Turquía vota este domingo para elegir el próximo presidente y un nuevo Parlamento. A pocos meses del primer centenario de la República tuca, el país se encuentra ante una encrucijada. ¿Ganará el cada vez más autoritario Recep Tayyip Erdogan o prevalecerá la oposición liderada por Kemal Kilicdaroglu, unida en nombre de la libertad y la justicia, pero muy diversa?
Los candidatos
Kemal Kilicdaroglu, líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), laico y de centro-izquierda, es el principal aspirante a desbancar a Erdogan tras 20 años en el poder. Kilicdaroglu, de 74 años, es el candidato conjunto de la Alianza Nacional, una coalición de seis partidos llamada “Mesa de los Seis” que ha prometido desmantelar el sistema presidencialista instaurado por Erdogan tras una reforma constitucional en 2017 y devolver el país a una democracia parlamentaria con contrapesos y salvaguardias.
Por su parte, Erdogan aspira a un tercer mandato presidencial pero que se extiende ya a dos décadas en la cima del poder. El líder del conservador y religioso Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de 69 años, ya el dirigente más longevo del país, está en el cargo de presidente desde 2014, pero en realidad es el hombre fuerte de Turquía desde 2003, cuando asumió el cargo de primer ministro.
Tercero en discordia es Sinan Ogan, un ex académico que cuenta con el respaldo de un partido nacionalista antiinmigración. Un cuarto postulante, el antiguo líder del CHP Muharrem Ince, anunció su retirada de la contienda el jueves, una medida que probablemente beneficie a Kilicdaroglu.
Los sondeos muestran un país dividido por la mitad, con una leve ventaja del opositor Kilicdaroglu.
Pueden votar más de 64 millones de personas, incluidos 3,2 millones de ciudadanos turcos expatriados. Más de 1,6 millones de personas ya han votado en papeletas en el extranjero o en aeropuertos. La participación electoral en Turquía es tradicionalmente alta.
La gran incógnita son el 11% de indecisos y los 5 millones de jóvenes que acudirán por primera vez a las urnas. Aún así, los más probable es que ninguno de los candidatos obtenga más del 50% de los votos. En ese caso, se celebrará una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados el 28 de mayo.
Los electores también votarán para cubrir escaños en la Gran Asamblea Nacional, de 600 miembros. La oposición necesitaría al menos una mayoría para poder promulgar algunas de las reformas democráticas que ha prometido.
Cómo fue la campaña electoral
Erdogan ha perdido terreno en medio de una economía tambaleante y una crisis del costo de la vida en un contexto de alta inflación y devaluación de la lira turca, la moneda nacional. Su gobierno también ha sido criticado por su deficiente respuesta tras el devastador terremoto que asoló el sur de Turquía y mató a más de 50.000 personas el 6 de febrero.
Con la economía en problemas, el líder turco apeló al nacionalismo. Durante su campaña, presentó a la oposición como cómplice de “terroristas” y de potencias extranjeras que quieren perjudicar a Turquía. En un intento de consolidar su base conservadora, también ha acusado a la oposición de apoyar derechos LGBTQ “desviados” y de ser “borrachos”.
Incluso llegó a acusar a Kilicdaroglu de haber establecido relaciones con el proscripto Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El pasado domingo, cientos de miles de sus partidarios vieron un video falso en el que aparecía un comandante de la formación kurda cantando una canción de campaña de la oposición.
Erdogan es considerado uno de los mejores oradores de su generación. Es incansable en los mítines políticos y ya ha demostrado que está dispuesto a utilizar el poder del Estado en su beneficio: en los últimos meses ha impulsado una reforma de las pensiones extremadamente generosa y ha subido varias veces el salario mínimo, en un intento bastante obvio de congraciarse con el electorado. El gobierno también controla gran parte de los medios de comunicación a través de empresarios amigos, que pueden garantizar una cobertura favorable. Por eso, muchos analistas incluso se han preguntado si Erdogan aceptaría una derrota electoral.
Kilicdaroglu, por su parte, es un político moderado, conocido por su frugalidad y honradez, al que se atribuye el mérito de haber unido a una oposición antes fracturada. El “Gandhi” de la política turca, como le llaman en el país, ha prometido invertir el retroceso democrático y las medidas represivas contra la libertad de expresión y la disidencia bajo el mandato de Erdogan.
Su figura ha sido criticada a menudo dentro de la coalición por carecer de carisma y también por pertenecer a la minoría religiosa de los alevíes, perseguida en Turquía. Kilicdaroglu, sin embargo, ha sabido explotar esto último a su favor centrándose en una retórica inclusiva y ganándose la simpatía de las minorías del país, mientras que solucionó el problema del carisma nombrando como eventuales vicepresidentes a los alcaldes de Estambul y Ankara -Ekrem İmamoğlu y Mansur Yavaş-, dos figuras destacadas de su propio partido.
Kilicdaroglu se ha asegurado, además, el apoyo del partido pro-kurdo del país, acreditado de alrededor del 10% de los votos.
Ideas opuestas de país
Los diferentes enfoques -y la diferente retórica- de los dos candidatos reflejan ideas opuestas del país.
Bajo el liderazgo de Erdogan, se dio una centralización de poderes en manos del presidente, especialmente tras el fallido golpe de 2016 y la reforma constitucional de 2017 que convirtió el país en una república presidencial. Erdogan consiguió así marginar al Parlamento, controlar la prensa y el poder judicial e imponer sus políticas económicas, que, sin embargo, resultaron desastrosas para el país.
El fortalecimiento de la figura del presidente coincidió también con una política exterior más asertiva para convertir a Turquía, país miembro de la OTAN, en una potencia regional capaz de influir en el tablero geopolítico en Oriente Medio y otras partes del planeta. Un proyecto apoyado también por el aumento constante del gasto militar y la expansión de la industria bélica, que se ha convertido en una herramienta de política exterior.
Muy distinto es el proyecto de Kilicdaroglu y la Mesa de los Seis, resumido en el lema “Ley, ley, justicia” (hak, hukuk, adalet) que gritan las multitudes durante sus mítines electorales. Uno de los primeros objetivos es la vuelta al sistema parlamentario, que iría acompañada de la protección de las libertades civiles y políticas, el fin del control gubernamental sobre los medios de comunicación y el poder judicial, y el restablecimiento de la independencia del Banco Central.
Todas medidas consideradas indispensables para devolver a Turquía al camino de la democracia y sanar la fractura social que se ha ensanchado bajo la presidencia de Erdogan. En el plano económico, la oposición ha prometido abandonar el modelo del partido gobernante, basado en unos tipos de cambio mantenidos bajos a la fuerza para preservar el crecimiento económico, pero que ha provocado un aumento constante de los precios; mientras que en política exterior se espera una postura más conciliadora con Occidente.
Por otro lado, aún no está claro cómo se aplicará el programa de la Mesa de los Seis . La coalición está formada por partidos muy diferentes, por lo que varios observadores temen la posibilidad de choques y divisiones.
Una fecha simbólica
El día elegido para las elecciones no es casual. El 14 de mayo de 1950, el Demokrat Parti de Adnan Menderes, de orientación conservadora, ganó las elecciones por primera vez, derrotando al CHD, el partido fundado por el fundador de la República turca Mustafá Kemal Atatürk (literalmente Padre de los Turcos).
En los planes de Erdoğan, el 14 de mayo de 2023, el pueblo turco volverá a decir “basta” a los ideales laicos de los kemalistas y apoyará de nuevo a quienes, como él, defendieron los valores religiosos y conservadores que Menderes había llevado al gobierno por primera vez 73 años antes. Sin embargo, puede que su sueño no se haga realidad.
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