Cuando se cumplió la movilización número catorce que busca forzar la derogación de la reforma de las pensiones, ahora otra promesa incumplida de Emmanuel Macron irrita a los ya catárticos franceses. Los estudios recientes sobre fiscalidad revelan que el trabajo sigue más gravado que el capital en Francia, a pesar de la iniciativa que proyectaba implementar el jefe de Estado para detener la “renta vitalicia”.
Un trabajo del Instituto de Políticas Públicas, revelado el martes 6 de junio, sobre la base de información oficial de la administración tributaria gala, devolvió al pais el debate sobre la tributación del capital de rentas muy altas. Los “ultra ricos” pagan menos impuestos, confirma el estudio.
La secuencia de esta discusión es de larga data en el país, una histórica tensión contra los superricos. Incluso, los últimos meses han estado alimentados por debates sobre el impacto que el estilo de vida de estas personas tiene en la ecología: aviones privados y gastos excesivo de energía en tiempos de sobriedad y precios por las nubes.
Para muchos, hace tiempo en el hexágono toma forma un movimiento “anti-ricos”, del cual los ecologistas suelen ser los que más duro contra ese segmento más favorecido de la sociedad.
En una reciente investigación, cuatro economistas del Instituto de Políticas Públicas, pertenecientes a la Escuela de Economía de París, concluyeron que para los hogares muy ricos, el impuesto es regresivo. La tasa efectiva que paga el 0,1% de más ingresos disminuye a medida que se asciende en la escala de ingresos, pasando del 46% al ingreso de esta población al 26% para los 75 hogares en la parte superior de la pirámide de dinero.
Si bien el sentimiento empresarial, sobre todo extranjero, tiene a Francia como uno de los países mas restrictivos y de alta presión fiscal, en un contexto socialmente tenso, con finanzas públicas exhaustas por las múltiples crisis, ahora esta confirmación pone sobre la mesa la tributación en un país que acaba de aumentar el umbral de pensiones a 64 años para equilibrar las arcas públicas.
La interpelación social a los sectores acomodados tuvo su punto más alto en enero pasado cuando la nueva jefa de los Verdes, Marine Tondelier, declaró “queremos una Francia sin multimillonarios “, contrariando las políticas de atracción de inversiones del Palacio del Elíseo.
Esta posición intransigente aprovechó la campaña de una plataforma de 200 grandes fortunas que exigió, en el marco de la cumbre económica de Davos, que los Estados graben con tasas más fuertes a las grandes tenencias. Fue entonces cuando el ministro de economía galo, Bruno Le Maire, aconsejó a los firmantes del llamamiento radicarse en Francia, donde serían justamente tratados.
Además, los franceses también sienten cierto orgullo de que el amo de LVMH se haya convertido en la primera fortuna del planeta. El propietario de las mejores marcas, Bernard Arnault, el emperador del lujo, tiene un imperio valorado en 410.000 millones de euros.
Los autores del estudio fueron precisos. Laurent Bach, Antoine Bozio, Arthur Guillouzouic y Clément Malgouyres, quienes tuvieron las llaves para acceder a los datos de Bercy, es decir, al palacio de finanzas galo, investigaron el “ingreso económico” de los hogares más ricos, a partir de los ingresos y los impuestos efectivamente pagados.
Los balances que analizaron fueron del año 2016, por lo tanto previos a las reformas de Emmanuel Macron. Entre algunas medidas se encuentra la abolición del impuesto solidario sobre la riqueza (ISF), introducción del “impuesto único” sobre los ingresos de capital o una tasa impositiva corporativa más baja.
Las conclusiones de estudio se hicieron públicas el mismo día que en las calles de Francia se llevaba a cabo la marcha número catorce en rechazo a la reforma de las pensiones. Una de las justificaciones para modificar el umbral de salida de los trabajadores a los 64 años fue equilibrar las arcas previsionales.
Frente al malestar que despierta esta posibilidad, Ministerio de Economía mostró reparos a este alegato de que los ricos tienen en Francia un paraíso. De acuerdo con Bercy, estos hogares son “muy móviles” y la regresividad destacada “no es específica de Francia”.
Miembros del equipo del titular de finanzas, Bruno Le Maire, también consideran “peligroso” equiparar los ingresos personales con los de las empresas, no estando las sumas estrictamente disponibles para los primeros. “Las utilidades retenidas no pueden considerarse dividendos, a veces se reinvierten en la empresa y crean riqueza " , agregaron para evitar cierta ira que pueda sumar al descontento ya existente entre los franceses.
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