Cómo Moldavia, el país más pobre de Europa, podría convertirse en líder de la revolución verde en la región

Mientras sus vecinos concentran los esfuerzos en repeler los ataques con misiles y drones, Chisináu aprovecha la debilidad de Rusia para fortalecerse y ponerse al frente de la carrera en energía verde en la región

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Moldavia, el país más pobre de Europa, podría sacar provecho de la guerra en Ucrania y liderar en la región (REUTERS)
Moldavia, el país más pobre de Europa, podría sacar provecho de la guerra en Ucrania y liderar en la región (REUTERS)

Moldavia es uno de los pequeños países que limita con Ucrania. Tiene poco más de 2,5 millones de habitantes aunque la gran mayoría de ellos vive en condiciones deplorables: se trata del país más pobre de Europa. Pocas veces se escucha hablar de él.

Sin embargo, los próximos años podrían ser clave para la nación de Maia Sandu que, si sabe aprovechar el momento, podría conducir al país a convertirse en el líder de la revolución verde en la región.

Los ataques de Rusia sobre Ucrania, que dejaron a gran parte del país en las ruinas, generaron un fuerte compromiso de la comunidad internacional por apoyar su reconstrucción. Ya sea mediante capitales privados o por medio de organizaciones y envíos estatales, no caben dudas de que, una vez finalizado el conflicto bélico, miles de millones serán destinados a esta causa.

Y es casualmente la llegada de estos capitales extranjeros a la zona lo que podría ayudar a Moldavia a convertirse en el primer país verdaderamente verde en el continente.

Chisináu (capital de Moldavia) es, según la Agencia Internacional de Energía, una de las naciones con menor autosuficiencia energética en el mundo. En otras palabras, depende totalmente de las importaciones de energía, siendo del 100% en el caso del gas natural y del 99% en el caso del petróleo.

A su vez, la compañía Moldovagaz -cuya propiedad es en un 51% de la estatal rusa Gazprom- cuenta con el monopolio del gas en el país y delega en el Kremlin gran poder sobre uno de sus sectores clave. A lo largo de los años, Moscú ha utilizado esta influencia para su beneficio.

Moldovagaz es propiedad, en un 51%, de Gazprom, lo que da gran poder al Kremlin sobre el país (REUTERS)
Moldovagaz es propiedad, en un 51%, de Gazprom, lo que da gran poder al Kremlin sobre el país (REUTERS)

Por ejemplo, Gazprom denunció que Moldavia le debe USD 800 millones, incluso luego de las auditorías que el Ejecutivo local realizó el pasado septiembre y que expusieron que no existen tales pagos pendientes.

También, como suele ocurrir con regímenes como el de Putin, Moldavia quedó anclado a Moscú, incluso a pesar de cesar la compra de su gas. Moldovagaz tiene vigentes contratos por cinco años con Gazprom, con condiciones muy desventajosas y que difícilmente puedan romperse.

A eso hay que agregarle que en su territorio sólo tiene una central eléctrica, en la región separatista de Transnistria, apoyada por Rusia.

Está claro, entonces, que el país necesita con urgencia una reconversión que le permita la independencia del Kremlin y de cualquier otro proveedor de hidrocarburos. La gran pregunta es, sin embargo, cuál es la ventaja de Moldavia frente a otras potencias europeas, que podría contrarrestar estos obstáculos y ayudarlo en la carrera.

La respuesta es muy simple. Mientras naciones como Alemania o Polonia tienen que desmantelar sus masivos sistemas de energía -dependientes principalmente del gas y el carbón-, Chisináu sólo debe concentrarse en construir. Puede empezar de cero.

Moldavia tiene la ventaja de que, mientras naciones como Alemania o Polonia tienen que desmantelar sus masivos sistemas de energía, Chisináu sólo debe concentrarse en construir (REUTERS)
Moldavia tiene la ventaja de que, mientras naciones como Alemania o Polonia tienen que desmantelar sus masivos sistemas de energía, Chisináu sólo debe concentrarse en construir (REUTERS)

Para eso necesitará capitales de los que no dispone pero que podrían llegarle fácilmente, una vez que los ojos del mundo se posen en la región para ayudar a Kiev a recomponerse.

Otro aspecto favorable para el país es su demanda energética, que es casi nula.

Registros oficiales mostraron que su consumo total per cápita es de aproximadamente la mitad de la media europea, con 1,5 toneladas de petróleo, 3.000 millones de metros cúbicos de gas natural y apenas 2.000 KWh de electricidad por año.

Sustituir estas bajas cantidades por fuentes renovables o limpias resulta en una tarea mucho más sencilla de abordar que en territorios más extensos y con mayor demanda. Un solo parque solar o eólico de 300 MW podría independizar a 300.000 hogares del carbón.

Algunos países como Estados Unidos ya se percataron de esto y lideran las asistencias al país en esta materia.

Washington envió el último año unos USD 40,5 millones destinados a fondos de energía y otros USD 30 millones “para ayudar a paliar la crisis energética”. En 2023, las transferencias continuaron, con el anuncio en febrero de otra asistencia adicional por USD 300 millones.

El Banco Mundial y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo se sumaron a este proyecto con financiamiento propio.

La baja demanda energética en el país permite que un solo parque solar o eólico independice a 300.000 hogares del carbón (REUTERS)
La baja demanda energética en el país permite que un solo parque solar o eólico independice a 300.000 hogares del carbón (REUTERS)

Con el apoyo de capitales privados, Chisináu bien podría alcanzar su meta de ser neutro en carbono para 2035 y librarse de la dependencia rusa.

No obstante, la iniciativa trae aparejados algunos desafíos que podrían dificultar el avance del proyecto.

Moldavia es un país con serios problemas de corrupción, lo que explica que durante años no se hayan encabezado esfuerzos por limitar el dominio de Gazprom.

La presidente Maia Sandu, que asumió el cargo a finales de 2020, manifestó su voluntad por poner fin a esto y en junio contrató al ucraniano Andriy Kobolyev para que, al igual que hizo en su país, le diseñe un plan con el que independizarse del gas ruso.

De todas formas, y sin una razón clara, Sandu también se ha mostrado reacia a la llegada de inversiones privadas sobre el sector energético. Esto deja al país atado casi en su totalidad a los esfuerzos de otras naciones para que, a su voluntad, contribuyan con la causa a la vez que lo deja vulnerable a los problemas del exterior y a las alianzas políticas que pueden hacerse o deshacerse con los respectivos cambios de gobiernos.

Maia Sandu lidera este proyecto que podría ayudar al país a librarse de Rusia, mejorar su situación interna y hasta acelerar su entrada en la Unión Europea (REUTERS)
Maia Sandu lidera este proyecto que podría ayudar al país a librarse de Rusia, mejorar su situación interna y hasta acelerar su entrada en la Unión Europea (REUTERS)

Los antecedentes de empresas energéticas privadas en el país también tienen un rol central en el debate y podrían ser determinantes en los planes de inversores externos.

Los registros de los últimos 20 años expusieron que las compañías que apostaron por Moldavia acabaron, en su mayoría, con litigios o pérdidas.

La española Gas Natural Fenosa, que fue el mayor proveedor y distribuidor de electricidad en el país, se enfrentó con el Gobierno en una disputa por las tarifas que le resultaron en pérdidas por más de USD 110 millones.

Rotalin Gas Trading siguió la misma suerte y se encuentra ahora en un juicio similar ya que en junio el organismo regulador local autorizó a Moldovagaz a cobrar precios más altos que los privados.

Esto, de todas formas, no sería una cuestión difícil de resolver. Por el contrario, la vuelta atrás sobre la regulación y la resolución de estos litigios podrían mostrar al mundo una estructura reguladora más atractiva para los bolsillos del exterior. Inclusive, podrían ofrecerse incentivos a quienes apuesten en el sector.

Moldavia está, en definitiva, frente a una oportunidad sin precedentes para alejarse de Rusia, mejorar su situación interna y hasta acelerar su entrada en la Unión Europea. El futuro limpio y verde es posible en Chisináu, sólo hacen falta algunos pequeños ajustes.

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