El tiempo de campaña ha llegado a su fin. Recep Tayyip Erdogan, actual mandatario, y el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu se enfrentarán este domingo en la segunda vuelta electoral que definirá quién de ellos será el próximo presidente de Turquía.
El pasado 14 de mayo, los turcos definieron una ventaja del islamista -que cosechó el 49,5% de los votos- frente al 44,9% de su principal rival y el 5,2% del tercer candidato, el ultraderechista Sinan Ogan. Esto dejó a Erdogan en una situación ventajosa ya que, con unos pocos cientos de miles de votos más, ya podría estar en condiciones de asegurar su continuidad en el Ejecutivo y prolongar, así, sus ya dos décadas en el poder.
En cambio, Kiliçdaroglu necesita más de dos millones de nuevos adherentes para alcanzarlo.
La clave, según analistas políticos, está en esos 2,8 millones de seguidores de Ogan y su definición. Erdogan ha recibido el respaldo explícito del candidato, a pesar de que los dos partidos que lo nombraron se hayan inclinado por la oposición.
Asimismo, los expertos señalan que será un factor decisivo para definir la ventaja de un candidato sobre el otro el grado de abstención del domingo. En los pasados comicios, la participación ciudadana alcanzó el 89% -si se consideran los 3 millones de votos de residentes en el extranjero-, lo que representó el nivel más alto de convocatoria electoral de la última década en Turquía y que, habrá que ver, si logra mantenerse en esta ocasión.
De todas formas, Kiliçdaroglu no ha dejado su suerte al azar y, en los últimos días, intensificó su presencia en las calles y expuso un viraje en su postura respecto a la migración y los refugiados, con lo que aspiró a cosechar algunos de los votos de los indecisos. En su discurso, prometió expulsar “a todos” en caso de llegar a la presidencia y denunció la existencia de diez millones de refugiados en el país, una cifra que dista mucho de la provista por las Naciones Unidas y que hasta ha alertado que podría crecer hasta los 30 millones.
La decisión del candidato de poner a este sector en el foco del debate político lo llevó, incluso, a declarar la necesidad de su victoria “para salvar al país del terrorismo y los refugiados” y apuntar contra su rival, a quien acusa de no deportar a tiempo a estas personas.
“Tenemos un plan. Enviaremos a los refugiados de vuelta a su país en dos años, como mucho”, prometió en un acto de campaña.
Por su parte, Erdogan se mantuvo más omnipresente en los escenarios y centró sus promesas en “el siglo de Turquía” -en coincidencia con el centenario de la creación del país-. También, este sábado, decidió mostrarse por última vez antes de emitir su voto en la tumba de quien fue su modelo político y del partido AKP, que lo acompañó a su ascenso al poder a principios de los 2000.
El Presidente visitó el mausoleo del ex primer ministro Adnan Menderes en Estambul, un sitio especial para la derecha conservadora turca y en quien Erdogan se proyecta.
“Se acabó la época de los golpes de Estado (...): mañana será un día especial para todos nosotros”, dijo confiado.
La polémica por la exposición
Si bien Erdogan se ha mostrado menos interesado en aparecer en público, la organización Reporteros Sin Fronteras denunció que la televisión pública TRT dio al presidente “sesenta veces más tiempo de antena” que a su rival, quien reclamó, a su vez, numerosas trabas en su campaña.
Según Kiliçdaroglu, en algunas ciudades se prohibieron las pantallas que su partido había instalado para retransmitir sus entrevistas, así como un “total bloqueo” de las operadoras de telefonía móvil que impidió el envío de mensajes de texto de su partido.
(Con información de AFP, EFE y Europa Press)
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