Luego de meses de idas y venidas, el Gobierno de Alemania autorizó este miércoles la participación minoritaria de la empresa china COSCO en la terminal de contenedores del puerto de Hamburgo, el más grande del país y uno de los más grandes de Europa.
Gracias a este acuerdo, COSCO Shipping se hará con el 24,9% de la terminal Tollerort, de la empresa logística HHLA, casualmente en un sitio en el que cerca del 30% de las mercancías manipuladas proceden de China o se dirigen hacia ese país.
Este porcentaje no da a la compañía ninguna “participación efectiva” en cuanto a decisiones estratégicas o de gestión en Tollerort como, por ejemplo, con puestos en el consejo director o en el consejo de administración. Tampoco le concede el derecho a veto.
Inicialmente, la empresa asiática aspiraba a adquirir una participación mayor, del 35%, algo que -aunque respaldado por el canciller Olaf Scholz- encendió las alertas de funcionarios alemanes que temieron por este intento de avance de China sobre un área sensible.
Ya desde la irrupción de la pandemia, Alemania se ha propuesto reducir su dependencia de Beijing, algo que, más tarde, se vio reforzado por las advertencias de abusos de derechos humanos, sus lazos con Rusia en el marco de la guerra en Ucrania y hasta la escalada de tensiones en torno a Taiwán.
Estos episodios llevaron a los funcionarios alemanes a mostrarse más escépticos frente a alianzas clave con el extranjero, que pudieran ser malversadas en caso de un conflicto de estas con Occidente, y hasta generó fricciones al interior del Ejecutivo y con aliados como Estados Unidos, Francia y Países Bajos.
Seis ministerios alemanes, de la mano de dos socios menores de la coalición de gobierno de Scholz -los Verdes y los Demócratas Libres (FDP)-, encabezaron los reclamos por un límite al acuerdo que resguarde las infraestructuras críticas de manos extranjeras. Este acuerdo es “un error flagrante y debería detenerse”, comentó en ese sentido Marie-Agnes Strack-Zimmermann, diputada por el FDP.
La inversión “expande desproporcionadamente la influencia estratégica de China en la infraestructura de transporte alemana y europea así como la dependencia de Alemania de China”, se lee en una nota de protesta redactada por el Ministerio de Relaciones Exteriores meses atrás, en la que también advertían de los “riesgos considerables que surgen cuando los elementos de la infraestructura de transporte europea están influenciados y controlados por China, mientras que la propia China no permite que Alemania participe en los puertos chinos”.
En tanto, una encuesta difundida por el medio Spiegel en octubre de 2022 -durante el auge de las negociaciones-, expuso que la mayoría de los alemanes estaba en contra del acuerdo. Precisamente, el 81% de los encuestados se mostró descontento ante la entrada de Beijing en su territorio.
No obstante, el régimen de Xi Jinping desconoció las críticas y se mostró distante de ellas. Así, el portavoz de la cartera de Exteriores de Beijing, Wang Wenbin, respondió expresando su deseo por que “las partes relevantes vean la cooperación pragmática (entre las naciones) de manera racional y detengan la exageración gratuita” que se estaba generando sobre el tema.
Sumó, a su vez, que el desembarco de COSCO en Hamburgo asegura el empleo en la zona y fortalece la relevancia -tanto nacional como internacional- del puerto como una ubicación logística dentro del continente europeo.
A pesar de estos beneficios que Beijing asegura, lo cierto es que la definición alcanzada sobre este acuerdo ha evidenciado que, más allá de la voluntad de algunos funcionarios y la narrativa externa, Alemania lejos está de entretejer lazos profundos con China y continuará, en cambio, en su camino por alcanzar la independencia del gigante asiático.
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