El fallido motín del Grupo Wagner la semana pasada, con el que su líder Yevgeny Prigozhin avanzó hacia Moscú con el fin de derribar a la cúpula militar del Kremlin, dejó más dudas que certezas.
Una de ellas era el destino de los mercenarios de esta compañía que, el pasado sábado, realizaron un giro 180° en su ofensiva y detuvieron su marcha hacia la capital rusa. Horas más tarde abandonaron la ciudad sureña de Rostov del Don y, desde entonces, mantienen un perfil bajo.
Con el correr de los días se supo que fue el presidente Aleksandr Lukashenko, aliado de Vladimir Putin en la vecina Bielorrusia, quien medió entre el Kremlin y el grupo y, por ello, no sorprendió que, días más tarde, ofreciera a los oficiales de Wagner asilo en su país.
Mientras Moscú se debatía -y hasta se desdecía en sus declaraciones- sobre los castigos o las posibilidades que deparaban a estos paramilitares, Lukashenko les abrió las puertas de su país, sin mayores inconvenientes.
Lo que nunca se supo era dónde se alojarían estos miles de soldados o, inclusive, qué rol tendrían en la nueva nación, que desde un primer momento sostuvo que “podría beneficiarse” de sus conocimientos y entrenamiento.
El misterio, sin embargo, se habría develado. Una serie de imágenes satelitales tomadas por la compañía Planet Labs PLC muestran lo que parece ser un campamento militar en Bielorrusia, recién construido.
El sitio en cuestión se ubica a unos 21 kilómetros de la ciudad de Osipovichi, a unos 103 kilómetros de la capital, Minsk, y 230 kilómetros al norte de la frontera con Ucrania. Hasta el 2018, el predio albergó a la 465° Brigada de Misiles del país y sus misiles Iskander -capaces de transportar ojivas convencionales y nucleares- pero, tras la reubicación de tropas que se llevó a cabo entonces, no se había registrado actividad nuevamente.
En las últimas semanas comenzó a registrarse actividad en la zona nuevamente. El martes, dos días después de que las fuerzas de Wagner detuvieran su marcha hacia Moscú, el satélite captó las primeras transformaciones sobre el predio.
Las primeras evidencias mostraron al menos seis filas de estructuras temporales similares a tiendas de campaña, en línea con la disposición que suelen tener estos campamentos militares en Rusia y Bielorrusia.
También, coinciden con los anuncios del Presidente en los que aseguró que había ofrecido a los combatientes una “unidad militar abandonada” para establecerse mientras que el líder del grupo guerrillero opositor BYPOL, Aliaksandr Azarau, confirmó a la agencia The Associated Press que en efecto se trata de la nueva base de Wagner en el país.
“Les ofrecimos una de las bases abandonadas. Hay una valla, todo está allí. Adelante, instalen tiendas. Los ayudaremos en lo que podamos”, dijo el dictador recientemente.
En registros del 15 de junio, un par de semanas antes, no hay rastros de dichas estructuras.
Ucrania estima que son cerca de 8.000 los combatientes de Wagner que llegaron en los últimos días al país, en busca de refugio y huyendo de la Justicia rusa, conocida por sus violaciones a los derechos humanos y su firmeza y falta de transparencia en los procesos.
Es por ello que, mientras se define el real futuro de estos mercenarios -que nunca dejaron de ser una amenaza latente para Kiev-, Andriy Demchenko confirmó que se reforzarán los 1.084 kilómetros de frontera que comparten con Bielorrusia.
Ahora, entonces, los interrogantes son menos. Conociendo el paradero de Wagner, sólo resta esclarecer su nuevo rol en este escenario. Aunque el Kremlin haya confirmado que ya no participarán de la ofensiva en Ucrania, sería muy inocente creer que se limitarán a luchar en África y abandonarán por completo su gran influencia en la zona.
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