“Una guerra por Taiwán destruiría la isla y a la economía mundial por los chips fabricados allí”. Esa advertencia la hizo meses atrás el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger (1973–1977), una de las voces más autorizadas para explicar las tensas relaciones entre Estados Unidos y China.
Es que mientras gran parte del mundo mantiene su atención a lo que sucede en Ucrania por la invasión rusa, en la isla de Taiwán cada vez es mayor el temor a una posible incursión militar de China.
Las últimas maniobras militares realizadas por el Ejército chino en torno a Taiwán, sumado a las visitas a Taipéi de altos funcionarios norteamericanos, han tensado como nunca antes las ya difíciles relaciones entre Beijing y Washington.
Pero, ¿por qué Kissinger habla de una destrucción de la economía mundial en caso de una guerra en el este de Asia?
En la década de los 60 Taiwán inició un proceso de industrialización reforzado por su estrecho vínculo con Estados Unidos. En 1973 se creó el Instituto de Investigación Industrial y Tecnología con el claro objetivo de hacer una fuerte apuesta a futuro a la innovación. Esto llevó al país, por ejemplo, a lograr un crecimiento anual promedio de 8,8% entre 1951 y 1987.
En 1987 se fundó la multinacional Taiwan Semiconductor Manufacturing Corporation (TSMC), dedicada a la fabricación y diseño de semiconductores por contrato. En estas casi cuatro décadas se convirtió en la compañía de semiconductores más valiosa del mundo. Actualmente la empresa cuenta con más del 56% de la cuota de mercado mundial de la industria de semiconductores. Los circuitos integrados fabricados por TSMC son utilizados por casi todas las principales empresas de semiconductores del mundo, como AMD, Apple, ARM, Broadcom, Marvell, MediaTek y Nvidia.
Así como TSMC, Taiwán cuenta con otras compañías líderes a nivel mundial en la industria tecnológica, como ASE Technology Holding Co, United Microelectronics Corp, Chunghwa Telecom Co, y Himax Technologies Inc., entre otras.
Además de fabricar semiconductores de vanguardia, Taiwán también es reconocido por sus empresas que desarrollan otros componentes cruciales, que van desde placas de circuitos impresos a avanzadas lentes para cámaras, y dirigen enormes operaciones de ensamblaje de dispositivos en China.
Más allá del importante progreso que esto ha significado para la economía de la isla, también ha creado un triángulo de interdependencia crítica entre Taiwán, China y Estados Unidos.
Uno de los casos más representativos es el de Apple. Muchos proveedores taiwaneses y estadounidenses prestan sus servicios a la compañía de la manzana desde cientos de instalaciones en China continental. Esto complica aún más el panorama en plenas tensiones.
Con cerca de 2.400 millones de unidades vendidas desde su lanzamiento en 2007 y más de 1 billón de dólares de ingresos para Apple en 15 años, el iPhone se convirtió en uno de los dispositivos de consumo más exitosos de todos los tiempos. Ese éxito se basa en una extensa cadena de suministro que produce chips, pantallas, altavoces y mucho más. Cada teléfono móvil necesita unos 1.500 componentes diferentes.
Cerca del 70% de los principales proveedores de Apple, que fabrican desde procesadores hasta carcasas, se encuentran en China (26%), Taiwán (23%) o Estados Unidos (18%).
Los componentes más valiosos, entre ellos los procesadores centrales, los módems 5G, los chips Wi-Fi y las lentes de las cámaras premium, son fabricados en Taiwán por empresas taiwanesas. En total, los proveedores de la isla representan casi 200 dólares del producto. Es decir, el 36% del costo total de materiales de cada iPhone.
En China, en tanto, se ensambla el 95% de los iPhone.
Sin alguno de estos componentes producidos en Taiwán y China, un iPhone no sería un iPhone. Por ese motivo, la empresa liderada por Tim Cook lleva años instando a sus proveedores a crear capacidad fuera de China. Actualmente cuenta con cierta capacidad de producción alternativa en países como India y Vietnam. Pero la brecha todavía es muy dispar. Es que, según un análisis de los periódicos Nikkei Asia y Financial Times, más del 80% de los 188 principales proveedores de Apple siguen teniendo al menos una instalación al servicio de la empresa en China. De esos 188, unos 151 tienen instalaciones de producción en el gigante asiático. Es decir, más del 80%. De hecho, el año pasado el total de instalaciones en China que fabrican piezas para Apple aumentó de 251 a 276.
De esta manera, los esfuerzos de más de una década por parte de Apple en construir la cadena de suministro tecnológico más sofisticada del mundo se podrían ver seriamente afectados en caso de una invasión china a Taiwán. Esta amenaza ha llevado no sólo a Apple, sino a decenas de compañías, a buscar nuevas variantes para cambiar sus estrategias de operaciones.
El pasado mes de diciembre, Tim Cook compartió un acto en Arizona con el presidente Joe Bien para celebrar que Taiwan Semiconductor Manufacturing Co trasladaba equipos a su nueva planta de chips de Phoenix, valorada en 40.000 millones de dólares. Se trata de la primera del fabricante taiwanés en suelo norteamericano en más de 20 años. De esta manera, con TSMC fabricando algunos de sus semiconductores más avanzados en Estados Unidos, Apple se garantiza poder estampar por primera vez el sello “Made in America” en los chips diseñados.
“Es la oportunidad para que Estados Unidos inicie una nueva era en la fabricación avanzada”, dijo Cook.
Sin embargo, las preocupaciones de los clientes no son recientes. Un ejecutivo de Unimicron, un fabricante de placas de circuitos impresos que suministra a Apple, Intel y otras compañías, reveló al Financial Times que hace dos años, en plena guerra comercial entre Estados Unidos y China bajo el gobierno de Donald Trump, “los clientes nos dijeron que querían opciones de producción fuera de China, así que decidimos ampliar la capacidad de fabricación en Taiwán”.
Pero a mediados del año pasado, tras la visita de la ex presidenta de la cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taipéi, esos mismos clientes también pidieron alternativas de producción “fuera de Taiwán”. ¿El motivo?: “Por temor a una guerra”.
Asimismo, varios ejecutivos tecnológicos reconocieron al diario británico que desde agosto del año pasado, empresas como Intel, AMD, Nvidia, Meta, Google y Amazon han solicitado capacidad de producción fuera de China y Taiwán.
Dell, por su parte, pretende eliminar gradualmente los chips fabricados en China para 2024.
Un ejecutivo del fabricante japonés Advantest fue contundente al hablar con Nikkei Asia y el Financial Times: “Tenemos un plan de contingencia empresarial -el llamado BCP- para prepararnos ante interrupciones de la cadena de suministro, como una guerra (...) Pero si realmente se produce un conflicto militar en el estrecho de Taiwán, sinceramente, creo que cualquier plan de contingencia será totalmente inútil. Sería el día del juicio final para la cadena de suministro de chips, y nadie quiere imaginar que eso ocurra”.
El sector tecnológico ya no sólo evalúa las consecuencias de una eventual guerra a gran escala. Un bloqueo chino a Taiwán también podría causar fuertes pérdidas económicas a nivel mundial. Según una estimación de la Asociación de la Industria de Semiconductores, una interrupción en la producción de chips en los fabricantes contratados en Taiwán podría causar casi 500.000 millones de dólares en ingresos perdidos para los fabricantes de dispositivos electrónicos que dependen de este suministro.
“La gente subestima la posición de Taiwán en la cadena de suministro. Es mucho más que semiconductores. Tenemos una cadena de suministro muy completa, desde chips, componentes, placas de circuitos impresos, carcasas, lentes, hasta el ensamblaje... Todo lo que se pueda imaginar”, afirmó un alto ejecutivo de Compal, ensamblador de productos vitales para Dell, HP y Apple.
“Si se produce una fricción militar en Taiwán, toda la cadena de suministro mundial se colapsará con toda seguridad”, añadió.
Ante este panorama, Washington está intentando acelerar el proceso, centrándose en los chips. Como sucedió con TSMC, ofrece incentivos a compañías extranjeras -entre ellas la surcoreana Samsung- para ayudar a construir la industria de semiconductores de Estados Unidos.
La planta de TSMC en Arizona, que fabricará chips ultramodernos de 3 nanómetros que podrán utilizarse en superordenadores, teléfonos inteligentes, automóviles, aviones de combate y equipos militares, se considera uno de los mayores logros de esta iniciativa.
Según una proyección de Counterpoint, si todas las inversiones previstas se llegaran a realizar, tanto las extranjeras como las nacionales, para 2027 Estados Unidos fabricará el 26% de los chips avanzados del mundo. Actualmente fabrica el 10%. Y Taiwán, en tanto, pasaría del 54% al 45% en el mismo periodo.
Este mes los líderes del G7, reunidos en Japón, se comprometieron a “reducir las dependencias excesivas en nuestras cadenas de suministro críticas”. No obstante, el régimen chino no tiene pensado quedarse de brazos cruzados y también acelera para establecer su propia supremacía tecnológica. Y en el medio, atrapado, está Taiwán, con la constante amenaza china.
“La mayoría de los ejecutivos con los que hablamos reconocen que la guerra en Ucrania ha tenido un fuerte impacto sobre sus negocios por su exposición en Rusia. Sin embargo, un conflicto entre China y Taiwán sería de una magnitud muchísimo más grande. La importancia de China en comparación con Rusia es mucho más elevada para Occidente. La dependencia de semiconductores es mucho mayor a la que Europa mantenía del gas ruso. El impacto en la economía mundial sería diez veces mayor que lo que hemos vivido hasta ahora con la guerra en Ucrania”, explicó David Bach, profesor y experto en Estrategia y Economía Política, en entrevista con el diario español El Economista.
Por lo pronto, mientras China continúa aumentando la tensión con constantes maniobras militares en las inmediaciones de la isla de Taiwán, Washington y Taipéi fortalecen su alianza a través de acuerdos comerciales y militares. El régimen de Xi Jinping avisó en más de una oportunidad que “algún día” logrará la unificación con Taiwán. Pero en los últimos tiempos decidió pasar de las advertencias a las amenazas directas. La más reciente la lanzó el portavoz del Ministerio de Defensa, el coronel Tan Kefei, quien afirmó que Beijing “aplastará” cualquier intento de independencia de Taiwán.
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