El cuentito ruso no tiene conclusión. Putin le pide a su vecino, Lukashenko (dictador de Bielorrusia) que le cuide a su mascota, Prigozhin (jefe de los mercenarios del Grupo Wagner), por un rato. Al regresar, Lukashenko le dice que Prigozhin se escapó y que lo más probable es que haya regresado a su casa. Antes le había pedido el mismo favor al general Serguei Surovikin (jefe de la Fuerza Aeroespacial y de las tropas en Ucrania) y también se le había escapado. Putin cree que Surovikin lo dejó escapar a propósito y desde entonces lo tiene en destino desconocido. A Lukashenko no lo puede hacer desaparecer. Así que Putin se vuelve al Kremlin y espera que Prigozhin aparezca cuando tenga hambre.
Lo contó el propio Aleksandr Lukashenko durante una rueda de prensa en el Palacio de la Independencia de Minsk, salvo la parte de Surovikin, por supuesto, no vaya a ser que tenga el mismo destino. El amigo de Vladimir Putin desde que ambos buscaban una rendija por dónde meterse durante el caos de la caída de la Unión Soviética, Yevgeny Prigozhin, que dos semanas antes había liderado un amotinamiento con sus tropas de 50.000 mercenarios del Grupo Wagner y, supuestamente había depuesto su actitud y llegado a un arreglo para “exiliarse” en Bielorrusia, se había ido de allí y estaba “en San Petersburgo o, tal vez, Moscú, quien lo sabe”. Una investigación de la BBC sobre los movimientos del avión privado de Prigozhin indican que, efectivamente, se registraron vuelos entre esas ciudades esta semana.
Aparentemente, Prigozhin habría regresado a San Petersburgo para intentar salvar lo poco que le dejaron de sus bienes y sus negocios con los Wagner. Había sido un aliado incondicional de Putin hasta el momento en que se enfrentó con el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, y el 24 de junio organizó un enorme convoy con sus mercenarios y pertrechos desde Ucrania hasta la ciudad de Rostov-on-Don, en el sur de Rusia, y ordenó a sus hombres que siguieran avanzando hacia Moscú. Todo terminó en forma sorpresiva 48 horas después y nada se supo sobre su paradero hasta que Lukashenko tuvo que admitir que el acuerdo que él mismo había anunciado para pacificar la situación, no se estaba cumpliendo.
El miércoles, el oficialista diario ruso Izvestia publicó una serie de imágenes que había “recibido” del asalto a la casa de Prigozhin en San Petersburgo, el 24 de junio, llevado a cabo por agentes del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) mientras los mercenarios de Wagner avanzaban por la autopista M4. Habían encontrado un poco de todo lo que no habría que tener en ninguna casa particular: armas de todo tipo, forma y medida, lingotes de oro, dinero en diversas divisas, pasaportes varios, un quirófano (y todos los implementos médicos necesarios para atender a cualquier herido) y hasta pelucas y disfraces varios que Prigozhin se había probado y fotografiado. El resto, una mansión exuberante con piscina y cocina olímpicas y helicóptero en el jardín trasero. Según la fiscalía, se incautaron 10.000 millones de rublos (111 millones de dólares) en efectivo y cinco lingotes de oro, pero que serían devueltos. En general, en Rusia, el FSB se queda con un 20% o 30% de lo incautado cuando ocurren estas redadas, dicen los blogueros que saben y lo publican en Telegram.
Pero lo que Prigozhin más teme es quedarse sin la licencia que le otorgó Putin para reclutar y armar al Grupo Wagner. Su enemigo, el ministro Shoigu estuvo actuando en las sombras y favoreciendo a otro grupo de mercenarios rivales denominado “Patriot”. La organización fue sancionada por Estados Unidos el 23 de abril de 2023, y en el listado del Departamento del Tesoro se indica que la entidad se creó en 2018 y se dedica a “actividades de defensa”. Aunque se cree que Patriot puede ser un nombre genérico para una serie de grupos clandestinos e individuos que trabajan en una “zona gris” fuera del marco militar convencional de Rusia. El grupo, cuyo logotipo muestra un perro feroz con ojos rojos, se encuentra entre las 25 entidades activas en Ucrania desde la primera invasión rusa de 2014 hasta la actualidad, según la agencia especializada Molfar OSINT.
Otros mercenarios bajo el nombre de Rusich, se describen como un “grupo de sabotaje y reconocimiento de asaltos” en una cuenta del canal ruso de medios sociales VKontakte. El logotipo del grupo incorpora un símbolo eslavo con connotaciones neonazis y supuestamente ha cometido crímenes de guerra en Ucrania. También hay grupos de mercenarios más tradicionales y que están relacionados con la cuestión étnica como las agrupaciones de cosacos y chechenos.
Alec Bertina, que es analista de la empresa de inteligencia privada Grey Dynamics, sigue de cerca las “formaciones de seguridad semiestatales” desde hace años y dice que “Patriot es increíblemente opaco y existen debates en la esfera de la seguridad global de si en realidad son soldados rusos que cambian de uniforme según la ocasión”. Una versión indica que Shoigu los creó como contrapeso después de la batalla de Khasham en Siria en 2018, donde comandos estadounidenses masacraron a mercenarios de Wagner. “Shoigu se dio cuenta de que necesitaba su propio elemento militar que estuviera más controlado y sin alguien como Prigozhin al timón que está feliz de jugar batallas políticas con el Ministerio de Defensa”, asegura Bertina.
En su conferencia de prensa, Lukashenko dijo que había hablado con Prigozhin un día antes de su regreso a Rusia y que le había asegurado que Wagner continuaría “cumpliendo sus deberes con Rusia mientras pudiera”. También que Prigozhin era “un hombre libre, pero lo que pasará después, no lo sé”. Y agregó que no esperaba que Putin buscara venganza inmediata por el fallido motín. “Si usted piensa que Putin es tan malicioso y vengativo que ‘matará’ a Prigozhin mañana, no, esto no va a suceder”, dijo.
Lukashenko había ofrecido a los combatientes de Wagner una base militar “abandonada”, e imágenes por satélite verificadas por el New York Times la semana pasada mostraban la construcción de nuevas estructuras temporales en una base desierta a unos 130 kilómetros de Minsk. Pero el jueves, Lukashenko se mostró menos categórico sobre la posible presencia de tropas de Wagner en Bielorrusia. “Si vendrán aquí y, en caso afirmativo, cuántos vendrán, lo decidiremos en el futuro”, aseguró. También dijo que cualquier unidad Wagner en Bielorrusia podría ser llamada para defender el país, y que el acuerdo del grupo de luchar por Bielorrusia en caso de guerra era la principal condición para concederle permiso para trasladarse al país. “Si debemos activar esta unidad para la defensa de la nación, entonces se activará inmediatamente”, dijo. “Y su experiencia será muy apreciada”.
Cada personaje del cuentito ruso va dando diferentes versiones según el tiempo y las circunstancias. Es difícil saber quién está diciendo la verdad. Lo cierto es que el hombre que se amotinó y provocó la crisis más importante de los 23 años en el poder de Putin hoy está libre en Rusia o probablemente haya regresado a Ucrania junto a sus hombres que siguen en sus cuarteles en las zonas ocupadas esperando órdenes. Lukashenko, por ahora, parece haberse sacado un peso de encima. La purga lanzada por Putin después de la revuelta pareciera estar empantanada. Del líder del Kremlin se sabe muy poco después de que intentó darse unos “baños” de popularidad sacándose selfies con sus fans en la calle (tras tres años de autorestricciones muy firmes por sus temores a contagiarse de Covid). Mientras todos sospechamos que el cuentito tiene diferentes versiones y que falta mucho para que haya una síntesis un poco más creíble.
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