Este lunes, grupos de vecinos cansados de los disturbios se concentraron frente a ayuntamientos de toda Francia tras una ola de disturbios desencadenada por el asesinato a tiros de un adolescente de ascendencia norteafricana a manos de la policía.
Menos de 160 personas fueron detenidas por la policía durante la noche del domingo en medio de los disturbios, lo que supuso un alivio para el presidente Emmanuel Macron en su lucha por recuperar el control de la situación, apenas unos meses después de las protestas generalizadas por una impopular reforma de las pensiones y a un año de albergar los Juegos Olímpicos.
La muerte de Nahel, un joven de 17 años de padres argelinos y marroquíes, ha avivado antiguas quejas sobre discriminación, violencia policial y racismo sistémico entre las fuerzas del orden —que las autoridades niegan— por parte de grupos de derechos y dentro de los suburbios de bajos ingresos y mezcla racial, que rodean las principales ciudades francesas.
Lo que empezó como una revuelta en los suburbios se transformó en una oleada de odio y rabia contra el Estado y de violencia oportunista.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, apuntó a las familias que han permitido que sus hijos causen estragos en las calles, afirmando que el promedio de los detenidos es de 17 años, y que algunos tienen sólo 12 años.
“No corresponde ni a la policía nacional, ni a la gendarmería, ni al alcalde, ni al Estado resolver el problema de un niño de 12 años que incendia una escuela. Es una cuestión de patria potestad”, declaró Darmanin durante una visita a Reims.
Los efectivos se desplegarán por cuarta noche consecutiva la noche de este lunes, dijo, para tratar de mantener a raya los disturbios, en los que han sido incendiados más de 5.600 autos, 1.000 propiedades privadas han sido quemadas o dañadas y 250 comisarías atacadas.
Los disturbios urbanos causaron “al menos 20 millones de euros en daños”, unos 22 millones de dólares, para los transportes públicos de la región de París, según una estimación publicada el lunes por la autoridad regional de transportes.
En esta suma se incluyen “los autobuses incendiados, un tranvía incendiado, dos tranvías dañados y el mobiliario urbano vandalizado”, precisó el organismo, Ile-de-France Mobilités (IDFM) a la agencia de noticias AFP, confirmando una información del diario Le Parisien.
Por su parte, los familiares de Nahel han pedido calma. Su abuela dijo el domingo que los alborotadores estaban utilizando su muerte como excusa para causar estragos. “No queremos que rompan cosas”, dijo la mujer identificada en BFM TV como Nadia. “Nahel está muerto, eso es todo lo que hay”.
En la ciudad de Persan, al sur de París, donde los alborotadores destrozaron las ventanas del ayuntamiento y dañaron su fachada en un incendio provocado, decenas de residentes locales denunciaron los disturbios, una de las decenas de "concentraciones ciudadanas" similares en todo el país el lunes.
“Que lo oigan estos malhechores y que sepan que el odio nunca prevalecerá”, les dijo el alcalde Valentin Ratieuville.
Algunos transeúntes se enzarzaron en un animado debate sobre quién era el culpable de los disturbios, revelando las divisiones identitarias que atraviesan la sociedad francesa.
"Deberíamos recortarlo todo, las ayudas familiares, todo lo relacionado con los subsidios sociales. Si no están contentos, que vuelvan a su país", dijo un pensionista que se identificó como Alain.
"Sí, señor, pero déjeme decirle una cosa. Puede que tengan orígenes extranjeros, antepasados extranjeros, pero estos chicos son franceses", respondió Fatma, con la cabeza cubierta por un pañuelo islámico.
En Nanterre, en la periferia oeste de París, flores y otros homenajes marcan el lugar donde Nahel falleció hace casi una semana. Las pintadas claman venganza.
El agente de policía implicado ha reconocido haber efectuado un disparo mortal. Su abogado, Laurent-Franck Lienard, ha declarado que no tenía intención de matar al adolescente.
(Con información de Reuters y AFP)
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