Tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia el año pasado, Occidente desplegó un conjunto de sanciones financieras sin precedentes destinadas a obstaculizar la economía rusa y su capacidad para financiar la guerra. Pero tras algunas aparatosas confiscaciones de yates y mansiones de oligarcas rusos en Europa, todo parece haberse ralentizado de tal manera que dejaron de tener el efecto buscado. Rusia puede estar perdiendo la guerra en el terreno ucraniano, pero la está ganando en el económico gracias a la complicidad de varios aliados y el apoyo fundamental de las empresas petroleras globales.
El cofundador de Transparencia Internacional, Frank Vogl, escribió en The Globalist que la aplicación de las sanciones es decepcionante. “Después de una ventisca de publicidad en marzo y abril de 2022 sobre la incautación de efectos de gran valor pertenecientes a los oligarcas aliados de Putin, se produjo un extraño silencio por parte de las autoridades judiciales occidentales”, dice Vogl en referencia a los casi inexistentes planteamientos judiciales relacionados con las sanciones.
La maniobra más exitosa de Rusia por mantener su economía a flote está en la desdolarización de sus reservas y la exportación de petróleo, su producción más rentable, que no habría podido concretar sin la complicidad de decenas de grandes empresas petroleras globales. China, India, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos están haciendo más negocios con Rusia que nunca.
Según la organización Global Witness, que se dedica a monitorear los movimientos de los combustibles fósiles en el planeta, desde el comienzo de la guerra, Rusia exportó por vía marítima más de 1.220 millones de barriles de crudo por un valor estimado de 97.000 millones de dólares. Y a esto hay que sumarle otros 928 millones de barriles de productos petrolíferos refinados. Y todo fue comercializado por las grandes petroleras occidentales, desde Vitol y Gunvor hasta Shell y BP, que transfirieron casi el 40% del total: 533 millones de barriles de petróleo ruso por un valor estimado de 14.800 millones de dólares, y otros 362 millones de barriles de productos refinados.
Pero Rusia también tomó medidas eficaces para protegerse, dice Caileigh Glenn en el Washington Quarterly. El Kremlin tenía experiencia previa con las sanciones occidentales tras la invasión de Crimea en 2014, y había desplegado una serie de medidas “a prueba de sanciones”. Glenn enumera entre los “logros” de Putin, “la creación de un paraíso fiscal para facilitar el retorno de la riqueza rusa en el extranjero, la sustitución de las importaciones por productos nacionales, el desarrollo de un nuevo sistema de pago con tarjeta, la expansión del comercio con varios países africanos y China, las represalias contra los que imponen sanciones y la limitación de los activos gubernamentales mantenidos en dólares estadounidenses y las transacciones realizadas con ellos”.
Y el resultado está a la vista. En sus previsiones económicas mundiales de enero, el Fondo Monetario Internacional dijo que, si bien la economía rusa disminuyó un 2,2% en 2022, es probable que crezca un 0,3% este año y que registre un crecimiento del 2,1% en 2024. La economía rusa se encuentra en general en “una senda estable” a pesar de los recortes a las compras de gas y petróleo ruso por parte de Europa y Estados Unidos, que más de 1.000 empresas con ingresos anuales de 50 millones o más hayan abandonado el país y que cientos de miles de rusos –muchos con grandes conocimientos tecnológicos- se hayan ido del país en protesta por la guerra y para evitar el reclutamiento obligatorio.
Pero la banca internacional continúa operando en Rusia y con sus fondos en todo el mundo. El mayor banco italiano, Unicredit, informó que los beneficios obtenidos por su sucursal rusa en el cuarto trimestre de 2022 aumentaron un 88,2%, hasta 354 millones de euros. El banco Raiffeisen de Austria obtuvo el año pasado ganancias globales por 3.600 millones de euros. El 60% de esa cantidad, 2.200 millones de euros, procede de negocios en Rusia y Bielorrusia, cuatro veces más que en 2021. También, bancos de los Emiratos (EAU), Chipre, Luxemburgo, Austria y Suiza siguen permitiendo transacciones sustanciales en las que participan ciudadanos rusos cercanos al círculo íntimo de Vladimir Putin o sociedades que actúan de tapadera de estas personas.
Después de una lluvia de críticas a su poca voluntad por imponer las sanciones, un tribunal de Suiza condenó al director de la filial del banco ruso Gazprombank y otros tres directivos por haber facilitado el manejo de 32 millones de euros del cellista Serguéi Roldugin, amigo íntimo de Putin y sospechado de ser uno de sus testaferros. Pero en el caso del Credit Suisse otro juez de Zurich desvió la investigación sobre la entrada de dinero sucio ruso a ese banco y la centró en la supuesta violación de las leyes suizas sobre el secreto bancario por parte de los periodistas.
“Los vastos activos de los oligarcas -que ascienden a cientos de miles de millones, tal vez billones de dólares- siguen invertidos en los principales mercados de capitales a través de una miríada de sociedades de cartera y departamentos de gestión de la riqueza mundial en los principales bancos occidentales, empresas de capital riesgo y fondos de cobertura”, dice el informe de la asociación europea que controla el nivel de las sanciones en Rusia y otros países. Incluso, los oligarcas rusos tuvieron que replegarse con sus familias dentro del país, pero no dejan de viajar y mantienen sus propiedades en el exterior. “Sí, ya no se los ve en la Riviera francesa, pero si vas a Dubai te encontrás con una Moscú en la arena”, escribía la semana pasada en un tuit un economista portugués indignado por la poca efectividad de las sanciones.
Respondiendo a las críticas, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro estadounidense anunció que añadió a “más de 2.500 objetivos relacionados con Rusia a la Lista de Nacionales Especialmente Designados y Personas Bloqueadas (SDN) desde febrero de 2022, incluyendo aproximadamente 2.400 personas y entidades, 115 buques y 19 aeronaves”. Y afirmó que las nuevas sanciones “facilitarán la investigación, persecución y castigo de las violaciones de las medidas restrictivas en todos los Estados miembros por igual.”
Pero nada de esto apunta a los grandes importadores del petróleo ruso que sigue siendo el pulmón con el que respira la economía de ese país. India, China y Turquía continúan operando sin ninguna restricción y aumentaron considerablemente sus compras. Pero no son sólo estos aliados del Kremlin. La empresa Vitol, con sede en los Países Bajos, que cuenta entre sus altos ejecutivos con Alan Duncan, ex ministro del gobierno del Reino Unido, ayudó a Rusia a vender más de 113 millones de barriles de petróleo y productos derivados desde la invasión, incluido crudo por un valor estimado de 2.400 millones de dólares. Bajo presión, la última semana Vitol dijo que tenía intención de “dejar de comerciar con crudo y productos de origen ruso”. También aclaró que su intervención está “en pleno cumplimiento de todas las leyes y normativas aplicables” y que sus “volúmenes actuales de crudo y productos rusos comercializados son insignificantes”.
Gunvor, el segundo mayor facilitador occidental, ayudó a Rusia a desplazar más de 109 millones de barriles de petróleo y productos petrolíferos, incluido crudo por un valor estimado de 772 millones de dólares. El operador con sede en Chipre, fundado por el sancionado oligarca ruso Gennady Timchenko, también asegura que “todo se realiza en estricto cumplimiento de todas las sanciones económicas internacionales aplicables”. La lista de los principales operadores también incluye a las grandes BP, Shell y TotalEnergies. Esta última, que comercializó 29 millones de barriles, condenó “la agresión militar de Rusia contra Ucrania” en marzo, donde también se comprometió a “detener todas sus compras de petróleo y productos petrolíferos rusos lo antes posible”. BP, que comercializó 16 millones de barriles, calificó en febrero la guerra como un “acto de agresión que está teniendo trágicas consecuencias en toda la región”. BP había amortizado su participación en la petrolera rusa Rosneft en febrero de 2022 y se había comprometido a no suscribir nuevos contratos de compra de petróleo o productos petrolíferos rusos. Y Shell, que comercializó 15 millones de barriles, condenó el año pasado al gobierno ruso por “sus atrocidades en Ucrania”, al tiempo que anunciaba su “intención de retirarse de su participación en todos los hidrocarburos rusos”.
Global Witness también logró detectar que el 83% del petróleo se transportó en barcos griegos. Los petroleros propiedad de tres armadores griegos - Economou Group of Companies, Andreas Martinos & family, y Dimitris Prokopiou & family - fueron el segundo, tercer y quinto cargadores principales de petróleo y productos petrolíferos rusos desde el 24 de febrero de 2022. Minerva Marine, propiedad de la familia Martinos, asegura que " todas las actividades comerciales se llevan a cabo siempre en pleno cumplimiento de todas las leyes y reglamentos aplicables”. Mientras que el gobierno griego, que debe hacer cumplir las sanciones impuestas por la Unión Europea, no habla del asunto.
“Las autoridades bancarias de regulación financiera y de justicia de la UE, el Reino Unido y Estados Unidos fracasaron a la hora de emprender un ataque significativo contra los propietarios y gestores de este dinero en efectivo que sirve a la maquinaria bélica de Putin. Esto tiene que cambiar. Los oligarcas y sus cómplices financieros deben sufrir para garantizar el futuro democrático de Ucrania”, es la conclusión de Frank Vogl de Transparencia Internacional. En la sede de la UE de Bruselas se registraron en los últimos días “grandes pases de factura” en este sentido entre representantes de países que están haciendo un gran esfuerzo en enviar armamento y ayuda económica directa a Kiev y los de los miembros de la unión que miran hacia otro lado cuando sus compañías siguen haciendo negocios con Moscú.
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