Pocas cosas estaban fuera del alcance del multimillonario magnate egipcio Mohamed Al-Fayed, fallecido a los 94 años. Se compró hoteles, yates y un club de fútbol con facilidad, pero nunca obtuvo el reconocimiento que ansiaba.
La fatídica relación de su hijo Dodi con la princesa Diana podría haber sido el momento en que Fayed se ganó por fin la aceptación de la élite del “establishment” británico.
En cambio, marcó su distanciamiento permanente tras insistir -sin pruebas- en que el príncipe Felipe, marido de la reina Isabel II, había ordenado el accidente de coche de París en el que murieron Diana y Dodi para evitar que ella se casara con un musulmán.
Fayed vivió la mayor parte de su vida en Gran Bretaña, donde durante décadas nunca estuvo lejos de los titulares. Pero, para su frustración, nunca obtuvo la nacionalidad británica ni fue admitido en las altas esferas de la sociedad británica.
Fayed será recordado sobre todo por su carácter franco y a menudo malhablado, su venganza contra el Partido Conservador, su polémica compra de los grandes almacenes Harrods y su propiedad del club de fútbol Fulham y del hotel Ritz de París.
Con un imperio empresarial que abarcaba los sectores naviero, inmobiliario, bancario, petrolero, minorista y de la construcción, Fayed fue también un filántropo, cuya fundación ayudó a niños del Reino Unido, Tailandia y Mongolia.
Su don para la autoinvención -añadió el prefijo “Al-” a su apellido y un informe del gobierno británico de 1988 calificó de “completamente falsas” sus afirmaciones sobre su ascendencia adinerada- llevó a segmentos de la prensa británica a apodarle el “Falso Faraón”.
Orígenes humildes
Lejos de ser el vástago de una dinastía de barones del algodón y el transporte marítimo, Fayed era hijo de un pobre maestro de escuela alejandrino que, tras una primera aventura vendiendo limonada, se dedicó a vender máquinas de coser.
Más tarde tuvo la suerte de empezar a trabajar para el traficante de armas Adnan Khashoggi, que reconoció sus habilidades comerciales y le empleó en su negocio de exportación de muebles en Arabia Saudí.
A mediados de los sesenta se convirtió en asesor del sultán de Brunei y en los setenta se trasladó a Gran Bretaña.
Fayed compró el Ritz en 1979 con su hermano, y seis años después se hicieron con Harrods, tras una larga y amarga batalla con el empresario británico Roland “Tiny” Rowland.
Una investigación gubernamental posterior sobre la adquisición, publicada oficialmente en 1990, concluyó que Fayed y su hermano habían mentido sobre su riqueza y sus orígenes para asegurarse la adquisición.
Calificaron las afirmaciones de injustas. Cinco años después, su primera solicitud de ciudadanía británica fue rechazada.
La venganza no se hizo esperar. Poco después, Fayed declaró a la prensa que había pagado a diputados conservadores para que hicieran preguntas en el Parlamento en su nombre.
Esto derribó a dos políticos prominentes, mientras que Fayed también expuso la implicación del ministro del Gabinete Jonathan Aitken en un acuerdo de armas saudí.
Aitken fue posteriormente encarcelado por perjurio y pervertir el curso de la justicia.
La tragedia de París
La tragedia que definió la vida de Fayed se produjo en agosto de 1997: Dodi y la princesa Diana murieron cuando un coche conducido por uno de los empleados de Fayed, el chófer Henri Paul, se estrelló en un túnel de carretera de París.
Durante años, Fayed se negó a aceptar que las muertes se debieran al exceso de velocidad y a la intoxicación de Paul, que también falleció.
El angustiado Fayed acusó a la familia real de estar detrás de las muertes y encargó dos monumentos conmemorativos a la pareja en Harrods.
Uno de ellos, inaugurado en 1998, era una pirámide kitsch con fotos de Diana y Dodi, una copa de vino supuestamente de su última cena y un anillo que, según él, su hijo compró para la princesa.
La otra, una estatua de cobre de la pareja soltando un albatros, se titulaba “Víctimas inocentes”, un reflejo de su opinión de que Dodi y Diana “fueron asesinados”.
Las demandas de Fayed contra la familia real tuvieron un precio.
Harrods perdió una orden real otorgada por el príncipe Felipe en 2000, tras lo que el palacio de Buckingham calificó de “declive significativo en la relación comercial” entre el príncipe y la tienda.
Ese mismo año, Fayed ordenó la retirada de todas las órdenes reales restantes -un sello real de aprobación- para abastecer a la reina, a la reina madre y al príncipe Carlos, el actual rey Carlos III.
A la clase dirigente “no le gusta mi franqueza y mi determinación por conseguir la verdad”, dijo, cuando anunció su exilio a Suiza en 2003 a causa de sus afirmaciones y de lo que calificó de trato “injusto” a manos de las autoridades fiscales.
Éxito deportivo
Fayed vendió Harrods en 2010 al brazo inversor del fondo soberano de Qatar por 1.500 millones de libras (2.200 millones de dólares), aunque en una ocasión se dijo que quería permanecer allí incluso muerto.
En 2002 declaró al Financial Times que quería que su cuerpo se expusiera en un mausoleo de cristal en el tejado de Harrods “para que la gente pudiera venir a visitarme”.
A pesar de su paranoia, secretismo y excentricidades, el éxito de Fayed con los prestigiosos grandes almacenes fue innegable.
En una década, las ventas aumentaron un 50% y los beneficios pasaron de 16 a 62 millones de libras.
También triunfó en el Fulham, al que transformó de un equipo en apuros en uno de primera división. Pero incluso aquí fue ridiculizado y acabó vendiendo.
En 2014 afirmó que habían descendido porque se había retirado una estatua gigante de Michael Jackson que él había encargado fuera del estadio.
Los críticos, dijo característicamente, “pueden irse al infierno”.
Según la lista Forbes de multimillonarios del mundo, Fayed valía 1.900 millones de dólares en noviembre de 2022.
(Con información de AFP)