La mezcla explosiva de yihadistas, mercenarios rusos y diamantes detrás del golpe en Níger

El papel del Grupo Wagner. La aparición de Prigozhin en una cumbre con líderes africanos en San Petersburgo. Soldados franceses y estadounidenses atrapados. ISIS y Al Qaeda avanzan en toda la región del sur del Sahara

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Con la sede del gobierno ardiendo de fondo, cientos de jóvenes salieron a las calles de Niamey a vivar el golpe de Estado. (AP Foto/Fatahoulaye Hassane Midou)
Con la sede del gobierno ardiendo de fondo, cientos de jóvenes salieron a las calles de Niamey a vivar el golpe de Estado. (AP Foto/Fatahoulaye Hassane Midou)

Un golpe de estado en uno de los países del Sahel, al sur del Sahara, en el norte de África, es una de esas noticias que pasan desapercibidas. Pero cuando ese país forma parte de varios otros de la región acosados por los terroristas de ISIS y Al Qaeda, ya es más preocupante. Si en el medio de todo aparecen los mercenarios rusos del Grupo Wagner, el tema pasa a otro nivel. Si en el momento del golpe, los líderes africanos se encuentran en una cumbre en San Petersburgo y en una de las conferencias reaparece el líder de los Wagner, Yevgeny Prigozhin, por primera vez en público después de su intento de amotinamiento contra Vladimir Putin, el asunto ya es más espeso. Y si le sumamos que apenas unos días antes del levantamiento militar estaba junto al presidente depuesto el canciller de la Unión Europea y que tres meses antes había tenido la visita por primera vez en la historia del Secretario de Estado de la Casa Blanca para felicitarlo por sus avances democráticos, la noticia pasa a la primera rueda de los portales en nuestros celulares mientras todos los que seguimos la actualidad internacional comenzamos a buscar respuestas a un nuevo rompecabezas africano.

Todo esto ocurrió en Níger. No Nigeria. En el país norafricano de 27 millones de habitantes y una superficie similar a la de Perú que produce el 7% del uranio del planeta. Hasta esta semana era uno de los países más pro-occidentales de la región y desde donde tropas de Francia y Estados Unidos combaten al extremismo islámico. La madrugada del jueves, una junta militar derrocó al presidente Mohamed Bazoum y dos días después su jefe de seguridad, Omar Tchiani, se proclamó presidente de un Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria que ya desconoció la Constitución, cerró las fronteras aéreas y terrestres y mantiene como rehenes al mandatario y su familia dentro del Palacio Presidencial de la capital, Niamey.

De esta manera, los militares nigerinos se suman a sus pares que ya tomaron el poder en las vecinas Mali y Burkina-Faso. Y también aparece el mismo sentimiento anti-francés que predomina en esos países. La novedad es que entre los que salieron a vivar el golpe se vieron banderas rusas y se gritaron consignas a favor del Grupo Wagner. Bazoum era considerado el socio más confiable de occidente en la región y se cree que los militares se vieron influenciados por sus pares de los países limítrofes que quieren terminar con cualquier intervención pro europea. Estados Unidos tiene una base de aviones no tripulados (drones) de 100 millones de dólares en Níger. Los 1.500 soldados franceses que se vieron obligados a abandonar Mali el año pasado están ahora estacionados en Niger. La junta de Mali también ordenó el mes pasado la salida de los 15.000 soldados de las Naciones Unidas diciendo que habían fracasado en su misión y se preveía que iban a estacionarse también en Níger.

El portavoz del Ejército de Níger, el coronel mayor Amadou Adramane, habla durante una aparición en la televisión nacional, tras la detención del presidente Mohamed Bazoum en el palacio presidencial, en Niamey. (ORTN/vía Reuters TV)
El portavoz del Ejército de Níger, el coronel mayor Amadou Adramane, habla durante una aparición en la televisión nacional, tras la detención del presidente Mohamed Bazoum en el palacio presidencial, en Niamey. (ORTN/vía Reuters TV)

Apenas unos días antes del golpe, había estado en Niamey el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell. Entregó varios millones de euros en ayudas, visitó a las tropas en el desierto y hasta se colocó un tradicional turbante azul para asistir a las ceremonias. Evidentemente, Europa confiaba en Bazoum y tenía puestas sobre él la esperanza de que sería un muro de contención contra el creciente terrorismo islámico en la región. En marzo, Antony Blinken realizó un histórico viaje y se convirtió en el primer Secretario de Estado norteamericano en visitar Niger. Entregó una ayuda de 150 millones de dólares y reafirmó el compromiso de la Administración Biden con la región. Mostró la preocupación de Washington por el avance yihadista y la presencia de los mercenarios rusos en todas las explotaciones minerales importantes de varios países norafricanos.

En los últimos meses, aumentó la presencia en el desierto del Estado Islámico en el Gran Sáhara y la filial de Al Qaeda Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin (JNIM). La semana pasada aparecieron en las redes sociales escenas de una enorme movilización de milicianos en camionetas y motos dentro de una nube de arena que parecía salida de la película Mad Max. A esto hay que sumarle el grupo Boko Haram que opera en las vecinas Nigeria y Chad. África Occidental registró más de 1.800 atentados extremistas en los seis primeros meses de este año, que causaron casi 4.600 muertes, según datos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La mayoría de esas muertes se produjeron en Burkina Faso y Malí, y 77 en Níger. La amenaza extremista también se está expandiendo hacia el sur, con atentados en Ghana y Costa de Marfil.

El golpe en Níger trae ahora aún más inseguridad. “Estamos siendo testigos de que todo el cinturón al sur del Sáhara se está convirtiendo en una zona extremadamente problemática”, dijo esta semana el Secretario General de la ONU, António Guterres. La región está particularmente afectada por el avance de la desertificación y el cambio climático. También en ese desierto operan la mayoría de las bandas criminales que llevan a los que intentan emigrar desde África Central hacia las costas de Libia y desde allí hasta Europa.

La bandera rusa apareció entre los manifestantes a favor del golpe de estado en Niger. (REUTERS/Souleymane Ag Anara)
La bandera rusa apareció entre los manifestantes a favor del golpe de estado en Niger. (REUTERS/Souleymane Ag Anara)

Y en el medio, la Rusia de Putin. Apenas unas horas antes del golpe, el líder del Grupo Wagner de los mercenarios financiados por el Kremlin, había lanzado un video por Telegram en el que daba la bienvenida a Bielorrusia a un grupo de sus hombres mientras les decía por ahora no participarían más en la guerra de Ucrania y que se tenían que preparar para “un nuevo viaje a África”. Luego de que los militares tomaran el poder en Niamey, Prigozhin se presentó en la cumbre Rusia-África en San Petersburgo en la que se encontraban varios líderes y representantes de casi todos los países africanos.

Los Wagner comenzaron a operar en 2017 en la República Centroafricana para darle seguridad al entonces recién asumido presidente Faustin Archange Touadéra y ayudarlo a recuperar el control de áreas del territorio en manos de grupos armados. Claro que en el medio estaban los intereses de los oligarcas rusos que controlan la explotación de las minas de diamantes en ese país y que ya tenían la seguridad proporcionada por los mercenarios rusos mediante un acuerdo que firmó el propio canciller Serguéi Lavrov. Para entonces, ya operaban en Libia y en Sudán entrenaban a las tropas especiales del ejército. Luego vinieron Guinea Conakry y Madagascar. En todos los casos, los mercenarios están conectados a la explotación de la riqueza, desde la madera de la República Centroafricana hasta los minerales de Guinea. Rusia está aprovechando y agitando el creciente sentimiento anti-francés y garantiza la seguridad a los dictadores de turno para que no les suceda lo de Bazoum, que tenía el apoyo occidental pero quedó expuesto al golpe interno.

Prigozhin junto al delegado de la República Centroafricana, Dmitry Syty, durante el foro Rusia-África que se realizó esta semana en San Petersburgo (Telegram).
Prigozhin junto al delegado de la República Centroafricana, Dmitry Syty, durante el foro Rusia-África que se realizó esta semana en San Petersburgo (Telegram).

Las paradojas que aparecen con estas intervenciones quedaron expuestas precisamente en la cumbre de San Petersburgo, donde algunos de los representantes africanos denunciaron el bloqueo de la exportación de granos de Ucrania como “una puñalada por la espalda”. Moscú anunció su decisión de retirarse del acuerdo que permitía exportar cereales ucranianos por mar, diciendo que “en lugar de ayudar a los países en sus necesidades reales, Occidente usa el acuerdo de grano como medio de extorsión política”. Al día siguiente, Rusia lanzó misiles sobre el puerto ucraniano de Odesa, donde está almacenado el cereal. Esos granos son fundamentales para la estabilidad económica de varios países africanos. “Se nota que hay una preocupación entre los africanos por quedar atrapados en una nueva disputa entre países de otras regiones. Quince líderes decidieron enviar delegaciones menores a la cumbre rusa. Eso indica que la relación con Moscú no es tan aceitada como se cree. Pero muchos otros estados africanos ya dependen totalmente de los mercenarios. Y ahora esto se profundiza con lo que sucedió en Níger”, comentó Gustavo de Carvalho, investigador del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales.

El golpe en Níger emerge como la punta de una enorme superficie oculta que nos mostrará en los próximos meses cómo las jugadas geopolíticas de la tercera década del siglo XXI son mucho más extensas y complejas de las que veíamos hasta ahora. La mezcla de militares golpistas, yihadistas y mercenarios rusos es de combustión nuclear.

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