El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió el jueves una tregua inmediata de al menos tres días en Sudán. Una pausa al conflicto en el país africano que pueda servir como un primer paso de cara a un alto el fuego permanente. La propuesta coincidiría con el fin del mes sagrado islámico del Ramadán.
“El cese de las hostilidades debe venir seguido de un diálogo serio, que permita una transición exitosa, empezando con el nombramiento de un Gobierno civil”, dijo Guterres.
Más de 300 personas han muerto desde que el pasado sábado estallaron los combates entre las las fuerzas leales al jefe del ejército de Sudán, Abdel Fattah al-Burhan, y su lugarteniente, Mohamed Hamdan Daglo (conocido como Hemedti), que comanda las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF).
El foco de los combates está concentrando en la capital Jartum, una ciudad de cinco millones de habitantes. La violencia ha dejado a cientos de miles de personas sin alimentos, sin agua y sin electricidad.
Ambos bandos controlan riquezas mineral que les permiten tener acceso a millonarios recursos para armar a las decenas de miles de soldados con los que cuentan.
A continuación, una mirada a lo que está sucediendo en el país africano y el impacto que podría tener en la región.
¿Qué sucede en Sudán?
El conflicto en el Sudán estalló entre las dos facciones principales del régimen militar que se disputan el poder.
Esta lucha tiene sus raíces en los años previos al levantamiento que derrocó en 2019 a Omar al-Bashir. Fue el mismo dictador que creó a ambas fuerzas para que deliberadamente se enfrentaran entre sí. Una forma de mantener a raya cualquier amenazar a su poder, pero que le terminó jugando en contra al dictador.
Los protagonistas de este enfrentamiento son el general del ejército Abdel Fattah al-Burhan y su lugarteniente, Mohamed Hamdan Daglo (conocido como Hemedti), que comanda el RSF.
En octubre de 2021, los dos militares orquestaron un golpe de Estado que puso fin a un intento de transición hacia un gobierno civil y democrático que había comenzado después del derrocamiento a al-Bashir.
Quien resulte vencedor de los combates probablemente tome el control de Sudán y sea su próximo presidente. El derrotado, por su parte, enfrentará la muerte, la cárcel o, en el mejor de los casos, el exilio.
“A menos que termine rápidamente, el conflicto se convertirá en un juego de varios niveles con actores regionales y algunos internacionales que persiguen sus intereses, utilizando dinero, suministros de armas y posiblemente sus propias tropas o representantes”, señala Alex De Waal, un experto en Sudán de la Universidad de Tufts.
Intereses de países extranjeros e impacto en la región
Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, quizá los dos países más poderoso de la región, mantienen un estrecho vínculo con el RSF. Al recibir ayuda de los dos países árabes, Hemedti envió a miles de combatientes a luchar en Yemen.
Por su parte, el régimen ruso tiene planes de construir una base naval en Puerto Sudán, una ciudad ubicada al noreste del país que se encuentra a orillas del mar Rojo. Esto le permitiría al Kremlin tener acceso a una importante ruta comercial esencial para los envíos de energía a Europa.
Además, está el Grupo Wagner, el grupo mercenario ruso, quien desde 2017 opera en Sudán y está vinculado a empresas mineras de oro que fueron sancionadas por EEUU y la Unión Europea.
“Lo que sucede en Sudán no se quedará en Sudán”, dijo Alan Boswell del International Crisis Group a AP.
“Chad y Sudán del Sur ven de inmediato el riesgo de un posible contagio. Pero cuanto más se prolongue (la lucha), más probable es que veamos una intervención externa importante”, agregó el experto.
En la década del 1990 Sudán se convirtió en un paria internacional cuando refugió a Osama bin Laden y a otros terroristas islámicos. Su aislamiento se profundizó durante el conflicto en la región occidental de Darfur en la década de 2000, cuando las fuerzas sudanesas y los Janjaweed fueron acusados de cometer crímenes de lesa humanidad.
En 2020, luego del derrocamiento a Omar al-Bashir, Estados Unidos eliminó a Sudán de su lista de países patrocinadores del terrorismo. Sin embargo, luego del golpe de Estado de 2021, miles de millones de dólares en préstamos y ayuda fueron congelados.
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