Tamara Protsenko cuenta que lo peor es la incertidumbre porque en 13 meses no se ha comunicado con su prometido, Oleksandr, capturado por el Ejército ruso en mayo de 2022 en la acería Azovstal de la ciudad ucraniana de Mariupol.
A pesar de que la última vez que habló con él fue el 18 de mayo de 2022, sabe que está vivo por el testimonio de otros prisioneros de guerra. En diciembre del año pasado dos soldados ucranianos liberados, que habían compartido celda con él, no le dieron buenas noticias sobre su situación: “Me contaron que estaba medio vivo”.
Oleksandr, de 20 años, tenía heridas de bala y de metralla que no fueron tratadas y, según explica Tamara, ha sufrido palizas y torturas de forma habitual.
”No es algo bueno que te digan eso y aún así no me puedo imaginar cómo está, por el aspecto de los soldados liberados. El aspecto es la punta del iceberg porque luego hay problemas de riñones, hígado, tiroides, huesos”, relata con entereza a un pequeño grupo de medios en Viena.
Oleksandr se encuentra ahora en la prisión de Taganrog, una ciudad de la región rusa de Rostov, donde las condiciones de los prisioneros son pésimas. “Dicen que es el peor lugar donde puede estar”, cuenta a EFE.
En la misma prisión se encuentra el hermano de Yevheniia Synelnyk, con el que ella tampoco tiene contacto desde mayo del año pasado y que también ha sufrido golpizas y torturas habituales. También estaba herido y no ha recibido tratamiento médico.
Protsenko y Synelnyk han viajado a Viena esta semana para relatar su situación en una reunión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), un organismo de 57 Estados en el que también participa Rusia.
Las dos jóvenes viajan en representación de las familias de los prisioneros de guerra de Azovstal. Rusia capturó a cerca de 2.500 soldados en mayo de 2022 en Mariupol y tiene todavía en su poder a unos 1.900.
Muchos de los soldados ucranianos liberados vuelven a casa demacrados, han perdido mucho peso y tienen además complicaciones de salud por no haber recibido la atención médica adecuada.
”Pensábamos que las imágenes de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial eran cosa del pasado, de los museos, pero ahora lo vemos en la realidad cuando vuelven soldados en los intercambios de prisioneros. Es una locura”, critica Synelnyk.
La intención de las dos mujeres es que no se olvide la suerte de estos soldados y quieren que la comunidad internacional aumente la presión para que Rusia cumpla con sus obligaciones internacionales en su trato a los combatientes capturados.
Protsenko y Synelnyk se muestran muy críticas con el Comité Internacional de la Cruz Roja por no presionar más para acceder a los prisioneros. Rusia ha denegado cualquier acceso a los prisioneros ucranianos, violando sus obligaciones bajo la Convención de Ginebra.
Protsenko reconoce su impotencia y no sabe qué hacer para que la Cruz Roja tenga un papel más activo. Pese a las manifestaciones y las campañas en las redes sociales la situación no ha cambiado y, entretanto, los prisioneros de guerra siguen incomunicado y sufriendo maltratos.
Además, como miembros de la brigada Azov, los parientes de las dos mujeres son tratados con especial dureza por ser símbolos de la resistencia a la toma de Mariupol por Rusia y pertenecer a “una unidad especialmente odiada por los rusos”.
”Cuando no tienes ninguna comunicación, no sabes si los tuyos están vivos”, relata Protsenko.
Las dos mujeres recuerdan con angustia que sus familiares estuvieron en la prisión de Olenivka, en una zona de Donetsk ocupada por fuerzas rusas, cuando se produjo un bombardeo que mató a 53 prisioneros ucranianos a finales de julio del año pasado.
Kiev acusó a los mercenarios de Wagner de matar a esos prisioneros para eliminar huellas de torturas, mientras que Rusia señaló a Ucrania. Rusia no permitió a investigadores de la ONU acceder al lugar para determinar lo ocurrido.
El relato de Protsenko y Synelnyk coincide con una investigación de Naciones Unidas difundida el pasado marzo en la que se denuncia que ambos bandos han ejecutado y torturado a prisioneros de guerra.
El informe se basó en entrevistas con unos 400 prisioneros de guerra, la mitad de cada bando y, si bien la tortura y el maltrato se practicaron por ambos, fue mucho más común contra los ucranianos, de los que 9 de cada 10 denunciaron torturas.
El alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk, ha recordado que mientras que Ucrania dio amplio acceso a sus centros de detención y había iniciado investigaciones sobre abusos, Rusia no colaboró de ninguna forma.
Por ello, la situación de los detenidos de uno y otro bando “no puede compararse”, resumió Türk.
(Con información de EFE)
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