Vladimir Putin ha tomado medidas para reforzar su seguridad personal y prevenir amenazas a su gobierno luego de la breve rebelión liderada por Yevgeny Prigozhin, líder del paramilitar Grupo Wagner. El mandatario ruso está ahora recompensando la lealtad entre la élite gobernante y otorgando beneficios económicos a las fuerzas de seguridad y militares.
Pese a evitar una purga a gran escala, Putin revisa cómo garantizar la estabilidad de su sistema político y evitar futuros intentos de golpe o rebeliones. Analistas consultados por The New York Times advierten que, a medida que el jefe del Kremlin empodere a un aparato de seguridad compuesto por intereses y centros de poder diversos, podría enfrentar nuevas amenazas. Sin embargo, hasta ahora ha optado por un enfoque de incentivos en lugar de castigos en respuesta al reciente motín.
Desde hace décadas, Putin ha otorgado el control de importantes activos estatales a sus amigos cercanos y ha colocado leales en posiciones clave del gobierno. Esto ha creado una red de apoyo y lealtad hacia el presidente. Además, el Servicio Federal de Protección, encargada de proteger a Putin y a otros altos funcionarios, ha asumido un papel cada vez más importante en la vigilancia de otras agencias de seguridad rusas en busca de posibles conspiraciones contra el presidente.
En respuesta a la rebelión del Grupo Wagner, Putin ha recompensado a los militares y a las fuerzas de seguridad con beneficios económicos y poder. Además de un aumento salarial del 10,5% para los soldados, los oficiales de policía y otros empleados de agencias de seguridad, Putin ha prometido más armas al jefe de la Guardia Nacional, Viktor Zolotov, un antiguo guardaespaldas de Putin. Estas medidas buscan reafirmar la lealtad de las fuerzas de seguridad y fortalecer la posición de Putin en un momento de crisis.
Si bien esta estrategia de recompensa fortalece temporalmente la posición de Putin, también plantea riesgos. Al otorgar más poder y recursos a las fuerzas de seguridad y militares, existe la posibilidad de que otras facciones dentro de ellas se sientan tentadas a llevar a cabo su propia rebelión, habiendo sido testigos de la capacidad de Prigozhin para hacerlo.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia también presenta un desafío adicional. La participación del grupo mercenario de Prigozhin, conocido como Wagner, en el conflicto ha llevado a Putin a enfrentar la tarea de continuar la guerra en Ucrania sin su apoyo y mantener el equilibrio en un sistema cada vez más frágil.
Putin se enfrenta a un dilema, ya que priorizar la lealtad sobre la eficacia podría evitar riesgos inmediatos, pero también limitaría el funcionamiento efectivo de su sistema político.
La combinación de lealtad y eficacia se vuelve crucial en tiempos de guerra, y el enfoque de Putin en la lealtad podría afectar el desempeño de Rusia en el campo de batalla.
El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu, uno de los mandos militares criticados por los amotinados, declaró el lunes que la rebelión del grupo paramilitar Wagner el mes pasado en Rusia fracasó gracias a la “lealtad” del ejército. “Estos planes fracasaron principalmente porque los miembros de las fuerzas armadas rusas demostraron lealtad hacia su juramento y deber”, dijo en una reunión con oficiales.
Fueron los primeros comentarios públicos del ministro de Defensa sobre esta rebelión armada, lanzada el 23 y 24 de junio por el líder del grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, quien acusaba a Shoigu y al jefe del Estado Mayor, Valeri Guerasimov, de incompetencia y de no proteger a sus hombres.
Shoigu, calificando el motín como un “intento de desestabilizar a Rusia”, afirmó que el ataque “no afectó” el trabajo de las tropas, especialmente en su campaña militar en Ucrania.
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