global Times, uno de los órganos propagandísticos, señala que lo que muchos ven con alarma en verdad son sólo “rumores” y que los números de la economía están más saludables que nunca.
En ese contexto de negación, Xi pasó revista a las tropas. Les pidió mayor preparación para afrontar eventuales combates y aún más compromiso con el PCC. Fue llamativo que esa arenga al 78 Batallón fuera hecha sin la presencia de su ministro de Defensa, Li Shangfu. El militar lleva más de 11 días sin mostrarse en actos públicos, un clásico del disciplinamiento que comparten tanto Beijing como Moscú. ¿De qué deberá arrepentirse cuando reaparezca nuevamente?
En tanto, la llama bélica continúa encendiéndose. Cuatro buques chinos estuvieron a pocos metros de embestir a barcos de la Guardia Costera de Filipinas en el disputado Mar Meridional. Del accionar también participaron embarcaciones irregulares a las órdenes del régimen. Son barcos “pesqueros” listos para cualquier actividad. Están en todo el mundo. La otra Armada de Xi. Efectuaron un bloqueo agresivo y peligroso que provocó la comprensión del gobierno de Taipei, otro estado víctima del acoso imperial. “Taiwán y Filipinas deben apoyarse mutuamente, ya que juntos somos más fuertes”, dijo el Ministerio de Exteriores en un comunicado. La solidaridad entre los países vecinos a China se acelera.
La chispa que provoque una explosión parece demasiado cerca.
El portaaviones chino Shandong -con 22 cazas- fue localizado navegando este martes para unirse a otros 20 buques de guerra entre Taiwán, Filipinas y Guam en el Océano Pacífico, dijeron dos funcionarios de seguridad asiáticos. Guam es una pequeña isla que pertenece a los Estados Unidos. Otra vez la chispa que acecha da vueltas. La cancillería taiwanesa advirtió que Beijing debería dedicar sus recursos a resolver los problemas de su pueblo en lugar de amenazar a otros países.
En ese contexto, y aprovechando el largo viaje a Nueva Delhi, Joe Biden hizo una parada en Vietnam. Resultó un viaje clave. No fue sólo a visitar un memorial en homenaje a John McCain en Hanoi. Estrechó lazos estratégicos y comerciales. La cooperación militar entre ambas naciones, crece. Se espera que Xi Jinping, preocupado, viaje en las próximas semanas a la capital vietnamita para equilibrar la presencia norteamericana. El problema de Beijing es que Vietnam también siente su acoso permanente, como los demás vecinos.
Quizás Biden haya logrado cerrar una muralla que contenga a una China cada vez más amenazante y aislada. Sólo resta prestar atención a las palabras de Frank Kendall, secretario de la Fuerza Aérea norteamericana, quien emitió este lunes un perturbador pronóstico en la inauguración de la Air & Space Conference que se desarrolla en Maryland: “Hoy la información no puede ser más clara. Cualesquiera sean sus intenciones reales, China se está preparando para una guerra, y específicamente para una guerra con los Estados Unidos”.
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