El motín de hace unas semanas liderado por Yevgeny Prigozhin dejó muchas preguntas y pocas respuestas. Sin embargo, hay una cuestión sobre la cual casi no han quedado dudas y es que el presidente ruso Vladimir Putin salió debilitado de este intento de rebelión.
Su silencio mientras avanzaba la ofensiva al sur del país, la rapidez con la que estas tropas lograron ingresar al territorio ruso y tomar importantes edificios, y hasta las idas y venidas en sus declaraciones y castigos contra los wagneritas demostraron que el líder del Kremlin no es, en realidad, tan fuerte como se lo creía.
Inclusive, podría estar enfrentando su punto mínimo de lealtad y hasta carecer del apoyo de su propio servicio de seguridad.
Mikhail Khodorkovsky es un antiguo magnate ruso y uno de los tantos críticos de Putin. A pesar de haber sido el director de la petrolera Yukos y el hombre más rico del país durante años, su disidencia le costó el título de “agente extranjero” y hasta una década tras las rejas por cargos plagados de motivaciones políticas.
Según el Kremlin, su lucha por el cambio democrático y en contra de la corrupción endémica -que data de hace más de 20 años- fueron episodios que atentaron contra el país y que debían ser castigados con la pena de cárcel.
En 2013, Khodorkovsky obtuvo un indulto y fue puesto en libertad, sólo para continuar con sus críticas que, con el tiempo, se trasladaron al extranjero, luego de que decidiera autoexiliarse.
Desde Londres, su nuevo paradero, es a menudo contactado por miembros del Servicio Federal de Seguridad (FSB), desilusionados con el Ejecutivo ruso, que le ofrecen “información” y detalles sobre las internas en el país.
En una entrevista con el medio Newsweek, Khodorkovsky se refirió a los datos recopilados de estas fuentes y, junto con los recientes sucesos en Rusia y las repercusiones de la revuelta, concluyó que el nivel de lealtad de las personas al servicio de Putin es “bastante bajo”.
“Creo que si mañana se produjera otro motín y se pidiera a los oficiales del FSB que lo protegieran, calculo que tal vez sólo el 30% estaría dispuesto a hacerlo”, sentenció el empresario sobre un escenario que, a su entender, podría darse con gran facilidad.
Semanas atrás, el desertor del Servicio de la Guardia Federal (FSO) y ex agente de seguridad del líder del Kremlin, Gleb Karakulov, había hablado sobre este mismo tema y, valiéndose de su cercanía con Putin, aseguró que el entorno del Presidente es poco fiel y se mueve por pura conveniencia.
“Un desertor nos concedió una entrevista. Básicamente se trata de una persona que estaba muy cerca de Putin. Era el hombre que le suministraba las comunicaciones, se paseaba con una línea telefónica junto al Presidente todo el tiempo”, lo presentó Khodorkovsky antes de sumar que “nos dijo que el nivel de lealtad de las personas a su servicio es bastante bajo”.
Claro que, en este grupo, no está comprendido el real “círculo más íntimo” del líder ya que se trata de “personas que entienden claramente que su suerte, su futuro y su destino están totalmente entrelazados con el de Putin” lo que, no obstante, expone nuevamente la falta de lealtad al jefe.
Esto “no significa que no puedan traicionarlo algún día o que no lo traicionarían algún día, pero no lo van a decir públicamente”, continuó el exiliado. “Son personas que están tratando de mantener la puerta trasera abierta para sí mismos, para una salida potencial propia”, explicó.
Fuera de este escenario general que dejó el motín fallido del Jefe del Grupo Wagner, Khodorkovsky se remitió también a una serie de aspectos puntuales en los que Putin falló y que sólo acentuaron su imagen de debilidad.
Un episodio que llamó la atención de muchos es cómo los paramilitares irrumpieron en Rusia y tomaron ciudades y cuarteles con extrema facilidad. Inclusive, avanzaron en su marcha hacia Moscú y estuvieron a pocos kilómetros de desplegar sus armas en la capital.
Mientras tanto, desde el Kremlin sólo se ordenó reforzar la seguridad en las calles y se enviaron algunas tropas para hacer frente, una respuesta débil frente a lo que se esperaba.
Asimismo, en los días siguientes, mientras el mundo esperaba la tajante reacción de Putin contra los revoltosos, sus declaraciones contradictorias y la falta de un castigo severo y definitivo contra Prigozhin llamaron la atención de todos.
Khodorkovsky consideró que estas acciones se debieron a que, en este momento, el Presidente está “en un aprieto” ya que si hubiera recurrido a las fuerzas de seguridad para arremeter contra Wagner, corría el riesgo de que éstas, “en realidad, volvieran sus armas contra el propio régimen, en dirección opuesta”.
Eso habría sido, sin dudas, su muerte política inmediata.
No obstante, la falta de castigo por el motín vuelve “mucho más probable los planes para que se produzca otra revuelta como la de Prigozhin”, señaló.
“Si comienzas a castigar a la gente podrías descubrir que la mitad del Ejército está del lado de Prigozhin y podría desencadenarse un motín y un enfrentamiento mayor”, advirtió a continuación el exiliado.
De todas formas, para el desertor esto no fue lo peor que dejó el intento de golpe. Khodorkovsky señaló que la reacción de los partidarios de Putin fue inclusive más importante, ya que estos sucesos lograron instalar en sus mentes una serie de planteos que, hasta ese entonces, parecían impensados.
“Lo que hizo fue articular las ideas, no dirigidas a la audiencia democrática sino a la de Putin, aquellas ideas que ahora están listos para escuchar: que la guerra es un error, que las causas de la ofensiva no son más que mentiras de Putin, en pos de su beneficio y el de su entorno”, explicó.
“Estas son las palabras que la gente en la línea del frente no quiere oír porque esto significa que han sido traicionados. Así que básicamente les dijeron: ‘han sido traicionados’”, insistió.
Estas ideas, algo así como semillas, fueron plantadas en las mentes de los aliados y ya no se pueden borrar. Su fuerza podría ser tal que incluso Prigozhin sería prescindible. Ya no importa si es él u otra persona la que alce su voz y se enfrente a Putin. Ahora, una sola cosa es segura: su poderío es cada vez más débil y su entorno, menos fiel, incluidas las Fuerzas Armadas.
En adelante, el jefe del Kremlin deberá andar con cuidado y analizar con cautela cada paso que dé ya que la más mínima jugada fuera de lugar podría amenazar su tiempo en el cargo y acabar por destruirlo.
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