Irán se enfrenta a una grave crisis de salud pública, con informes de estudiantes, sobre todo niñas, que enferman tras exponerse a un gas tóxico, pero ello es solo la superficie de un panorama más profundo.
Los ataques químicos comenzaron en noviembre de 2022 y han seguido aumentando, con dos muertes registradas como resultado. Según denunció Arghavan Salles, profesora clínica asociada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, existe la sospecha generalizada de que estos ataques son un intento del gobierno de impedir que las niñas, en particular, asistan a la escuela. Esto se considera una respuesta a las protestas desatadas el semestre pasado.
Por el momento, no hay pruebas que respalden la hipótesis del régimen persa, que sostiene que los síntomas son provocados por enfermedades psicógenas. La teocracia iraní controla férreamente la divulgación de información y continúa negando que se esté produciendo un envenenamiento.
Pero esos casos no son la única tragedia relacionada con la atención sanitaria en Irán en los últimos meses. “Como médico iraní-estadounidense, he seguido de cerca estos acontecimientos. El mero hecho de ejercer la medicina en Irán es ahora peligroso”, indicó la especialista en una columna en Statnews.
Salles destacó que médicos y hospitales han sido objeto de ataques desde el comienzo de las protestas, y el régimen interfiere en la atención médica trasladando a los manifestantes heridos a centros de detención, incluso cuando necesitan atención médica.
Las amenazas a los médicos que atienden a los manifestantes heridos se han concretado en golpizas, encarcelamientos e incluso asesinatos.
Según consignó, una cirujana, Parisa Bahmani, murió tras recibir un disparo en una concentración pacífica que reclamaba poder atender a pacientes; Hamid GhareHassanlou fue condenado a muerte tras asistir a un funeral; otros dos médicos, Aida Rostami, de 36 años, y Ebrahim Rigi, de 24, también fueron asesinados por las fuerzas gubernamentales.
También, aseguró que el temor de los manifestantes heridos a acudir a los hospitales está justificado, ya que hay informes de secuestros de pacientes en hospitales. En al menos un caso, los trabajadores sanitarios han recurrido incluso a formar una cadena humana frente a un hospital para proteger tanto a los pacientes como al personal de ser secuestrados o detenidos.
Además, recordó que el régimen ha recurrido al secuestro de ambulancias, las cuales luego fueron usadas como vehículos policiales. Cuando los manifestantes las veían llegar sentían alivio, pero luego bajaban policías que arrestaban a los presentes.
A pesar de estas violaciones de los derechos humanos, las comunidades académica y médica de Estados Unidos han mostrado poco interés por la situación en Irán, según Salles, que señala que los profesionales de la salud “no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nuestros colegas en Irán son torturados, golpeados y asesinados sólo por atender a los pacientes”.
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