La esperada contraofensiva finalmente ya comenzó. Con una particularidad: no es masiva. O al menos eso parecería, de acuerdo a los reportes que se conocen de diferentes lugares en el sur de Ucrania. El contraataque se intensificó días después de que el pasado 6 de junio se destruyera la represa de la Central Hidroeléctrica de Kakhovka.
Los primeros golpes fueron de reconocimiento, como aseguraron fuentes militares ucranianas a Infobae. Querían conocer cómo reaccionaría Rusia a esos embates tácticos. “Esta no es la verdadera contraofensiva”, señaló en off the record uno de esos informantes cuando se le consultó por las incursiones en diversas poblaciones sureñas hace menos de una semana.
El lado ucraniano está confiado en su estrategia y en sus posibilidades. Cree que las tropas rusas atraviesan momentos de gran precariedad. Los invasores enviados por Vladimir Putin al frente están, sobre todo, mal entrenados. Pero también con la moral por el piso, enterrada en las profundidades de las trincheras que cavaron. Imágenes de comienzos del Siglo XX. Tampoco cuentan con las municiones necesarias para estar tranquilos ante el incipiente ataque.
La destrucción de la represa -cuya autoría parecería recaer sobre Rusia- perjudicó, paradójicamente, las posiciones y fortificaciones de los ocupantes. De acuerdo al Institute for the Study of War (ISW) -un think tank basado en Washington- las inundaciones arruinaron al menos doce asentamientos de la orilla izquierda del río Dnipro. Esto provocó que las líneas rusas debieran retroceder al menos diez kilómetros.
“Las inundaciones han destruido muchas fortificaciones de campaña rusas de primera línea que el ejército ruso pretendía utilizar para defenderse de los ataques ucranianos. Es probable que las rápidas inundaciones hayan obligado a retirarse al personal y el equipo militar rusos en los principales puntos de concentración rusos de Oleshky y Hola Prystan”, señala un informe de ISW.
Igor Girkin, un ex militar acusado de crímenes de guerra que ahora lanzó un partido ultranacionalista, cree que será fundamental defender “el frente Dnipro”. “Si el enemigo tiene éxito aquí y crea una cabeza de puente amplia y profunda, la estabilidad de todo el Frente Sur se verá seriamente sacudida”, dice este coronel y ex miembro del Servicio Federal de Seguridad que participó de la anexión de Crimea en 2014. También cree que será inevitable que Putin convoque a una nueva movilización para reemplazar a las agotadas fuerzas rusas. La historia se repetirá: estarán mal entrenados y sin saber cuál es el objetivo de su pelea. ¿Qué hacemos aquí? Pero sobre todo tendrá un impacto político y social dentro de Rusia. ¿Qué hacemos allí?
El Kremlin, en tanto, continúa empleando las mismas tácticas bélicas desde el comienzo: disparar a los civiles. Este martes bombardeó la ciudad natal del presidente ucraniano Volodimir Zelensky, Kryvyi Rih. En un ataque contra un edificio murieron 11 civiles. “Más misiles terroristas”, escribió Zelensky en sus redes. “Los asesinos rusos continúan su guerra contra edificios residenciales, ciudades ordinarias y personas”.
Moscú, por el momento, no reconoce ningún avance ucraniano. Por el contrario, afirma que se han repelido los intentos por recuperar terreno. Busca agrandar los nimios éxitos puntuales contra la promocionada “contraofensiva”. El Ministerio de Defensa declaró que se rechazaron ataques ucranianos cerca de Makarivka, Rivnopil y Prechystivka. Para ilustrarlo mostraron un tanque alemán Leopard y un vehículo blindado Bradley destruidos.
Sin embargo, existe un misterio que confirmaría la aseveración de una de las fuentes ucranianas que habló con Infobae. La verdadera contraofensiva aún no comenzó. Ni tropas ucranianas ni despliegue masivo de vehículos fueron vistos, por el momento, en el terreno asaltado: ni en el sur, ni en el este. Tic-tac. Las agujas corren.
Pero Ucrania deberá ser paciente. Pese a la alta motivación y la mejor preparación de las fuerzas ucranianas, la misión no será sencilla. Existen voces que creen que Rusia está en mejores condiciones de lo que cree el comando de Kiev. Richard Barrons, general retirado del Reino Unido, dijo a la agencia Associated Press que el ejército ruso ha construido líneas defensivas “de manual” y ha ajustado sus tácticas, tras las humillaciones en Kherson o Kharkiv.
Barrons destacó además la mejora de la capacidad rusa tanto para contrarrestar como para utilizar drones. También resaltó otro aprendizaje fundamental de Moscú: mantener los depósitos de municiones fuera del alcance de la artillería. ¿Será esto suficiente para repeler el renovado poder militar de Ucrania?
Las próximas semanas serán decisivas. Se sabrá hasta qué punto la contraofensiva podría ser exitosa al punto de expulsar a los invasores de su territorio. Por el contrario, de no conseguirlo en los meses más cálidos, podría generar una situación de escasa movilidad de ambas partes. Un punto muerto que clonaría y multiplicaría varios Bakhmut a lo largo de los mil kilómetros de trincheras rusas.
Twitter: @TotiPI
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