Las estelas de humo sobre el valle verde, cerca de Lyman, indican las posiciones bombardeadas por las fuerzas rusas en su nuevo avance en el este de Ucrania, una ofensiva que inspira menos temor al soldado Admin que la de hace un año cuando los rusos tomaron Lyman.
“El mes pasado fue como una larga jornada para nosotros”, dijo a la agencia de noticias AFP el joven militar de 23 años, cerca de la zona del principal avance de las fuerzas rusas en las últimas semanas. “En lo que respecta al estado de ánimo, resistimos. Deseamos simplemente que la victoria llegue lo más rápido posible”, dijo.
La capacidad de Ucrania para realizar un avance en su contraofensiva iniciada en junio y hasta ahora lenta, reposa en parte en la moral de sus tropas.
Rusia lanzó un nuevo ataque en el noreste de Ucrania, semanas después del inicio de la contraofensiva ucraniana especialmente en el sur.
La semana pasada, Rusia afirmó que avanzó 1,5 kilómetros hacia Lyman, un centro ferroviario retomado por las fuerzas de Ucrania en octubre.
Los rusos quieren forzar a los ucranianos a dejar su esfuerzo actual por retomar ciudades como Bakhmut, situada 50 km más al sur, y redesplegar sus fuerzas para defender Lyman.
Para Admin --seudónimo que hace referencia a su profesión de consultor en informática-- Ucrania tiene aún ventaja. “Mientras jóvenes de calidad resultan heridos o mueren, (los rusos) bombardean civiles, ¿Entonces como hablarles? Pienso que deberían ser simplemente destruidos”, dice.
“Vendrán y morirán”
Los rusos tomaron Lyman luego de semanas de combates feroces que transformaron los bosques cercanos en restos de troncos y ramas calcinados.
Muchos habitantes que rechazaron huir de los combates son rusófonos viejos que no tienen ningún temor a ser gobernados por los rusos.
Estas tensiones obligan a otro vendedor de legumbres, Volodimir Seravatski, de 69 años, a hablar en voz baja.
“No importa si los rusos avanzan. Todos tienen deseos de morir. Vendrán aquí y morirán”, dice tras mirar de manera furtiva a Viktoria Tamosevska.
“Si hubiéramos tenido las mismas armas el año pasado que hoy, nunca hubieran venido aquí”, señala este ex obrero.
Las nuevas armas occidentales de las que dispone el ejército no le han permitido modificar la fisonomía del frente. Pero dan seguridad a los habitantes proucranianos que sufren el nuevo ataque ruso.
La pequeña casa de Valentina Omeltshenko, de 53 años, obrera en el pueblo de Zakitné, está a merced de los disparos rusos, posicionados unos 10 km al norte.
Vio recientemente pasar un misil sobre su casa y matar a un hombre de 30 años.
Interrogada sobre los soldados rusos, sonríe y admite que a veces le dan pena. “No tienen idea de la razón por la cual combaten. Cuando uno ve a los capturados, son casi niños asustados”, dice.
“Mentalmente fatigados”
Yulia Poliakova no parece tampoco muy preocupada mientras se ocupa de sus vacas, en el límite norte de Lyman. “Esperamos que ellos (los rusos) no nos alcanzarán”, dice esta mujer de 63 años.
Esta serenidad contrasta con el periodo en que los rusos arrasaban localidades enteras y lograban sus más grandes avances en esta región de Ucrania hace un año.
De su lado, aunque las tropas ucranianas parecen confiadas, el agotamiento ronda.
El capitán Rys vacila tratando de hallar las palabras exactas para expresar el estado de ánimo de su brigada. “Estamos mentalmente agotados tras 17 meses de guerra”, concluye.
(Con información de AFP)
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