La gestión de la pandemia de COVID por parte del régimen chino, que intenta mostrarse como exitosa, se ha visto cada vez más empañada por acusaciones de encubrimiento y desinformación desde los primeros días del brote. Ahora, una nueva investigación del New York Times revela el alcance de la campaña de censura de China, que se ha centrado en revistas internacionales y bases de datos científicas.
Bajo la presión de Beijing, los científicos chinos han retirado estudios, ocultado datos y alterado detalles cruciales en las presentaciones a revistas. Los editores de publicaciones científicas de Occidente se vieron obligados a facilitar estos esfuerzos aceptando las modificaciones o retirando artículos por razones poco claras.
El impacto de la campaña de censura china ha sido devastador y se notó desde los primeros días del brote, una etapa clave con datos cruciales para enfrentar la pandemia. La versión original de un artículo de febrero de 2020, que aún puede encontrarse en Internet en otras fuentes, fue citada por autoridades sanitarias de Europa y Estados Unidos antes de ser retirada por órdenes superiores.
La campaña de censura de China ha cambiado la cronología de las primeras infecciones, un tema delicado ya que el gobierno se enfrenta a críticas sobre si respondió al brote con suficiente rapidez. En esos esfuerzos, publicaciones fueron editadas para mostrar que las muestras analizadas habían sido recogidas en enero, y no en diciembre de 2019 como se indicaba en la versión original.
“Creo que hay una agenda política importante que está afectando a la ciencia”, dijo al Times Edward Holmes, biólogo de la Universidad de Sydney que analizó las secuencias que contienen ADN de perro mapache, una arista de la investigación que también reflejó las dañinas consecuencias de la censura.
Recientemente, un grupo internacional de científicos descubrió datos de secuencias genéticas que investigadores chinos habían recogido en un mercado de Wuhan en enero de 2020, pero que habían ocultado a expertos extranjeros durante tres años. El retraso fue considerado “inexcusable” por las autoridades sanitarias mundiales, y las secuencias mostraban que los perros mapache habían depositado firmas genéticas en el mismo lugar que el material genético del virus. Este hallazgo era coherente con un escenario en el que el virus se propagó a las personas a partir de animales comercializados ilegalmente.
El doctor Holmes, que incluso había enviado una secuencia del genoma del perro mapache insistiendo en que los investigadores chinos analicen las muestras o compartan los datos, agregó: “Es patético que nos encontremos en esta fase en la que mantenemos conversaciones a escondidas sobre datos eliminados”.
Las revistas suelen tardar en retractarse de los artículos, incluso cuando se demuestra que son fraudulentos o poco éticos. Pero en China, las editoriales científicas han hecho todo lo posible por aplacar las peticiones de censura. Las revistas que quieren vender suscripciones en China o publicar investigaciones chinas suelen plegarse a las exigencias del régimen.
En los primeros meses de propagación del virus, el Ministerio de Ciencia y Tecnología dijo a los científicos que dieran prioridad a la gestión del brote y no a la publicación de artículos. Pronto, los investigadores chinos pidieron a las revistas que se retractaran de sus trabajos, sobre todo de aquellos que pudieran hacer quedar mal al gobierno.
La censura ha ayudado al gobierno chino a contar una historia sobre la pandemia. Yanzhong Huang, experto en salud mundial de la Universidad de Seton Hall, afirmó al Times: “China salió de la pandemia como uno de los primeros ganadores. Empezaron a presentar una nueva narrativa sobre el brote, en términos no sólo del origen, sino también del papel del gobierno en la respuesta a la pandemia”.
La política de censura del gobierno se formalizó justo cuando se publicó un artículo sobre cómo podría estar mutando el virus, en marzo de 2020. Al día siguiente, el Ministerio de Educación chino ordenó a las universidades que presentaran los temas de investigación al grupo de trabajo gubernamental para su aprobación.
Uno de los aspectos más significativos de esta campaña de censura es el modo en que ha afectado a revistas internacionales y bases de datos científicas. La investigación del New York Times descubrió que los científicos chinos, bajo la presión de su gobierno, han alterado o retirado datos de bases de datos públicas, y las revistas han accedido a estas ediciones o han retirado artículos por razones poco claras. El resultado ha sido que los médicos y los responsables políticos se han quedado sin información crítica sobre el virus cuando más se necesitaba.
Las consecuencias de esta censura han sido de gran alcance. La Organización Mundial de la Salud, entre otros grupos, se ha visto obligada a basarse en datos confusos y calendarios inexactos, lo que ha dado lugar a la difusión de información errónea. Además, la censura del gobierno chino ha obstaculizado los esfuerzos para determinar los orígenes del virus, lo que es fundamental para desarrollar estrategias eficaces para prevenir futuras pandemias.
La campaña de censura no sólo ha afectado a la respuesta mundial a la pandemia, sino que también ha generado desconfianza en la ciencia en Europa y Estados Unidos. Las autoridades sanitarias citaron documentos de China que posteriormente se retractaron, lo que generó escepticismo sobre la fiabilidad de la investigación científica procedente de China.
El impacto de la campaña de censura puede verse en la forma en que se ha visto afectada la ciencia china. Las facultades han endurecido las restricciones a las entrevistas con los medios de comunicación y se ha ordenado a los profesores que cumplan las directrices del gobierno. Esta medida ha enfriado la ciencia china y ha ahogado la búsqueda de la verdad.
El control de la información por parte del gobierno chino no es nada nuevo, especialmente en momentos de crisis. Sin embargo, la pandemia ha puesto de manifiesto el alcance de esta campaña de censura, y su impacto en la respuesta mundial al virus no puede ser ignorado
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