En una alocución pronunciada ante las autoridades de Hungría, diplomáticos y representantes de la sociedad civil, en la que rescató el rol de Budapest en la historia y evocó a los padres fundadores de Europa, expresó su deseo de que ésta “no sea rehén de las partes, volviéndose presa de populismos autorreferenciales, pero que tampoco se transforme en una realidad fluida, o gaseosa, en una especie de supranacionalismo abstracto, que no tiene en cuenta la vida de los pueblos”.
Y apuntó: “Este es el camino nefasto de las ‘colonizaciones ideológicas’, que eliminan las diferencias —como en el caso de la denominada cultura de la ideología de género—, o anteponen a la realidad de la vida conceptos reductivos de libertad —por ejemplo, presumiendo como conquista un insensato ‘derecho al aborto’, que es siempre una trágica derrota—.”
El Papa sale así al cruce de quienes, como si no bastara con equiparar el aborto a una práctica médica más, quieren darle estatus de “derecho humano”.
“Qué hermoso, en cambio, construir una Europa centrada en la persona y en los pueblos -siguió diciendo el Sumo Pontífice-, donde haya políticas efectivas para la natalidad y la familia” y que “naciones diversas sean una familia en la que se vela por el crecimiento y la singularidad de cada uno”. El Papa incluso hizo explícita mención al hecho de que en Europa hay países cuya población tiene una edad promedio “de 46 a 48 años”.
Antes de abordar este tema, Francisco había destacado el rol histórico de Budapest, ciudad “testigo de cambios significativos a lo largo de los siglos” y “llamada a ser protagonista del presente y del futuro”.
Evocó los dolorosos conflictos que atravesaron a la capital de Hungría como, “en el siglo pasado”, la “violencia y opresión provocadas por las dictaduras nazi y comunista”. “¿Cómo olvidar el año 1956?”, preguntó, en alusión a la invasión soviética que aplastó una revolución democrática y anti-estalinista en Hungría, causando miles de muertos y aplastando toda oposición política. También mencionó la Segunda Guerra Mundial, con la deportación de gran cantidad de personas y la persecución a la población de origen judío.
“En el mundo en que vivimos, la pasión por la política comunitaria y por la multilateralidad parece un bonito recuerdo del pasado -lamentó el Papa-; parece que asistiéramos al triste ocaso del sueño coral de paz, mientras los solistas de la guerra se imponen”, y “parece que se hubiera disuelto en los ánimos el entusiasmo de edificar una comunidad de naciones pacífica y estable”.
En la presente coyuntura histórica, el Papa destacó que el papel de Europa es “fundamental”, porque “ella, gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad y, por tanto, está llamada a desempeñar el rol [de] unir a los alejados, acoger a los pueblos en su seno y no dejar que nadie permanezca para siempre como enemigo”.
“Por tanto, es esencial volver a encontrar el alma europea: el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores, estadistas que supieron mirar más allá del propio tiempo, de las fronteras nacionales y las necesidades inmediatas”, dijo en alusión al italiano Alcide De Gasperi, al francés Robert Schuman y al alemán Konrad Adenauer, a quienes nombró a continuación.
Citó específicamente la frase de Schuman: “La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores, equiparables a los peligros que la amenazan”. Para de inmediato preguntar: “En esta etapa histórica los peligros son muchos [pero] ¿dónde están los esfuerzos creadores de paz?”
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