“Nuestro hogar está en llamas ahora, pero fue construido para estallar. Fue construido para este tipo de peligro porque se construyó sobre la desigualdad y la opresión sistemática”, denunciaba durante una entrevista con Infobae en 2021 la intelectual y activista ambiental Naomi Klein. Esto de evidencia cada vez más con el aumento de la ocurrencia de extremos meteorológicos, climáticos e hídricos en todo el mundo. Porque los desastres naturales no sólo han causado millones de muertes a nivel global, sino que han obstaculizado de manera directa e indirecta el desarrollo social y económico de naciones enteras.
Avalanchas, sequías, olas de calor, inundaciones, incendios forestales, tornados, ciclones tropicales y deslizamientos de tierra son tan sólo algunos de los fenómenos que han devastado comunidades enteras.
La Organización Meteorológica Mundial, creada en 1950 en el seno de la ONU, actualizó su Atlas de mortalidad y pérdidas económicas por amenazas relacionadas con el tiempo, el clima y el agua, y sus datos ahora cubren el período de 1970 a 2021. De esta actualización se desprenden datos devastadores: los fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos causaron 11.778 desastres que ocasionaron más de 2 millones de muertes y 4,3 billones de dólares en pérdidas económicas.
Mientras que gracias a la mejora de las alertas tempranas y la gestión coordinada de desastres en el último medio siglo el número de víctimas mortales se ha reducido drásticamente -más del 90% de las muertes registradas en todo el mundo se produjeron en países en desarrollo-, las pérdidas económicas se han disparado.
Sólo en los Estados Unidos se registraron pérdidas por valor de 1,7 billones de dólares, lo que representa el 39% de las pérdidas económicas mundiales en los 51 años que abarca el Atlas de la OMM. Sin embargo, en los países más pobres y pequeños, las pérdidas fueron desproporcionadamente altas en relación con el tamaño de sus economías.
“Desgraciadamente, las comunidades más vulnerables se llevan la peor parte de los peligros meteorológicos, climáticos e hidrológicos”, declaró el secretario general de la OMM, el profesor Petteri Taalas. “La tormenta ciclónica extremadamente fuerte Mocha es un ejemplo de ello. Causó una devastación generalizada en Myanmar y Bangladesh y afectó a los grupos más pobres de la población. Antes, en ambos países se registraban decenas e incluso cientos de miles de víctimas mortales. Afortunadamente, gracias a las alertas tempranas y a la gestión de desastres, estas tasas de mortalidad catastróficas han pasado a la historia. Las alertas tempranas salvan vidas”.
El número de muertes registrado por la publicación -que se realizó a partir de la Base de Datos Internacional de Desastres (EM-DAT) del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres (CRED)- en 2020 y 2021 es 22.608, cifra que pone en evidencia un nuevo descenso de la mortalidad en relación con la media anual del decenio anterior. Pero las pérdidas económicas aumentaron, así como el impacto en las naciones menos poderosas.
Más del 60% de las pérdidas económicas debidas a desastres se registraron en economías desarrolladas, pero representaron menos del 0,1% del producto bruto interno (PBI) de las respectivas economías en más de cuatro quintas partes de estos desastres. En cambio, en los países menos adelantados, el 7% de los desastres que causaron pérdidas económicas tuvieron un impacto equivalente a más del 5% del PBI de los países afectados.
En los pequeños Estados insulares en desarrollo, el 20% de los desastres que causaron pérdidas económicas tuvieron un impacto equivalente a más del 5% del PBI de los países afectados y algunos desastres causaron pérdidas económicas superiores al 100% de los respectivos PBI.
En África, entre 1970 y 2021 se registraron 1.839 desastres relacionados con fenómenos extremos, que causaron 733.585 muertes y 43.000 millones de dólares en pérdidas económicas. Las sequías fueron la causa del 95% de las muertes registradas. El ciclón tropical Idai, en marzo de 2019, fue el episodio meteorológico qué más pérdidas económicas causó en este continente: 2.100 millones de dólares.
Por otra parte, en Asia se registraron 3.612 desastres que causaron 984.263 muertes y 1,4 billones de dólares en pérdidas económicas durante el mismo período. Se produjo el 47% de todas las muertes registradas en el mundo, de las cuales los ciclones tropicales fueron la principal causa. Bangladesh presenta el mayor número de víctimas mortales de Asia, con 520.758 a causa de 281 episodios.
En América del Sur se registraron 943 desastres -de los cuales las crecidas representan el 61%- y causaron 58.484 muertes y 115.200 millones de dólares en pérdidas económicas. En América del Norte, América Central y el Caribe se registraron 2.107 desastres naturales extremos que causaron 77.454 muertes y pérdidas económicas por valor de 2 billones de dólares.
Mientras, en el suroeste del Pacífico se registraron 1.493 desastres relacionados con fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos que causaron 66.951 muertes y 185.800 millones de dólares en pérdidas económicas. Los ciclones tropicales fueron la principal causa de muerte.
Finalmente, en Europa se registraron 1.784 desastres que causaron 166.492 muertes y 562.000 millones de dólares en pérdidas económicas.
En esta Región se produjeron el 8% de las muertes registradas en todo el mundo entre 1970 y 2021. Las temperaturas extremas fueron la principal causa de las muertes registradas y las crecidas, la principal causa de las pérdidas económicas.
“Las pérdidas económicas se han disparado. Pero las alertas tempranas mejoradas y la gestión coordinada de desastres han reducido drásticamente el número de víctimas humanas en el último medio siglo”, indicó la OMM. Según esta organización, el objetivo del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, es “lograr que todos los habitantes de la Tierra estén protegidos por sistemas de alerta temprana para finales de 2027″.
De acuerdo a este informe, los sistemas de alerta temprana son una medida de adaptación al clima probada y eficaz que salva vidas y cuyo rendimiento multiplica casi por diez la inversión realizada. No obstante, advierte, “sólo la mitad de los países disponen de estos sistemas y, en los pequeños Estados insulares en desarrollo, los países menos adelantados y África, la cobertura es especialmente baja”.
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