Cómo los mercenarios del grupo Wagner pasaron de luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania a rebelarse contra el Kremlin

En medio de fuertes tensiones con el Ministerio de Defensa ruso, Yevgeny Prigozhin, líder de la organización paramilitar, inició el 23 de junio una revuelta armada en territorio ruso que duró menos de un día. Pasó de ser el “chef de Putin” a poner en jaque al jefe del Kremlin

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El 23 de junio el grupo Wagner inició una rebelión contra el Kremlin (Press service of "Concord"/Handout via REUTERS)
El 23 de junio el grupo Wagner inició una rebelión contra el Kremlin (Press service of "Concord"/Handout via REUTERS)

El 20 de mayo del 2023, el líder del grupo mercenario Wagner, Yevgeny Prigozhin, grabó desde Bakhmut un video que pronto se volvería viral. La ciudad ucraniana, asediada por las tropas rusas y que supo albergar a unas setenta mil personas, estaba casi abandonada después de meses de bombardeos. “Hoy, a las doce del mediodía, Bakhmut fue tomada por completo”.

Un artículo de The New Yorker indaga en cómo Prigozhin utilizó la guerra en Ucrania para elevar su perfil, y pasar de luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania para rebelarse contra el Kremlin.

El líder convirtió a esta organización de mercenarios en la fuerza de combate más destacada del país, un ejército privado compuesto en su mayoría por soldados reclutados en las prisiones rusas. Su victoria en Bakhmut aumentó su popularidad, al punto de que, en una encuesta de junio, Prigozhin obtuvo un índice de aprobación del 60%, mientras que el 19% de los encuestados dijo que estaría dispuesto a votar por él como presidente.

A medida que fue incrementado su poder, comenzó a criticar abiertamente a altos funcionarios de Moscú, en particular a Sergei Shoigu, ministro de defensa, y a Valery Gerasimov, jefe del estado mayor general, a quienes acusó de retener municiones de artillería a Wagner.

Pero Shoigu no se mantuvo con los brazos cruzados, e implementó una regulación que exigía que todas las “unidades de voluntarios”, incluido Wagner, firmaran contratos con el Ministerio de Defensa antes del 1 de julio, perdiendo así su autonomía y cayendo bajo el mando del Ejército ruso.

Prigozhin permaneció desafiante, pero la decisión, con el respaldo de Putin, lo puso en un lugar imposible. Sin embargo, la intensidad de sus ataques aumentó. Dijo que Shoigu y otros altos líderes militares, junto con la oligarquía rusa, eran “basura mentalmente enfermos” que habían llevado a Rusia al desastre en Ucrania.

Pero aún más impactante, cuestionó la base misma de la guerra: “El Ministerio de Defensa está tratando de engañar al público y al presidente y tergiversar la historia de que hubo niveles insanos de agresión del lado ucraniano y que iban a atacarnos, junto con todo el bloque de la OTAN“.

La noche del 23 de junio, Prigozhin anunció una “marcha por la justicia”. Una marcha que se transformó en un motín armado contra la alta jerarquía del Kremlin. Fue el levantamiento más dramático en Rusia desde agosto de 1991, cuando los líderes de la KGB, el Ministerio de Defensa y el Partido Comunista pusieron al presidente soviético, Mikhail Gorbachov, bajo arresto domiciliario y tomaron el poder.

Putin calificó las acciones de Wagner de “traición”, “una subversión desde adentro”, “una puñalada por la espalda”. Menos de 24 horas después de iniciada la incursión armada en territorio ruso, Prigozhin anunció que temía “que podría derramarse sangre” y detuvo la rebelión.

Según los informes, el dictador bielorruso, Alexander Lukashenko, negoció un trato entre Prigozhin y el régimen dr Putin. Las fuerzas de Wagner se unirían al Ministerio de Defensa, se disolverían o se trasladarían a Bielorrusia, y se retirarían los cargos contra Prigozhin.

Prigozhin pasó de luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania para amotinarse contra el Kremlin (Servicio de Prensa de Prigozhin vía AP)
Prigozhin pasó de luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania para amotinarse contra el Kremlin (Servicio de Prensa de Prigozhin vía AP)

Inicialmente, Wagner no estaba incluido en los planes de Rusia para invadir Ucrania. Un alto funcionario de inteligencia ucraniano dijo al New Yorker que los líderes del Kremlin “pensaron que capturarían rápidamente Kiev, mantendrían intactos los edificios y la infraestructura del gobierno y simplemente tomarían el control y administrarían el país”. Para una misión supuestamente rápida, no necesitas mercenarios, pensaron. Pero cuando el avance ruso se estancó, en la primavera de 2022, el Kremlin retiró las unidades rusas de los alrededores de Kiev y redobló los esfuerzos para tomar territorio en el Donbas.

Según el artículo del medio estadounidense, el ejército ucraniano vio por primera vez a los combatientes de Wagner en la batalla de Popasna, un importante cruce ferroviario en la región de Lugansk. Después de que Popasna quedara en manos de las tropas rusas, a principios de mayo, Prigozhin prometió que Wagner tomaría Bakhmut, 32 kilómetros al oeste.

Pero en septiembre pasado, una contraofensiva ucraniana expulsó a las fuerzas rusas alrededor de la ciudad de Kharkiv, cortando una posición desde la que avanzaban hacia Bakhmut. Tras la sorprende respuesta de las tropas de Kiev, Prigozhin criticó al Ministerio de Defensa ruso por la retirada: “Envíen a todos estos cabrones al frente con armas y descalzos”.

Así, Bakhmut se convirtió en un medio para que ambos ejércitos ataran y degradaran las fuerzas del otro, a fin de agotarlas para futuras batallas. “Nuestra tarea no es Bakhmut en sí”, dijo Prigozhin en noviembre pasado, “sino la destrucción del ejército ucraniano y la reducción de su potencial de combate”.

La operación había sido apodada “la picadora de carne de Bakhmut”.

Tiempo más tarde, Wagner perdía entre cincuenta y cien combatientes al día. La noticia de las altas tasas de bajas había llegado a los reclusos rusos, por lo que cada vez menos se mostraban dispuestos a unirse a las filas del grupo mercenario. Al mismo tiempo, el Ministerio de Defensa había comenzado a atraer a sus propios reclutas de las prisiones, inscribiendo a los convictos en formaciones armadas llamadas Storm-Z. Si el Ministerio de Defensa deseaba limitar la influencia de Wagner, cortar su suministro de combatientes convictos era una forma de hacerlo. En respuesta, en febrero pasado, Prigozhin anunció que Wagner ponía fin a su programa de reclutamiento de prisioneros.

Más tarde ese mes, cambió la fecha límite para tomar Bakhmut y culpó directamente al Kremlin, o a lo que él calificó como la “monstruosa burocracia militar” de Rusia.

Las tensiones iban en aumento y las diferencias con el Ministerio de Defensa ya eran indisimulables.

El jefe mercenario de Wagner, Yevgeny Prigozhin, abandona la sede del Distrito Militar Sur en medio de la retirada del grupo de la ciudad de Rostov-on-Don, durante la rebelión contra el Kremlin (REUTERS/Alexander Ermochenko)
El jefe mercenario de Wagner, Yevgeny Prigozhin, abandona la sede del Distrito Militar Sur en medio de la retirada del grupo de la ciudad de Rostov-on-Don, durante la rebelión contra el Kremlin (REUTERS/Alexander Ermochenko)

El 5 de mayo, Prigozhin publicó un video en el que se lo veía en la oscuridad apuntando con una linterna a una fila de cadáveres. “Estos son muchachos de Wagner que murieron hoy. ¡Su sangre aún está fresca!”. “Se comerán sus tripas en el infierno. Shoigu, Gerasimov, ¿dónde está la maldita munición?”.

Tras esas crudas palabras, consiguió más municiones y anunció que el grupo Wagner se quedaría combatiendo.

“A mediados de mayo, Wagner controlaba más del noventa por ciento de Bakhmut. Pero, incluso cuando el ejército ucraniano fue expulsado de la ciudad, estaba recuperando territorio en los flancos, convirtiendo a Bakhmut en un premio y una trampa”, dice el New Yorker. Prigozhin culpó de nuevo al ejército regular ruso.

Pero pronto Bakhmut estaba totalmente ocupado. El presidente Volodimir Zelensky inicialmente negó que la ciudad hubiera caído, pero a los pocos días quedó claro que no quedaban tropas ucranianas. La captura de Bakhmut fue el principio del fin para Wagner en Ucrania, y ya había logrado su objetivo a un alto costo humano y material.

Putin reveló que el Estado le había pagado a Wagner casi mil millones de dólares durante el último año. Dmitry Kiselev, un propagandista de televisión, estimó que esa cifra era aún mayor: casi diez mil millones de dólares en fondos estatales para Wagner.

“A raíz de la insurrección, Putin pareció adoptar un enfoque mesurado con Wagner. Cientos de ciudadanos rusos que han criticado a las autoridades y la guerra en términos menos vívidos que Prigozhin han sido encarcelados, multados y apartados de sus trabajos o universidades, y ninguno de ellos envió una columna blindada en el camino a Moscú”, dice el artículo. “Pero, al menos por ahora, Putin ha decidido que encarcelar a Prigozhin correría el riesgo de convertirlo en un mártir y al mismo tiempo socavaría el esfuerzo militar de Rusia”.

En julio, un contingente de miles de combatientes de Wagner viajó a Bielorrusia para establecer un campamento cerca de la ciudad de Asipovichy, supuestamente para entrenar a los reservistas locales. El jefe mercenario hizo su primera aparición pública desde el motín: llegó con la bandera de Wagner de la base en Molkino, que había sido vaciada. “Luchamos con dignidad (...) Hemos hecho mucho por Rusia”, dijo a las tropas reunidas.

El grupo mercenario surgió en 2014, durante la anexión rusa de Crimea. El gobierno estadounidense ha indicado que la organización es financiada por Prigozhin, un empresario ruso y socio cercano de Putin. Se refieren a él como el “chef de Putin”, debido a su negocio de banquetería, el cual ha organizado elegantes cenas de Estado para el mandatario ruso.

Prigozhin es conocido como "el chef" de Putin (REUTERS/Misha Japaridze)
Prigozhin es conocido como "el chef" de Putin (REUTERS/Misha Japaridze)

El grupo no está registrado como una entidad legal en ningún lugar del mundo. Los mercenarios son ilegales ante la ley rusa. Su existencia clandestina le permite a Rusia restar importancia a sus bajas en el campo de batalla y distanciarse de atrocidades cometidas por los combatientes de Wagner, aseguran observadores.

“Opera en una situación de opacidad, existe una verdadera falta de transparencia y ese es el punto”, mencionó Sorcha MacLeod, presidenta-relatora del Grupo de Trabajo sobre la Utilización de Mercenarios de las Naciones Unidas, el cual ha examinado al Grupo Wagner. Su estructura le permite tener la posibilidad de negar sus acciones y crear “distancia entre el Estado ruso y el grupo”, indicó MacLeod.

Además de su intervención en Siria, Libia, la República Centroafricana y Ucrania, los elementos Wagner también han combatido en Sudán, Mali y Mozambique, donde han ejercido influencia rusa a través del poder, han hecho la voluntad de los líderes autoritarios y, en ocasiones, han allanado campos de petróleo o de gas o asegurado otros intereses materiales. Cada vez se han vuelto más formales y han comenzado a actuar más como los contratistas militares de Occidente.

“Hay una tendencia o patrón cuando Wagner se involucra en un conflicto armado”, precisó MacLeod. “El conflicto se prolonga, hay armamento pesado, los civiles son afectados de manera sustancial, las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de guerra incrementan de forma significativa y no hay acceso a la justicia para las víctimas”.

Según informes, el grupo obtuvo su nombre del apodo de su líder, Dmitry Utkin, un militar retirado ruso. Se dice que Utkin eligió “Wagner” como homenaje al compositor, que era el favorito de Hitler. A pesar de que el Kremlin niega cualquier vínculo con el Grupo Wagner, Utkin ha sido fotografiado al lado de Putin.

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