Una defensa feroz y una luz al final del túnel en tiempo de descuento

Ucrania desplegó con éxito una ofensiva en el sur del país donde pudo penetrar las defensas invasoras. Su objetivo, sin embargo, tiene que acelerarse

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FOTO DE ARCHIVO: un miembro
FOTO DE ARCHIVO: un miembro de una unidad de defensa aérea de la guardia fronteriza ucraniana permanece en su posición en una línea del frente, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en la región de Donetsk, Ucrania el pasado 9 de agosto (Reuters)

Feroz resistencia enemiga”. Estas fueron las tres palabras que brotaron de la boca de la viceministro de Defensa de Ucrania, Hanna Maliar. Fue cuando graficó el dramatismo vivido al informar que las líneas rusas en el frente sur del país habían sido penetradas y que su país había recuperado Robotyne, al sur Zaporizhia. Kiev se ilusiona: podría ser el comienzo de hacer pie, nuevamente en el Mar de Azov, a unos 100 kilómetros al sur de ese pueblo. Pero para que eso ocurra aún falta que corra demasiada sangre.

Serán semanas durísimas -como hasta ahora, desde luego- para poder internarse aún más en el sur ucraniano. Es que el mando militar invasor desplegó tropas de la 76ª División de Asalto Aéreo de la Guardia Rusa para reforzar las posiciones cerca de ese pueblo clave. Son, en su mayoría, hombres entrenados. Las batallas se anticipan cruentas. El Kremlin no puede permitir que las fuerzas ucranianas partan en dos su frente sur. ¿Otro Bakhmut alrededor de Robotyne?

Los mapas elaborados por el Institute for the Study of the War -un think tank norteamericano dirigido por Jack Keane, un general retirado con dilatadísima experiencia- muestran que las fortificaciones rusas alrededor de ese área son cada vez más. Se multiplican. Es lo que hace recurrentemente el mando militar conducido por el ministro de Defensa Sergei Shoigu, el archienemigo de Yevgeny Prigozhin, el jefe de los mercenarios del Grupo Wagner muerto el 23 de agosto en extrañas circunstancias cuando volaba de Moscú a San Petersburgo.

Mapa del avance ucraniano en
Mapa del avance ucraniano en Robotyne, a 100 kilómetros del Mar de Azov. La zona celeste muestra territorio recuperado por Ucrania (Institute for the Study of the War)

Shoigu y la cúpula militar repitieron esa táctica cada vez que vieron que un punto clave o emblemático se veía amenazado. Trasladaban a diferentes frentes a las tropas de elite para fortalecer posiciones comprometidas. Al sur de Robotyne, en la región de Zaporizhia, la escena se revive nuevamente. Las fuerzas más preparadas de los invasores deben salir al rescate de las divisiones menos entrenadas y armadas del ejército de Vladimir Putin. Esto está generando una inesperada situación: esas formaciones empiezan a sentir el desgaste de 551 días de invasión. No sólo cansancio, sino gran cantidad de bajas lastiman su moral, su performance y su capacidad de despliegue.

Esto implica otro problema para las tropas rusas. Si las Divisiones de Asalto se ven cada vez más dañadas y son utilizadas sólo para defender trincheras y fortificaciones en el este y el sur de Ucrania, significa que será casi imposible que Shoigu pueda renovarlas para pensar una nueva ofensiva en el futuro cercano para ganar territorio. ¿Abandonó Putin el deseo de avanzar? Quizás el deseo lo abandonó a él.

El deterioro de estas fuerzas debilitará probablemente la capacidad de Rusia para mantener operaciones defensivas complejas y casi con toda seguridad perturbará cualquier intento ruso de reanudar operaciones ofensivas a escala, que han dependido predominantemente de una infantería relativamente de élite de la que Rusia carece ahora”, señala el instituto de Keane.

A esta situación se suma otro punto preocupante para el Kremlin: con el ¿asesinato? de Prigozhin y del resto de la cúpula de Wagner, esos mercenarios con experiencia para asumir misiones desgastantes -y suicidas- no serán de la partida. Anton Yelizarov, Lotus, sería el nuevo mandamás del grupo contratista fue el cerebro de la sangrienta defensa de Bakhmut. Sin embargo, por el momento se desconoce si aceptará el destino de su anterior patrón. Como Prigozhin, coincidía en que la cúpula militar rusa enviaba al matadero a sus soldados: sin preparación, alimentos, armas ni municiones. Hará falta mucha voluntad, dinero y armamento para llevarlos de nuevo al frente. Pero esos tres elementos escasean en Moscú.

A este panorama se suma la cada vez más precisa hostilidad ucraniana en tierra rusa. Los drones que impactan en oficinas militares y de funcionarios llegan cada vez con mayor frecuencia a la capital. A eso se añade la cantidad de incendios, explosiones y sabotajes en guarniciones y fábricas proveedoras del ejército de Putin. Las versiones rusas son grotescas: dicen que los siniestros se producen en depósitos de fuegos artificiales, de ahí la magnitud de las nubes de humo que suelen observarse.

La artillería ucraniana, además, acosa Crimea. El terror en la península es absoluto: si Ucrania consigue llegar al Mar de Azov cortará en dos el suministro por tierra a ese territorio anexionado en 2014. Sólo le quedará el puente del estrecho de Kerch, aquel que sufrió todo tipo de interrupciones por explosiones.

Pero el reloj corre también para Kiev. Van casi tres meses desde que se anunciaron los primeros movimientos de la esperada contraofensiva y los avances no fueron los que se esperaban. Las defensas rusas fueron efectivas y detuvieron el ímpetu inicial. Ahora parece que el éxito podría estar al alcance de la mano, con un golpe clave. Sin embargo, quedan entre 45 y 60 días claves hasta que comiencen las lluvias y la temperatura comience a bajar significativamente. A partir de noviembre o diciembre, será poco lo que pueda lograrse.

Twitter: @TotiPI

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