La crisis demográfica de Japón empeora a medida que la población se reduce y envejece rápidamente. En 2022, la tasa de natalidad cayó a un mínimo histórico, en medio de las advertencias del primer ministro Fumio Kishida de que sólo queda una “última oportunidad” para intentar detener el drástico declive. Sin embargo, una solución a la crisis pareciera haberse encontrado en una pequeña localidad rural del país: Nagi, la “ciudad milagrosa”.
En este pueblo de seis mil habitantes, ubicado en el sur de Japón, la tasa de fertilidad —el número de hijos que una mujer puede esperar tener a lo largo de su vida— se duplicó con creces, pasando de 1,4 a 2,68 en 2021. Superior a la tasa de 2,07 que se considera necesaria para mantener una población estable y más del doble de la media nacional de 1,3.
Un “milagro”, justamente, en un país como Japón, donde la tasa de natalidad baja desde hace años sin cambios de tendencia a la vista. En 2022 cayó por séptimo año consecutivo a un mínimo histórico, según informó el la semana pasada el Ministerio de Sanidad. El año pasado, el archipiélago registró además menos de 800.000 nacimientos, el número más bajo desde 1899, cuando se establecieron las estadísticas.
El descenso de la natalidad tiene como consecuencia el envejecimiento de la población. Casi un 30% de los 125 millones de habitantes de Japón tienen 65 años o más, un récord mundial después del microestado de Mónaco. Según las previsiones más recientes del gobierno, a este ritmo la población bajará a 87 millones en 2070. El descenso de la población viene acompañado de una economía menguante, una enorme presión sobre las familias y una mano de obra sobrecargada.
En este contexto, Nagi destacó como una excepción notable, convirtiéndose en un ejemplo observado de cerca por las autoridades.
Allí, según las estadísticas municipales, el 47% de los hogares tienen tres o más hijos.
¿Cómo lo logró? Gracias a dos décadas de políticas destinadas a apoyar a las familias a través de generosos incentivos económicos e involucrando a todos los miembros de la comunidad en la educación de sus residentes más jóvenes, según explicó una nota del diario The Guardian.
“Hacer algo contra el descenso de la natalidad no tiene que ver sólo con los niños. Adoptamos un enfoque holístico, y por eso intentamos implicar a los residentes de más edad”, dijo al periódico británico Takamasa Matsushita, padre de dos niños pequeños y jefe de la división de información y planificación de la ciudad.
Todo comenzó en 2002, después de que los residentes votaran en un referéndum a favor de no fusionarse con las ciudades cercanas. En ese momento, las autoridades se dieron cuenta de que Nagi sólo sobreviviría si conseguía estabilizar, e incluso aumentar, su población.
Para ello, la ciudad ofrece incentivos para las familias jóvenes: casas de tres habitaciones por un alquiler mensual relativamente bajo de 50.000 yenes (350 dólares) y un pago único de 100.000 yenes (700 dólares) por el nacimiento de cada hijo, con incentivos económicos crecientes hasta el quinto hijo nacido en la misma familia.
Además, los niños reciben asistencia sanitaria gratuita hasta los 18 años y las familias no pagan ni un yen por los libros de texto hasta que terminan la enseñanza obligatoria a los 15 años. Las comidas escolares están subvencionadas, y los adolescentes que cursan la escuela fuera de la ciudad sólo pagan una parte del billete de autobús.
La otra arista del enfoque holístico de Nagi involucra a la ciudadanía en su conjunto. Esto se logra a través de guarderías donde por 300 yenes la hora (unos 2 dólares), los padres pueden dejar a sus hijos al cuidado de otras madres, del personal y de voluntarios mayores y tener así tiempo para trabajar, hacer mandados o acudir a una cita con el médico.
Por eso, el número de personas que se trasladan a la ciudad está aumentando y se espera que siga haciéndolo.
Un modelo, el de Nagi, que el gobierno parece haber adoptado: tras visitar la ciudad en febrero, Kishida anunció un plan de ayudas a las familias de 25.000 millones de dólares que prevé un aumento de las ayudas directas a los progenitores, ayuda financiera para la educación de los hijos y los cuidados prenatales y la promoción de horarios de trabajo flexibles, así como de un permiso parental para los padres. Los detalles del plan serán presentados este mes.
“Dentro de seis o siete años, será la última oportunidad para invertir la tendencia descendente de la natalidad”, advirtió Kishida. “Quiero crear una sociedad en la que los jóvenes puedan casarse como quieran, y en la que todos los que lo deseen puedan tener hijos y criarlos sin estrés”, añadió.
Según los expertos, son múltiples las causas que derivan en la baja natalidad en Japón, entre ellas, una rígida estructura familiar. Sólo 2,4% de los nacimientos en el país son fuera del matrimonio, la cifra más baja de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Los analistas también señalan las condiciones económicas, ya que el bajo crecimiento del país no alienta a las parejas a tener hijos.
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