“Escuché cómo violaban a una mujer soldado durante tres días. No sé qué pasó con ella”, declaró un sobreviviente del centro de detención 145 de Prymorska, en la región de Zaporizhzhia. El espeluznante testimonio forma parte de un extenso informe de la organización internacional de derechos humanos basada en Dinamarca, Dignity, que difunde detalles hasta ahora desconocidos de tortura sistemática en Ucrania bajo ocupación rusa desde febrero de 2022.
El título de la investigación, “Nueve círculos del infierno”, surgió luego de una entrevista a un sobreviviente que estuvo encarcelado en la Colonia 90 de Pivnichna, en la región de Kherson. El prisionero no podía soportar más torturas y, desesperado, pidió que lo mataran. Su torturador primero autorizó la ejecución, pero luego, refiriéndose al Infierno de Dante como alegoría, dijo: “¡Espera! Es demasiado pronto. Aún no has recorrido los siete (sic) círculos del infierno”. Al parecer, el torturador quería decir “nueve círculos del infierno”.
El reporte es un relato detallado de hallazgos espeluznantes que describen crímenes de guerra rusos a través de 152 casos documentados de tortura.
El estudio explica que poco después de la invasión, las autoridades ucranianas perdieron el control efectivo de todo el sistema penitenciario y policial estatal en los territorios del este y el sur de Ucrania. Estas instituciones incluían 111 prisiones, 100 establecimientos policiales y cientos de instituciones sociales como hospitales psiquiátricos.
Incluso en tiempos de paz, los lugares de detención son instituciones fuertemente vigiladas con un alto riesgo de violación de los derechos humanos pero bajo la ocupación rusa estos lugares de detención quedaron absolutamente en la sombra, dejando a los detenidos bajo el poder absoluto de las fuerzas armadas rusas.
Además de las prisiones que pasaron a manos rusas, esta investigación abarca la red de centros clandestinos de detención como las cámaras de tortura improvisadas. En estos lugares, el informe documenta numerosas violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos, como torturas y otros tratos o penas inhumanos o degradantes, homicidios intencionados y ataques militares.
De hecho, gran parte de la información recopilada señala posibles infracciones del derecho internacional humanitario y del derecho penal internacional, evidenciando presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Los investigadores afirmaron que aunque por motivos de protección y seguridad la mayoría de los testimonios aparecen de forma anónima, la organización tiene información detallada para compartir con la Justicia si avanza un proceso contra Putin y altos funcionarios.
Los métodos de tortura documentados incluyen torturas físicas como palizas, descargas eléctricas, asfixia con máscaras o bolsas de gas y condiciones carcelarias en general inhumanas. La tortura psicológica también es habitual: simulacros y amenazas de ejecución o amenazas de violencia muy grave contra los presos y sus familiares.
El estudiante extranjero Gusein Abdullaiev, fue detenido por militares rusos en el puesto de control cuando intentaba salir de la ciudad y lo llevaron al centro de detención preventiva de Mariupol, región de Donetsk, donde lo torturaron a diario durante 20 días para que confesara que era miembro del Batallón “Azov”.
“Me llevaron a una cámara de tortura. Era una habitación pequeña, había una silla de hierro y una máquina de tortura de descargas eléctricas. Me tumbaron y me ataron las manos. Empezaron a hacerme preguntas. Primero ejercieron presión psicológica intentando obligarme a admitir que era un soldado del ‘Batallón “Azov”’. Insistí en que era un estudiante…”, contó pero no le creyeron.
“Me conectaron la máquina a los dedos gordos de los pies y empezaron a soltar descargas dolorosas. Querían que confesara que era militar... Todos los días me torturaban”, agregó.
El testimonio de Abdullaiev fue clave porque reveló que por regla general: “La tortura eléctrica duraba entre 20 y 30 minutos, y las palizas una hora. La tortura se repetía tres veces al día. A veces perdía el conocimiento, me echaban agua fría y seguían maltratándome…”
Con él estuvieron en cautiverio Sergey Nazarov, mayor del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Mariupol; Edik Krostov, empleado de una de las fábricas y Alexey Lustov, un voluntario.
El informe también recopila escalofriantes testimonios en el centro de detención Prymorska no. 145, en la región de Zaporizhzhia. Al igual que otras prisiones, esta institución también se utilizó para detener a civiles.
Un prisionero, un fiscal ucraniano jubilado, detalló la brutalidad de su cautiverio: “Fuimos electrocutados, golpeados de tal manera que no quiero ni contarlo... Pero fue un infierno. Me pusieron una bolsa en la cabeza, me llevaron a una cámara de tortura y se burlaron de mí. Oíamos gritos desgarradores todas las tardes y durante la noche. Una vez los gritos cesaron de repente y entonces llevaron el cadáver de un hombre junto a nosotros. Tuvimos que dormir sobre su charco de sangre”.
“Al principio, te preguntaban por qué no te pasabas al bando de la ‘joven república’, y luego sólo se interesaban por los valores materiales que podían incautar... Permanecí allí durante 33 días. Los rehenes estaban custodiados por daguestaníes, y todos los demás eran lugareños o empleados del Servicio Federal de Seguridad de Rusia. Los soldados del batallón ucraniano Azov estaban retenidos en un ala de la prisión, y nosotros, en la otra”.
Al óblast de Zaporizhzhia, según revela el informe, los ocupantes rusos trajeron con ellos instrumentos para la tortura, entre ellos un equipo estalinista de 1937. “La escala de la tortura es tan grande que ningún ser humano puede soportarla. Y al final, incluso el que no quiere confesar, termina confesando”, afirmó casi resignado un testigo.
Tras la liberación de Balakliya, en Kharkiv, las autoridades policiales ucranianas hicieron pública información oficial sobre más de 40 personas que fueron retenidas en el sótano de la comisaría local y en un edificio vecino. Según las autoridades, los testigos informaron de que se utilizaron diversos tipos de tortura contra los civiles, en particular descargas eléctricas.
Una de los 40 torturados fue Oleksandr, que describió cómo militares rusos enmascarados le torturaron con electricidad, lo golpearon la cabeza con un bate de béisbol, lo quemaron y le cortaron la oreja y la nariz con un cuchillo. Además, lo obligaron a firmar un documento en el que confesaba su cooperación con las fuerzas armadas ucranianas. La tortura fue filmada por razones desconocidas. Oleksandr cree que los videos podrían haber sido grabados para verlos más tarde “por placer” o para tener material comprometedor contra compañeros de servicio para chantajearlos y obligarlos a cumplir futuras órdenes militares.
Otro sobreviviente de un centro clandestino de tortura improvisado en el sótano de una comisaría, pero de Kherson, reveló: “Su diversión favorita eran los cables conectados a las orejas o en otras partes del cuerpo y las descargas eléctricas. Se llama ‘luz solar’. Cuando los cables se conectan a las orejas y suministran electricidad, aparentemente, los ojos pueden caerse”.
Los investigadores de Dignity identificaron 12 centros oficiales de detención controlados por Rusia donde se cometieron torturas:
1- Centro de detención preventiva de Mariupol, región de Donetsk
2- Colonia Pryazovska no. 107, región de Zaporizhzhia
3 - Centro de detención preventiva de Starobilsk, región de Luhansk
4- Centro de detención preventiva de Kherson, región de Kherson
5-- Colonia Holoprystanska no. 7, región de Kherson
6- - Colonia Dariivska no. 10, región de Kherson
7 - Colonia Pivnichna no. 90, región de Kherson
8- Colonia Snihurivska no. 5, región de Mykolaiv
9 - Centro Correccional Veselivskyi no. 8, región de Zaporizhzhia
11- Colonia Prymorska no. 145, región de Zaporizhzhia
12- Institución Penitenciaria Melitopolska no. 144, región de Zaporizhzhia
La investigación, además, asegura que la creación de cámaras de tortura improvisadas fue una de las primeras decisiones administrativas de la potencia ocupante rusa. Las pruebas de la existencia de estos lugares se encontraron tras la liberación de los territorios ocupado. “Se trataba de una práctica rutinaria en todos los lugares ocupados por las fuerzas rusas. Los lugares de detención eran en su mayoría sótanos de casas particulares e instituciones oficiales como comisarías de policía, escuelas, hospitales, estaciones de ferrocarril”, detalla el informe. En todos estos centros clandestinos, asevera el reporte, la tortura solía ir acompañada de otras violaciones de derechos humanos, como ejecuciones extrajudiciales.
El estudio se basó en información y pruebas de violaciones del derecho internacional recogidas en 121 entrevistas con víctimas y testigos que sufrieron la custodia rusa. Los datos recopilados se sometieron a verificación y corroboración para garantizar su veracidad y sólo se incluyeron las conclusiones que cumplen el criterio de “motivos razonables para creer”. Más que un disclaimer, el aviso en la última página del informe “Nueve círculos del infierno” es un recordatorio de la cantidad de testimonios que aún faltan recolectar.
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