Mientras la atención global sigue concentrada en la invasión rusa a Ucrania, Irán continúa avanzando en su programa nuclear. En las últimas semanas las noticias provenientes de Teherán encendieron todas las alarmas en Estados Unidos. La movida encontró a la Administración Biden en una posición de desventaja con la imposibilidad de regresar de inmediato a un acuerdo de fondo con Irán después del fracaso del firmado en 2015. Ante esta situación, Washington lanzó un esfuerzo diplomático “silencioso” que ya tuvo sus frutos gracias a la ayuda de los gobiernos aliados de Irak y Omán y a pesar de la dura oposición que presentó Israel.
El objetivo de Estados Unidos es alcanzar un acuerdo informal y no escrito, que en círculos diplomáticos denominan como un “alto al fuego político”. Se trataría de evitar una nueva escalada dentro de la relación hostil que prevalece entre ambos países desde hace 45 años y que se vuelve aún más tensa a medida que Irán acumula reservas de uranio altamente enriquecido de una pureza próxima a la necesaria para un arma de destrucción masiva, suministra a Rusia drones kamikazes para ser usados en su invasión a Ucrania y reprime brutalmente las protestas políticas internas.
Las conversaciones indirectas comenzaron hace un mes en Omán y tenían el objetivo básico de ver si había voluntad por parte de Teherán de restablecer el acuerdo nuclear de 2015. Ese acuerdo, firmado el 14 de julio de 2015 con el aval de Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China, establecía que Irán eliminaría sus reservas de uranio enriquecido medio, disminuiría sus reservas de uranio enriquecido bajo en un 98% y reduciría en dos tercios sus centrifugadoras de gas durante trece años a cambio de un alivio de las sanciones económicas internacionales. Dos años más tarde, el entonces presidente Donald Trump, se negó a ratificarlo aduciendo que el gobierno iraní no estaba cumpliendo con los plazos acordados e impuso nuevas sanciones.
Ahora, con el nuevo pacto, Irán se comprometería a no enriquecer uranio más allá de su nivel de producción actual del 60 por ciento de pureza. Se trata de un nivel de pureza cercano pero inferior al 90% necesario para fabricar un arma nuclear. Estados Unidos viene advirtiendo que, si se llegara a ese punto, se vería “forzado a una respuesta severa” e Israel tiene preparado un plan de ataque a las centrales nucleares iraníes si esto sucediera.
Dentro del acuerdo, Irán también detendría los ataques contra las fuerzas y los contratistas estadounidenses en Siria e Irak por parte de los grupos que financia en esos países, ampliaría su cooperación con los inspectores nucleares internacionales y se abstendría de vender misiles balísticos a Rusia. Por su parte, Estados Unidos levantaría una buena parte de las sanciones económicas que prevalecen contra el régimen de los ayathollas. Como señal de buena voluntad, ya permitió que el gobierno de Irak pague una deuda que mantenía con Irán por el suministro de gas y energía eléctrica que superaba los 2.700 millones de dólares. Según el Departamento de Estado, el dinero estaría “restringido al uso por parte de terceros proveedores aprobados por Estados Unidos para alimentos y medicinas destinados a los ciudadanos iraníes”.
Esto parece encajar dentro de una iniciativa más amplia de Estados Unidos para reducir las tensiones con Irán, según lo exponen los especialistas Eric Brewer y Henry Rome en un reciente ensayo publicado en la revista Foreign Affairs. “Si la administración Biden ha renunciado al Plan A -reactivar el JCPOA (como se denomina en la jerga diplomática al acuerdo nuclear iraní de 2015)- también ha evitado pasar al Plan B propuesto por muchos analistas y funcionarios israelíes: ejercer mayor presión económica, política y militar sobre Teherán. En su lugar, ha optado por el Plan C, un intento de evitar los peores resultados del enfrentamiento nuclear con Irán, manteniendo al mismo tiempo la posibilidad de resolverlo en el futuro”, escribieron Brewer y Rome.
De esta manera, según los expertos, Washington pretende evitar la arriesgada escalada que podría conllevar un aumento de la presión y alargar el proceso hacia a una solución diplomática de mayor alcance con la esperanza de que las condiciones para un nuevo acuerdo que sustituya al JCPOA se vuelvan más favorables con el tiempo. “Washington espera que una combinación de simulacros a gran escala con Israel, las amenazas israelíes de utilizar la fuerza militar contra Irán, las repetidas declaraciones de Estados Unidos de que no permitirá que Irán adquiera un arma nuclear y las advertencias de Europa de que enriquecer uranio al 90 por ciento desencadenaría la reimposición de las sanciones de la ONU, disuadan a Teherán de producir material apto para bombas”, explican.
Según Ali Vaez, director para Irán del International Crisis Group, una organización dedicada a la prevención de conflictos, “nada de todo lo que sabemos hasta ahora pretende alcanzar un acuerdo innovador”. En su lugar, el objetivo es “poner coto a cualquier actividad que básicamente cruce una línea roja o ponga a cualquiera de las partes en situación de tomar represalias que desestabilicen el statu quo”, indicó al New York Times. “El objetivo es estabilizar las tensiones, crear tiempo y espacio para discutir la futura diplomacia y el acuerdo nuclear”, agregó Vaez.
Según revelaron fuentes israelíes, Irán también espera que Estados Unidos descongele miles de millones de dólares en activos iraníes, cuyo uso se limitaría a fines humanitarios, a cambio de la liberación de tres presos estadounidenses de origen iraní que Washington considera detenidos políticos. Las autoridades estadounidenses siguen sin confirmar el vínculo entre los prisioneros y el dinero, ni la conexión entre los prisioneros y el tema nuclear. Aunque se sabe que Israel lanzó varias iniciáticas contra estos acuerdos porque cree que el dinero que consigan los ayatollahs va a terminar financiando las acciones de organizaciones como Hamas de la Franja de Gaza y el Hezbollah libanés contra los intereses de Tel Aviv. Particularmente, preocupa que los funcionarios iraníes también estén intentando reclamar unos 7.000 millones de dólares en pagos de compras de petróleo retenidos en Corea del Sur que habrían sido vinculados a la liberación de los prisioneros estadounidenses. Según reveló el Financial Times, ese dinero también se destinaría a fines humanitarios y se depositaría en un banco qatarí, aunque los israelíes siguen sospechando que terminaría en manos de organizaciones terroristas.
“Estados Unidos parece estar dejando claro a Irán que, si llega al 90 por ciento (de enriquecimiento de uranio), pagará un precio muy alto”, comentó al New York Times Dennis Ross, el diplomático estadounidense de enorme trayectoria en Medio Oriente. Ross agregó que la administración Biden busca evitar por todos los medios una nueva crisis con Irán. “Quieren que la prioridad y el centro de atención sigan siendo Ucrania y Rusia”, dijo. “Tener una guerra en Oriente Medio, donde sabes cómo empieza pero nunca cómo termina, eso es lo último que quieren”.
Oficialmente, el Departamento de Estado sigue negando el avance diplomático. El portavoz Matthew Miller, dijo que “los rumores sobre un acuerdo nuclear -interino o no- son falsos o engañosos.” “Nuestra política número 1 es garantizar que Irán nunca obtenga un arma nuclear, por lo que, por supuesto, hemos estado vigilando las actividades de enriquecimiento nuclear de Irán”, añadió Miller. “Creemos que la diplomacia es el mejor camino para ayudar a conseguirlo, pero nos estamos preparando para todas las opciones y contingencias posibles”. En Washington se cree que la Casa Blanca está intentando mantener los acuerdos en los carriles “informales” para no depender de ninguna aprobación por parte del Congreso, algo que llevaría a unas largas negociaciones y enfrentamientos con el ala “trumpista” de los Republicanos.
Pero la señal de que el acuerdo está muy próximo a concretarse provino esta vez de Teherán. En un inesperado cambio retórico, el líder supremo, el ayatolá Alí Khamenei, dijo que podría respaldar un acuerdo con Occidente “si la infraestructura nuclear iraní se mantenía intacta”. Khamenei también afirmó que “Irán debería mantener al menos cierta cooperación” con los inspectores nucleares internacionales.
El acuerdo parecería tener el mismo objetivo tanto para Irán como para Estados Unidos: comprar tiempo. Teherán lo hace con la esperanza de encontrarse cada vez más cerca de su objetivo de tener el uranio enriquecido necesario para su tan mentada bomba nuclear. Para Washington, es sacarse un problema inminente de encima y continuar enfocado en su enfrentamiento con Rusia por la invasión a Ucrania y con China por el predominio en la revolución científico-tecnológica que estamos viviendo.
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