Alexander Zakharov es un ingeniero ruso que lleva más de 15 años desarrollando y fabricando drones. Su invento más famoso es el dron suicida Lancet, que se caracteriza por su precisión al lanzar la ojiva letal contra un tanque o una instalación militar. El dron se utilizó en Siria y ahora se emplea ampliamente en la invasión a Ucrania. Los analistas militares occidentales reconocen la eficacia de los Lancets rusos; el experto ucraniano Oleksandr Kovalenko llama a estos drones “el azote de la zona de guerra”; la televisión estatal rusa Rossiya-1 lo denomina como “el segundo Kalashnikov”.
De hecho, la empresa fabricante, CST, forma parte del consorcio Kalashnikov en el que el ingeniero Zakharov tiene una participación mayoritaria. El ministerio de Defensa de Moscú compró en el último año a CST drones por valor de 5.300 millones de rublos (unos 60 millones de dólares) y otros artefactos militares por diez veces esa cifra. Del negocio participa toda la familia Zakharov, la esposa Svetlana, su hijo Nikita y su hija María. De acuerdo a una investigación del sitio especializado IStories son ellos los que se encargan de triangular las operaciones para comprar componentes en India, Irán, China y varios otros países asiáticos y escapar de esa manera de las sanciones occidentales contra Rusia.
Pero esas sanciones no llegan a los Zakharov. Lo mismo ocurre a tantos otros “oligarcas” amigos de Putin que vienen acrecentando sus fortunas desde que se instaló el régimen en Moscú en 2000. La mayoría de ellos continúan manteniendo sus fortunas a resguardo en bancos occidentales y conservando sus mansiones en las principales capitales europeas. Según el registro inmobiliario británico, los Zakharov permanecen largas temporadas en su departamento de Londres, en el distrito de Westminster, a 10 cuadras del Big Ben y del Palacio de Buckingham. En la página web de la agencia inmobiliaria todavía aparece un anuncio de este apartamento con fotos y un plano. Tiene más de 300 metros cuadrados, tres dormitorios, sala de estar, cocina-comedor combinado, y balcón terraza. Hay un gimnasio en el edificio y vistas del Big Ben desde la azotea.
Para evitar las sanciones, el departamento está a nombre del hijo menor, Lavrentiy Zakharov, que sigue teniendo su visa de estudiante y residencia legal en Gran Bretaña. Según Linkedin, Lavrentiy vive en Londres desde 2015, cuando tenía 16 años. Obtuvo una licenciatura en Política, Sociología y Estudios de Europa del Este del University College, y luego una maestría en Estudios de Conflictos y Política Comparada de la London School of Economics. Desde julio de 2021, Lavrentiy trabajó en agencias de las Naciones Unidas en Nueva York y Roma, y desde mayo de 2023 en el Instituto de las Naciones Unidas de Investigación sobre el Desarme (UNIDIR) en Ginebra, Suiza. Los intereses de investigación de Lavrentiy Zakharov, según el sitio web de UNIDIR, son “el fortalecimiento de la gestión de armas y municiones, y el desminado y el acceso humanitario.”
La historia de los Zakharov se reproduce por miles. Recientemente se descubrió que dos banqueros chipriotas seguían manejando con gran éxito enormes paquetes financieros de los oligarcas muy cercanos al Kremlin, Alisher Usmanov y Roman Abramovich.
Christodoulos Vassiliades, el director de Sberbank Investments Limited, filial chipriota de Sberbank, que es propiedad del Estado ruso y está sujeta a sanciones de Estados Unidos, Reino Unido y la UE, manejaba hasta abril de este año una cartera de miles de millones de dólares de estos dos hombres que encabezan las listas de sancionados. El dinero fluía a través de la bolsa londinense. Lo asistió Demetris Ioannides, otro chipriota, que según el Departamento del Tesoro estadounidense, ocultaba 760 millones de libras esterlinas de los oligarcas rusos en el laberinto de la empresa de inversiones MeritServus HC Limited.
Usmanov es un uzbeko que estaba en la cárcel por fraude hasta que Putin lo amnistió. Comenzó a manejar buena parte de la industria metalúrgica rusa conectada a empresas estatales y la explotación de minas de carbón, oro y diamantes. Su fortuna se calcula ahora en unos 19.500 millones de dólares, figura en el número 100 de los hombres más ricos del mundo. Se hizo famoso por ser uno de los dueños hasta 2018, primero del Arsenal y luego del Everton, los equipos de la Premier Ligue inglesa.
Abramovich es, probablemente, el más conocido de los oligarcas rusos desde que se hizo famoso al comprar el equipo de Chelsea, también de la primera liga inglesa. Tiene ciudadanía rusa, israelí y portuguesa con enormes inversiones en los tres países, aunque la fuente de su fortuna calculada en unos 14.500 millones de dólares siguen siendo los negocios con el Kremlin. Este último jueves, un viejo aliado suyo, Eugene Shvidler, otro ruso con una fortuna de unos 1.300 millones de libras esterlinas acusó ante la justicia al gobierno británico de “trato opresivo” y presentó un recurso contra las sanciones que se le impusieron tras la invasión rusa de Ucrania. Se cree que Abramovich está detrás de la movida para descongelar sus inversiones.
Los abogados de Shvidler pretenden que se declare ilegal y se anule su designación para las sanciones, así como la restitución de sus fortunas. Impugnan la decisión del Foreign Office, la cancillería británica, de sancionarlo, cuestiona que las “dificultades” que sufre por ello sean proporcionadas y alega que fue discriminado. En un alegato presentado ante el tribunal londinense, los abogados de Shvidler afirmaron que el efecto de las sanciones había sido “destruir su capacidad para gestionar sus activos y dirigir sus negocios, perturbar su vida y la de su familia, privar a sus empleados de sus medios de subsistencia y destrozar su reputación”. Si la justicia le da la razón a Shvidler, el fallo podría ser utilizado a su favor por Abramovich, Usmanov y muchos otros rusos para recuperar el dinero que tienen congelado en el Reino Unido.
Las sanciones están siendo particularmente ineficaces en el caso de las exportaciones de diamantes y oro que constituyen unos 15.400 millones de dólares al año para las arcas rusas. Los diamantes se envían directamente a pulir a la India y desde allí son reexportados sin que cuente demasiado su origen. “El mundo de los diamantes es muy particular y las sanciones no llegan a ese submundo”, explicó a la BBC, Hans Merket, del International Peace Information Service, que se especializa en seguir el rastro de esas piedras preciosas. Con el oro sucede algo similar. “El oro fue desde el comienzo de la Humanidad la moneda más segura de intercambio y lo sigue siendo ahora con Rusia”, agrega Merket.
Y está el petróleo. El Fondo Monetario Internacional cree que la economía rusa crecerá, al menos, un 0,7% en 2023. Esto se debe a que Rusia está exportando 8,3 millones de barriles de petróleo al día, el nivel más alto desde abril de 2020, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Se lo vende, mayoritariamente, a India y China.
Tom Keatinge, director del Centro de Delitos Financieros y Estudios de Seguridad (CFCS) en el think tank RUSI cree que mientras haya gente dispuesta a ensuciarse las manos con el dinero ruso, las sanciones seguirán siendo anecdóticas. “Hay mucha gente desesperada en el mundo por quedarse con una parte de la fortuna de los rusos y dispuesta a lavarles la cara”, dijo Keatinge la semana pasada durante una visita a Madrid. “¿Van a cambiar estas sanciones los planes de Vladímir Putin y frenar las acciones militares en Ucrania? La respuesta es no. Los oligarcas son conocidos como las billeteras de Putin, por lo que son los guardianes de parte de su dinero. Son ricos porque Putin les permite ser ricos. Y mientras Putin permanezca en el poder, todos seguirán jugando el mismo juego”.
Otros creen que a pesar de todo las sanciones le dieron un golpe duro a las ambiciones de Putin quien creía que todo iba a ser como en 2014, cuando invadió Crimea y prácticamente la economía de su país no sintió las represalias occidentales. También se sospecha de que el Kremlin esta “maquillando” los números de la economía para mostrar que la fuerza del oso ruso sigue intacta. Pero en el campo de batalla se nota que el poderío militar emanado de esa fuerza económica está muy debilitado. Y los oligarcas comienzan a impacientarse. No parecen estar dispuestos a perder ni un solo rublo por la causa. La pelea en los tribunales londinenses es una muestra de que están tratando de despegarse de alguna manera de Putin para conservar sus fortunas.
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