Comenzó como un código secreto entre cinco adolescentes californianos allá por 1971, cuando la marihuana era un demonio de los submundos, el hippismo y los músicos de jazz (negros). Se extendió gracias a una célebre banda de rock psicodélico y una revista neoyorkina para fumones. Y medio siglo más tarde, finalmente el 420, aquel numerito inventado medio en broma medio en serio, se estableció como un símbolo que enlaza a todos los usuarios y activistas por la regulación de la marihuana y el fin de su prohibición.
La cultura cannábica avanza en el universo capitalista global con tres números como marketing y bandera: no le hacen falta traducciones al idioma de las cifras, casi todo el mundo ya entiende de qué hablamos cuando hablamos de #420.
A medida que los países y estados modificaron sus legislaciones y reconsideraron la mirada sobre el cannabis, la industria de productos a base de la planta crece y genera dinero y da trabajo, y la fecha del 20 de abril (4-20, por el formato en inglés que lleva primero el mes y luego el día) se establece -por coincidencia numerológica y sentido de la oportunidad comunicacional- como el momento para que todos conversemos sobre la planta en todo el mundo. Las redes desbordan de posteos, se comparten canciones, se habla en la radio, se escriben notas y hasta algunos gobiernos anuncian medidas al respecto ese día exactamente.
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Los Waldos, así se hacían llamar los amigos californianos que inventaron este código, no imaginaron jamás que una simple hora (16.20) de encuentro en la calle Louis Pasteur, cerca de la San Rafael High School a la que iban, atravesaría la frontera de su intimidad y de su propio tiempo.
De acuerdo con la historia que contaron durante los últimos 20 años, el mito nació un día del otoño boreal de 1971 con un dato: un integrante de la Guardia Costera de la península de Point Reyes ya no podía cuidar su campito con cultivo ilegal de marihuana. Un número inexacto de plantas quedaban a merced de la naturaleza... o del primero que llegue justo en el tiempo de la cosecha de sus flores cargadas con THC.
Había un mapa, hecho por el propio agente de la Guardia Costera, que llegó a las manos de los Waldos (se hacían llamar así porque se juntaban en un paredón de su barrio y “wall” es pared en inglés, así que “wall-dos”). Decidieron juntarse en la calle Pasteur y se pasaron el código original, que era “Louis 4.20″ para reunirse allí y desde ahí salir a buscar el tesoro verde entre las piedras y los yuyos de la costa del pacífico californiano. Sin éxito. Nunca lo encontraron. Pero no la pasaron nada mal.
O eso contó Steve Capper, uno de los Waldos, al Huffington Post tiempo atrás: “Nos reuniríamos a las 4.20 y subíamos a mi viejo Chevy Impala 66 y, por supuesto, fumaríamos al instante y fumaríamos hasta Point Reyes. Y fumamos todo el tiempo que estuvimos ahí fuera. Lo hicimos semana tras semana”.
Por una relación familiar y de amistad con los Grateful Dead por parte de algunos de los Waldos, el grupo de chicos y los célebres rockeros empezaron a compartir porros en los shows y los ensayos. “Así que solíamos pasar el rato y escucharlos tocar música y fumar mientras ensayaban para los conciertos”, relató Dave Reddix, otro de los muchachos Waldos.
Su hermano Patrick era muy amigo del bajista Phil Lesh. “Es probable que él haya divulgado el 420 a través de Phil. Y yo también, porque empecé a salir con Lesh y su banda como roadie (plomo) en una gira de verano que dirigía mi hermano”, contó.
Los Grateful Dead eran una de las grandes y más prestigiosas bandas de la escena californiana, por lo que tenían acceso a fiestas inolvidables. Los hermanos Reddix y el resto de los Waldos iban detrás. El guiño se expandió como un virus. Rápidamente vieron cómo el “Ey, 420″ se instalaba como señal para prender uno. Faltaban más de 30 años para que California legalizara el cannabis.
Y todavía tenían que transcurrir dos décadas subterráneas para que el código pasara los límites del mundo psicodélico de California. Fue gracias a los fans de los Grateful Dead, una comunidad organizada muy conocida por su pasión por la banda, que durante un show en Oackland a finales de 1990, repartieron folletos donde convocaban a juntarse el siguiente 20 de abril a las 4.20 de la tarde con la finalidad de “fumar 420″ y honrar a los músicos.
Uno de esos flyers terminó en las manos de Steve Bloom, ex periodista de la revista High Times, la primera publicación para cultura cannábica del mundo. La revista exhibió el volante en una nota de 1991 y empezó a hacer referencia del 420. Siete años después, la High Times reveló por primera vez que la hipótesis de que los “Waldos” eran los creadores del 420, tras recibir en el correo de lectores una carta de uno de los amigos californianos.
Así quedaron desterrados muchos de los mitos sobre el origen del 420. Que era el código de despacho de la Policía de California para detenciones con marihuana (falso); que es el artículo para el cannabis en el Código Penal de California (falso); que la planta tiene 420 componentes químicos (falso) o que es la hora del consumo del te en Países Bajos (también falso).
La Hight Times fue un elemento de comunicación esencial en la era analógica para dar lugar y sostener ideas relacionadas al fin de la prohibición del cannabis y de la guerra a las drogas, casualmente iniciada en el mismo 1971 de inspiración de los Waldos. La revista estadounidense fue el centro de operaciones para hacer llegar nuevas miradas en el país que, en 1936, había prohibido la marihuana.
No casualmente, fue el mismo Estados Unidos el que empezó a establecer nuevas regulaciones para los consumos medicinal y adulto (también llamado “recreativo”). También en la década del ‘70 se fundó en aquel país la Organización Nacional para la Reforma de las Leyes de la Marihuana, conocida por sus siglas NORML, una organización sin fines de lucro que activó muchas de las luchas y colaboró con argumentos sensatos para la búsqueda de nuevos modelos legislativos en todo el mundo.
Legalización de la marihuana en el mundo
Actualmente, 38 estados de Estados Unidos más Washington legalizaron el uso medicinal del cannabis, el último en marzo pasado, fue el estado de Kentucky. De ese total, 22 estados también regularon el consumo adulto. En 15 casos el cambio salió por una consulta popular y el resto fue a través de proyectos legislativos, lo que muestra cómo se modificó la percepción social en relación a la planta desde 1996, cuando California se transformó en el primer estado en regular el tratamiento medicinal con marihuana.
Según una encuesta de la consultora Gallup, en el año 2000 el 64% de los estadounidenses consideraba que el cannabis no debía ser legal, el 31% opinaba que sí y un 5% no tenía posición tomada. La proporción se fue invirtiendo con el correr de los años y en 2022 quedó al revés: 69% opinó que debía ser legal, 30% que no y apenas el 1% no supo qué responder.
De hecho, las cosas están de tal manera en Estados Unidos que en octubre de 2022 el presidente Joe Biden anunció el perdón para todas las personas presas por posesión de marihuana en ese país. “Enviar a la cárcel a gente simplemente por poseer marihuana ha afectado a demasiadas vidas y ha supuesto que haya personas en la cárcel por una conducta que es legal en muchos estados”, dijo en aquel momento.
En 2018, Canadá se convirtió en el segundo país, tras Uruguay, en legalizar el uso adulto de cannabis en todo el territorio y a nivel federal. Ya en 2001 había regulado el uso medicinal.
La reconsideración de la marihuana no es exclusiva de América del Norte. Si bien la gran mayoría del mundo mantiene la prohibición, cada vez son más países los que regulan o despenalizan alguno de los usos del cannabis.
Además de Canadá, Uruguay y parte de EEUU, en Malta y Tailandia también está regulado. En países como Argentina o México, la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional la prohibición aunque los respectivos poderes legislativos no avanzaron en una nueva legislación. En el caso de Argentina, el gobierno dictó leyes que habilitan el uso medicinal y la producción industrial para productos médicos, cosméticos, comestibles, entre otros. Y el ministerio de Salud abrió un registro a través del cual habilita a las personas a cultivar hasta nueve plantas o transportar flores de marihuana dentro del territorio nacional. Actualmente hay 200 mil autorizados.
La venta comercial de cannabis “recreativo” está legalizada en todo el país en Canadá, Tailandia y Uruguay y en todas estados de EEUU que legalizaron la posesión, excepto Washington, D.C. El caso de Países Bajos es paradigmático e histórico: allí se tolera la venta minorista de marihuana en locales comerciales (coffee shops) autorizados pero está prohibida la producción y el comercio, con lo que se da un fenómeno extraño de contradicción.
En América Latina, países como Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Panamá y Jamaica tienen legalizado el uso medicinal y decriminalizada la tenencia para el consumo adulto en el ámbito privado. En el caso de Brasil, apenas está despenalizado el uso de productos a base de la molécula CBD, que no produce efectos psicoactivos.
Alemania se aproxima a la regulación
En Europa, muchos países -como Italia- tienen despenalizada la tenencia o cultivo para consumo hogareño, o el CBD exclusivamente -como Hungría- pero es Alemania el Estado que encarna en este momento un paso importante para la legalización total.
La coalición de gobierno acordó sobre una legalización. El ministro de Salud, Karl Lauterbach, del Partido Socialdemócrata (SPD), anunció días atrás en un tuit que “La legalización del cannabis se acerca”. Para frenar la tendencia de delitos por drogas, en alza desde 2011, el país europeo planea legalizar también el consumo de hachís, con el objetivo de neutralizar al mercado negro y proteger a los jóvenes. El Ministerio alemán de Salud desarrolló, junto con otras cuatro carteras, un modelo de dos fases.
El primer paso será legalizar la tenencia de hasta 25 gramos de cannabis para el uso personal a partir de los 21 años, y un máximo de 50 gramos por mes. Estará permitido cultivar tres plantas por persona en el balcón o el jardín propios. El ministro federal de Alimentación y Agricultura, Cem Özdemir anunció que “llegará en abril”.
Para acceder y distribuir marihuana se abrirán clubes sociales de cannabis, asociaciones sin fines de lucro que se abastecerán con los productos de cannabis de cultivo propio de sus miembros, como ocurre en Uruguay, donde se los conoce como “clubes de membresía”. El máximo de miembros en Alemania será de 500. Según información oficial del Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA) uruguayo, en ese país hay actualmente 298 clubes con algo más de 10 mil miembros.
El segundo punto clave del plan alemán es la regulación para la venta y la compra. La idea original era el control estatal desde el cultivo hasta la venta, como también ocurre en Uruguay, con licencias a las farmacias para vender a clientes de más de 18 años. Pero la Comisión Europea, según informaron medios locales, estaría presionando para que solo haya negocios con licencia para la venta en algunas regiones modelo.
El dinero mueve el mundo. Por lo que, además de una lucha de fondo contra los mercados clandestinos de las drogas, en Alemania prestan atención a las ganancias y la riqueza que puede generar el negocio legal del cannabis. Se calcula que existen cerca de cuatro millones de consumidores de cannabis en ese país. “Partimos de un volumen de mercado de unas 400 toneladas, que se mueve entre los cuatro y los cinco mil millones de euros”, dijo el economista Justus Haucap al medio oficial DW.
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