Mientras las autoridades rusas están “distraídas” por la invasión a Ucrania, los grandes carteles de la droga latinoamericana aprovechan la situación para abrir nuevas rutas y mercados. El puerto ruso de San Petersburgo se está convirtiendo en la nueva entrada de la cocaína colombiana y peruana a los mercados europeos. De acuerdo con la organización especializada en el tema InSight Crime, estaría reemplazando a los tradicionales puertos de entrada de la droga de Amberes, en Bélgica y Róterdam, en los Países Bajos.
Esta semana, el Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso detuvo a dos colombianos y un tercer ciudadano de un país europeo (no lo quisieron especificar) cuando intentaban ocultar en Moscú un cargamento de casi 700 kilos de cocaína que había entrado por San Petersburgo en un carguero que transportaba soja desde Brasil. Otra versión indica que, en realidad, salió por el río Paraná y fue cargado con los granos en un puerto uruguayo. Esta incautación siguió a otra realizada a finales de marzo, cuando la policía de San Petersburgo descubrió 200 kilos de cocaína ocultos en un camión que transportaba fruta recientemente llegada desde Colombia. Un año antes, se habían descubierto 400 kilos de la misma droga oculta en un cargamento de bananas procedentes de Ecuador. Según la policía rusa, la mayoría de los contenedores detectados con drogas latinoamericanas proceden del puerto ecuatoriano de Guayaquil.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) las incautaciones de cocaína en este puerto ruso “se multiplicaron por seis entre 2016 y 2021, pasando de 144 kilogramos a 872 kilogramos por año.” Yulia Vorobyeva, profesora de la Universidad Internacional de Florida y experta en narcotráfico y crimen organizado, declaró a InSight Crime que “la cocaína se distribuye desde San Petersburgo y Moscú, que son los dos centros logísticos... desde donde se transporta en camiones a otros países de Europa”. Una de las razones por las que los carteles eligen el puerto de San Petersburgo es porque los principales centros de entrada hasta ahora, los de Amberes y Rotterdam, introdujeron novedades tecnológicas “muy efectivas” a sus puestos de vigilancia. Desde entonces, continúan buscando las mejores alternativas. Hace dos semanas, en Oslo se realizó la mayor incautación de cocaína de la historia de ese país. Fueron “800 kilos que entraron en un cargamento de frutas procedente de América Latina”, aunque no se especificó el puerto de salida. La policía noruega indicó que fue la policía alemana la que advirtió lo que estaba sucediendo después de que se descubrieran otros 1.200 kilos en el puerto de Potsdam. Unos meses antes, la policía española había logrado interceptar en Galicia un “narcosubmarino” que transportaba cinco toneladas de cocaína.
Ninguno de estos destinos son los definitivos, sino que se trata de puertos de entrada para luego distribuir los cargamentos en los mercados más lucrativos centroeuropeos. Hasta ahora se sabía que la cocaína entraba Rusia, mayormente, a través de Turquía y, de acuerdo al periodista de investigación turco Cengiz Erdinc, “desempeña un papel significativo como país de tránsito de la cocaína a otros mercados del continente”.
Unos 3,5 millones de europeos consumieron cocaína en 2021, según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), cuatro veces más que hace 20 años. El continente ha sido golpeado por un “tsunami” de cocaína, dijo el jefe de la policía federal belga, Eric Snoeck, con 240 toneladas incautadas en 2021, según Europol, casi cinco veces más que hace una década.
Europa, apenas detrás de Estados Unidos, es el segundo mercado más lucrativos para los grandes cárteles de la droga, que están trasladando a París, Berlín o Amsterdam algunos de sus capos y métodos. “Secuestros, torturas y golpes: hay tanto dinero en juego que las organizaciones criminales han traído a nuestros países los métodos que los cárteles utilizan desde siempre en sus países de origen”, explicó a la AFP, Stephanie Cherbonnier, de la oficina antidroga francesa.
Los grandes puertos del norte de Europa están siendo azotados por la violencia del narcotráfico y acciones inéditas. Entre otras operaciones, las bandas mexicanas se atrevieron incluso a “conspirar para secuestrar” al ministro de Justicia belga. Los tiroteos se hicieron frecuentes en las calles de Amberes. “El país podría pronto ser considerado un narcoestado”, advirtió el fiscal jefe de Bruselas, Johan Delmulle. Y las ganancias para los carteles son siderales. Un kilo de pasta base en Catatumbo, Colombia, vale 370 dólares. Una vez mezclada con un cóctel de ácidos y disolventes y convertida en “coca”, llega a los 1.000 dólares el kilo. Puesto en Rotterdam ya ese paquete vale 50.000 dólares y en las calles de Amsterdam alcanza los 100.000 dólares. En París, un delivery lo lleva al elegante departamento de un consumidor por 70 dólares el gramo. Europol calcula que el mercado europeo de cocaína mueve actualmente entre 7.600 y 10.500 millones de euros en la calle.
“El mercado estadounidense está saturado y la cocaína se vende en Europa a precios entre un 50 y un 100% más altos”, explica Florian Colas, jefe de la unidad de inteligencia de las aduanas francesas. “Otra ventaja para los traficantes son las penas de prisión menos disuasorias y las múltiples opciones logísticas”.
Los cárteles mexicanos establecieron su cabeza de puente europea en la Costa del Sol española a principios de la década de 2000, que ya era el principal centro de transporte de cannabis marroquí. Pero la detención de varios contrabandistas importantes y, sobre todo, la explosión del tráfico marítimo, los convencieron para reorientar el contrabando a través de los gigantescos puertos de contenedores del norte de Europa, como Amberes, Hamburgo, Le Havre y Rotterdam. “Algunos cargamentos pasan por puertos caribeños” en su camino desde Sudamérica, mientras que otros “pasan por los Balcanes o África Occidental antes de entrar en Europa”, explicó a la AFP, Corinne Cleostrate, jefa adjunta de las aduanas francesas.
La distribución interna queda a cargo de las bandas locales. La “Mocro maffia” marroquí en Bélgica y los Países Bajos, la mafia albanesa, serbia o kosovar y la ‘Ndrangheta calabresa se reparten el mercado según sus territorios y especialidades. Varios estibadores franceses fueron encarcelados por trabajar con bandas de narcotraficantes en Le Havre, y la policía afirma que algunos han sido obligados a ayudar a los traficantes. Uno de ellos describió a su abogado cómo fue atrapado. “Antes ganaba 200 o 300 euros al mes vendiendo perfumes (robados) o cartones de cigarrillos. Un día unos tipos me pidieron que sacara unas bolsas (del puerto) por 1.000 euros la bolsa”, dijo.
Las bandas están dispuestas a pagar hasta 100.000 euros por sacar un contenedor de Le Havre, donde “sólo podemos controlar el uno por ciento de los contenedores porque no tenemos recursos para hacer más”, admitió un funcionario de aduanas. Pero ahora, con la apertura de los puertos rusos estos “gastos” disminuyen en forma considerable. Un cargamento puede pasar por San Petersburgo o en barcos más pequeños por alguna de las Repúblicas Bálticas por menos de la mitad. Las mafias rusas son muy eficientes y tienen bien aceitadas las rutas por donde trafican otros productos desde hace muchos años.
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