Por qué la elección en Turquía es la más importante del año

Las encuestas indican que Recep Erdogan podría perder después de 20 años en el poder ante una oposición amplia y democrática. Sería un cambio profundo para el país después de dos décadas bajo un régimen autocrático islamista

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Las encuestas indican que Recep Erdogan podría perder después de 20 años en el poder ante una oposición amplia y democrática. Sería un cambio profundo para el país después de dos décadas bajo un régimen autocrático islamista. (REUTERS)
Las encuestas indican que Recep Erdogan podría perder después de 20 años en el poder ante una oposición amplia y democrática. Sería un cambio profundo para el país después de dos décadas bajo un régimen autocrático islamista. (REUTERS)

La ciudad de Adiyaman, en el sureste de Turquía, llevaba el nombre árabe de Hisnimansur hasta 1926. Era tan difícil de pronunciar para los turcos que la gente se refería a la ciudad como “adi yaman”, ‘nombre difícil’. Ese es el nombre oficial que le quedó. Fue desde siempre un lugar de inmigrantes y en los últimos años, la ciudad que más creció en población en el país. El epicentro de la nueva clase media que se benefició con las reformas del presidente Recep Tayyip Erdoğan. Allí el oficialista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) obtuvo el 67% de los votos en la elección de 2018, el porcentaje más alto de todo el país. Hoy Adiyaman es una ciudad fantasma destruida por el terremoto del 7 de febrero que dejó 55.000 muertos a nivel nacional. La mayoría de los que permanecen allí siguen viviendo en carpas. Perdieron todo. Y se preguntan: “devlet nerede” ¿dónde está el Estado?

Kayseri, en el centro de la Anatolia, la antigua Cesárea, es otro buen ejemplo de los cambios que se produjeron en Turquía y que pasaron de ser un enorme bastión del oficialismo a un voto dudoso por la situación económica que se vive allí. Erdogan reformó a fondo la economía del país cuando asumió el poder en 2003 e invirtió también en las infraestructuras y el sistema sanitario del país. Durante su primera década en el cargo, consiguió reducir a la mitad la diferencia entre la prosperidad de su país y la media de la OCDE. Entre 2003 y 2012, los inversores inyectaron 400.000 millones de dólares en Turquía, más de 10 veces que en los 20 años anteriores. La economía turca creció hasta un 10% anual. Kayseri se convirtió en un símbolo de ese ascenso. La ciudad es considerada la cuna de los “Tigres de Anatolia”, un grupo de empresarios conservadores musulmanes que se enriquecieron bajo el liderazgo del AKP. La población de la ciudad se triplicó hasta alcanzar los 1,4 millones de habitantes durante estos 20 años. Hoy, Kayseri está en recesión.

La inflación en Turquía es más alta que en cualquier otro país del G-20 excepto Argentina. Según el Instituto Turco de Estadística (TUİK), fue del 64,27% en 2022, pero el independiente Grupo de Investigación de la Inflación (ENAG), la coloca en más del doble: 137,55%. Desde 2021, la lira turca perdió la mitad de su valor frente al euro. Erdogan prometió convertir a Turquía en una de las 10 mayores economías del mundo para 2023. Nada de esto sucedió. El país descendió del puesto 17 al 19. La renta per cápita cayó de 11.300 a 9.600 dólares, en lugar de aumentar a 25.000 dólares, como predijo el presidente. La clase media conservadora del interior del país creada en estos años ya no confía en los anuncios oficiales. Tiene nuevas aspiraciones que el régimen no puede cumplir. Y es la que ahora mira a la oposición.

Desde 2021, la lira turca perdió la mitad de su valor frente al euro. La inflación del año pasado según el Instituto Turco de Estadística fue del 64,27%, pero el independiente Grupo de Investigación de la Inflación, la coloca en más del doble: 137,55%. (REUTERS/Cagla Gurdogan)
Desde 2021, la lira turca perdió la mitad de su valor frente al euro. La inflación del año pasado según el Instituto Turco de Estadística fue del 64,27%, pero el independiente Grupo de Investigación de la Inflación, la coloca en más del doble: 137,55%. (REUTERS/Cagla Gurdogan)

El tercer factor determinante es cultural/generacional y se puede ver claramente en Estambul, donde los jóvenes laicos enfrentan permanentemente su actitud liberal y pro europea contra la pequeña elite gobernante, conservadora y religiosa. La nueva Turquía fue fundada por Mustafa Kemal Atatürk en 1923 y gobernada continuamente por la élite laica que despreciaba a la población rural, estrictamente religiosa. Erdoğan llegó a principios de siglo con la promesa de romper con esa casta que él denunciaba como corrupta. Consiguió que los musulmanes devotos tuvieran más derechos y más visibilidad. Se levantaron las prohibiciones del velo en las universidades turcas y se desarrolló una nueva clase media conservadora en el corazón de Anatolia. Las redes sociales vinieron a aguarle el caldo. Los chicos se están volviendo cada vez más cosmopolitas y quieren ser como sus pares de una Europa que está a tiro de piedra.

Un estudio realizado por los analistas de opinión pública de la empresa KONDA, la más importante del país, mostró que la devoción religiosa está cayendo. Mientras que el 55% de los participantes en la encuesta se describían a sí mismos como religiosos en 2008, esa cifra había caído al 51% 10 años después. Y esta tendencia es mucho más fuerte entre los más jóvenes. La brecha generacional podría ser decisiva en estas elecciones. Los chicos de entre 18 y 25 años constituyen alrededor del 12% del electorado, y una encuesta indica que sólo el 18% de ellos tiene intención de votar al AKP.

Hay otro elemento para tener en cuenta en esta ecuación que es el religioso. Este domingo también se enfrentan dos visiones opuestas del Islam. El líder opositor Kılıçdaroğlu es aleví, una minoría en el mundo musulmán que se concentra en las zonas kurdas de Turquía. La gran mayoría de los 85 millones turcos son musulmanes sunitas y alrededor de un 20% son alevíes. A diferencia de sunitas y shiítas, los alevíes no van a la mezquita, no realizan el haj (la peregrinación a La Meca) y no ayunan durante el Ramadán. Esto los discrimina dentro de la sociedad turca más conservadora y muchas veces sufren ataques o se difunden mentiras sobre sus prácticas como que mantienen relaciones incestuosas. Nunca antes un aleví ocupó ningún cargo público importante. En general, los alevíes suelen obviar el tema y prefieren decir que no son religiosos. Por eso sorprendió cuando en el medio de la campaña, Kılıçdaroğlu envió por las redes sociales un video hablando del tema. “La identidad nos convierte en lo que somos y, por supuesto, debemos respetarla”, afirma Kılıçdaroğlu. “No podemos elegir nuestra propia herencia, nacemos con ella. Pero hay cosas muy importantes en nuestras vidas que sí podemos elegir. Ser una buena persona. Ser honesto. Tener conciencia”. El video tuvo 35 millones de reproducciones y los analistas creen que fue más efectivo que cualquier otra publicidad.

Este es el contexto en el que este domingo se realizan “las elecciones más importantes del año en el mundo” como las calificó la prestigiosa revista The Economist. Unos comicios en el que Erdogan y su AKP enfrentan a una coalición de seis partidos que van desde la centroizquierda hasta la derecha más dura formando una Alianza nacional o “la mesa de los seis” como los bautizó la prensa. Y nombraron como candidato a Kemal Kiliçdaroğlu, de 74 años, líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas en turco), secular, socialdemócrata y kemalista. Las encuestas marcan una ventaja en favor de Kilicdaroglu que se habría ido acentuando en los últimos días. De todos modos, todo indica que ninguno de los dos candidatos obtendrá una ventaja decisiva y tendrán que ir a una segunda vuelta el 28 de mayo.

Dos hombres frente a propiedades destruidas tras el terremoto en Antioquía del 7 de febrero que dejó 55.000 muertos. El sismo desnudó las falencias del Estado (REUTERS/Eloisa López)
Dos hombres frente a propiedades destruidas tras el terremoto en Antioquía del 7 de febrero que dejó 55.000 muertos. El sismo desnudó las falencias del Estado (REUTERS/Eloisa López)

La Millet İttifakı (Alianza de la Nación) de Kilicdaroglu es sobre todo una fuerza de partidos que van desde el centro-izquierda hasta la derecha nacionalista e islamista unidos con el objetivo de sacar a Erdoğan del poder y volver a un régimen de gobierno más parlamentario. Su slogan principal es el de “restaurar la democracia” en el país, un objetivo difícil ya que Erdogan se encargó en esos 20 años de crear un duro entramado de conservadores islamistas en todos los estamentos del Estado. Tras la purga que realizó con el intento de golpe de Estado de 2016 y la permanente persecución de la minoría kurda, se aseguró de controlar cualquier oposición más allá de lo institucional. Los medios de comunicación independientes fueron ahogados por la falta de recursos y publicidad oficial. El poder judicial, que antes era un reducto de la clase dirigente nacionalista laica, es ahora coto privado de los partidarios del AKP. Incluso, remodeló el mando militar, que antes sólo era leal a los principios de Ataturk.

En cuanto a la política internacional se entiende que la Alianza opositora tendría un acercamiento más firme hacia sus aliados de la OTAN y la Unión Europea y que se alejaría de la relación estrecha que Erdogan tiene con la Rusia de Vladimir Putin. Sin embargo, Kilicdaroglu, es propenso a volver a tener una relación más aceitada con sus vecinos de Siria y el dictador Bashar al Assad. Una de sus primeras medidas sería la de normalizar las relaciones, aunque en el medio quede el asunto de los tres millones de sirios refugiados de la guerra civil en su país y que permanecen dentro del territorio turco. Erdogan habla de repatriarlos a como dé lugar, habrá que ver lo que haría la alianza.

Y estas elecciones tienen unas ramificaciones importantes en las relaciones internacionales. Turquía es miembro de la OTAN y sigue siendo una bisagra entre Oriente y Occidente en la zona más álgida del planeta en este momento. Tiene la autoridad legal internacional sobre los estrechos que unen el Mar Negro al Mar Mediterráneo, por donde pasan suministros para Ucrania y sale parte del trigo que ésta exporta. Y no hay que perder de vista que hay tres millones de inmigrantes turcos en Alemania que inciden decididamente en la política de ese país. Que Erdogan permanezca o no en el poder en Ankara no es sólo un asunto turco.

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