Temerosos de reavivar la peor agitación política de Irán en años, las autoridades del régimen del régimen están recurriendo a nuevas tácticas menos intrusivas para castigar a las mujeres que se niegan a llevar el hiyab islámico obligatorio.
Los métodos, introducidos tras las protestas antigubernamentales del año pasado en todo el país, combinan el uso de cámaras de seguridad con la denegación de servicios estatales a las infractoras, sustituyendo a la policía de la moralidad, cuyas acciones fueron el punto álgido de los meses de disturbios.
Según los activistas iraníes, las medidas aún no han logrado grandes avances contra la oposición al hiyab y podrían agravar las presiones económicas si se traducen en el cierre de negocios.
“Caminar sin velo por las calles es ahora mi forma de mantener viva nuestra revolución”, dijo Roya, de 31 años, profesora particular en la ciudad septentrional de Rasht, que fue detenida durante las protestas de noviembre y permaneció recluida tres meses.
“No nos asustan las amenazas del régimen. Queremos libertad (...) Este camino continuará hasta que recuperemos nuestro país de manos de los clérigos”, declaró a Reuters Maryam, una estudiante de secundaria de la ciudad occidental de Kermanshah. “¿Cuál es el peor escenario si camino por la calle sin hiyab? ¿Que me arresten? Me da igual”.
Durante décadas, las mujeres que se negaban a llevar el hiyab eran abordadas por la policía de la moralidad, que operaba desde furgonetas que patrullaban espacios públicos concurridos. La tripulación de los vehículos, compuesta por hombres y mujeres, vigilaba “la vestimenta y el comportamiento no islámicos”.
No obstante, esas furgonetas han desaparecido en su mayoría de las calles de las ciudades que solían patrullar, según declararon residentes a Reuters, después de que las protestas enfrentaran a los gobernantes clericales de Irán a su peor crisis de legitimidad desde la revolución islámica de 1979.
Las autoridades iraníes también han declarado que las patrullas de la policía de moralidad ya no encabezarán la campaña contra quienes incumplan los códigos de vestimenta.
En lugar de las furgonetas, las autoridades están instalando cámaras en las calles para identificar a las mujeres sin velo, lo que supone un método más discreto de detectar las infracciones del código de vestimenta conservador iraní.
Otra táctica novedosa es la orden gubernamental a los sectores público y privado de no prestar servicios a las “infractoras”. Se han emitido advertencias de fuertes multas e incluso penas de prisión.
Sin embargo, cada vez más mujeres desafían a las autoridades despojándose de sus velos a raíz de las protestas, que estallaron tras la muerte de una joven kurda iraní de 22 años detenida por presunta violación de las normas sobre el hiyab. Las fuerzas de seguridad sofocaron con violencia la revuelta y las manifestaciones callejeras se desvanecieron en febrero.
Su muerte en septiembre, bajo custodia de la policía de moralidad, desató años de ira contenida en la sociedad por cuestiones que iban desde la miseria económica hasta el endurecimiento de los controles políticos.
Ahora las mujeres aparecen con frecuencia sin velo en centros comerciales, aeropuertos, restaurantes y calles en una muestra de desobediencia civil.
(Con información de Reuters)
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