“Este es el lugar. Aquí donde estamos parados, de acuerdo a la Biblia, se producirá el fin de los días”, dijo el guía Armando a un grupo de turistas de habla hispana y los presentes comenzaron a mirar hacia todos lados con cierta suspicacia. “Recuerden, no lo digo yo. Lo dicen los libros sagrados”, aclaró Armando. “Este es el lugar de la última cena, la crucifixión y la resurrección de Cristo. Aquí están enterrados los profetas más venerados del judaísmo, desde Zacarías hasta Yad Avshalom, en un cementerio de más de 3.000 años. Se levantan tres iglesias sagradas para los ortodoxos. Y al pie está el huerto o jardín de Getsemaní donde Jesús dio su último mensaje”, agregó Armando dejando en silencio al grupo.
“Y ahora, después de cinco mil años de historia, este Monte de los Olivos vuelve a estar en el centro de la controversia religiosa y legal”, terminó diciendo el guía Armando. La escena ocurrió hace tres años en uno de los miradores del monte, desde donde aparece la vista más espléndida de la ciudad antigua con el eje puesto en la magnífica Cúpula de la Roca dorada, en la Explanada de las Mezquitas. El guía se refería al proyecto de la Autoridad Israelí de Parques y Naturaleza (INPA) de extender los límites del Parque Nacional de los Muros de Jerusalén para incluir una gran parte del Monte de los Olivos, junto con zonas de los valles del Cedrón y de Hinnom. En ese momento, el proyecto fue archivado ante las protestas generalizadas provenientes de palestinos, cristianos, ortodoxos e, incluso, las autoridades religiosas judías. Pero en vísperas de esta nueva Semana Santa volvió a ser considerado y renovó la controversia que según el diario The Guardian “hizo saltar las alarmas desde la Santa Sede hasta la Casa Blanca”.
La ampliación del parque nacional está enmarcada en la puja israelí-palestina por el control de la ciudad. Ambos consideran a Jerusalén como su capital. La ocupación israelí de los territorios palestinos comenzó en 1967 y la Ciudad Antigua y el resto de la mitad oriental de Jerusalén se anexionaron totalmente en 1980, aunque siguen considerándose ocupadas según el derecho internacional. El movimiento de los colonos nacionalistas israelíes está expulsando a los palestinos de Jerusalén del Este y tanto el gobierno nacional como el local continúan derribando un número cada vez mayor de viviendas palestinas alegando que carecen de permiso de construcción y, según la Autoridad Palestina, “desplaza a la comunidad con proyectos de desarrollo que apenas atienden a las necesidades de los residentes palestinos”.
En este contexto, los cristianos también se sienten desprotegidos y así lo expresaron en una carta enviada hace meses por el Patriarca Greco Ortodoxo de Jerusalén, Theophilos III; el Custodio de Tierra Santa, P. Francesco Patton; y el Patriarca Armenio de Jerusalén, Nourhan Manougian. “El proyecto parece haber sido desarrollado, orquestado y promovido por entidades, cuyo aparente y único propósito es confiscar y nacionalizar uno de los sitios más santos para la cristiandad y alterar su naturaleza. Esta es una medida brutal que constituye un ataque directo y premeditado contra los cristianos en Tierra Santa, contra las iglesias y sus antiguos derechos internacionalmente garantizados en la Ciudad Santa”, dijeron los líderes cristianos.
Si bien Jerusalén sigue siendo la ciudad sagrada a la que peregrinan millones de cristianos cada año, el avance del sector judío y la violencia hicieron que hoy la población estable cristiana no llegue al 3% del total. Históricamente constituía el 25%. Y está confinada al sector cristiano de la Ciudad Antigua y a Belén, que se encuentra en las afueras de Jerusalén. En los últimos meses aumentaron los ataques contra los cristianos por parte de los extremistas judíos. Desde comienzo de este año un cementerio y una estatua de Jesús fueron vandalizados y un restaurante de propiedad cristiana en la Ciudad Antigua fue atacado por ultraortodoxos. “Estos días se tiene la sensación de que somos huéspedes en Jerusalén, en lugar de tener derechos y estatus como comunidad. Hay que entender que no somos huéspedes”, dijo en una entrevista con The Guardian, Pierbattista Pizzaballa, el patriarca latino de la ciudad y embajador de facto del Vaticano.
Y hasta Vladimir Putin se metió en la controversia. En su nombre se planteó un juicio en el que el Estado ruso reclama la propiedad del Monasterio de María Magdalena, el Monasterio de la Ascensión y la Iglesia Viri Galilaei (Pueblo de Galilea), todos ellos situados en el Monte de los Olivos. En el planteo se pide directamente que los tres sitios de la iglesia ortodoxa rusa sean expresamente excluidos del proyecto del parque nacional. La presentación la hizo el ex primer ministro Sergei Stepashin, actual responsable de los bienes en Israel (su función es definida como la del “jefe de la Sociedad Imperial Ortodoxa Palestina”). Putin está en pie de guerra desde que recientemente un tribunal de distrito de Jerusalén falló en contra de transferir a Rusia el denominado Patio de Alejandro, un complejo situado a 70 metros de la Iglesia del Sepulcro, en la Ciudad Antigua. El zar Alejandro II compró el terreno en 1859 y hasta la Revolución Rusa de 1917 la zona estuvo bajo control del gobierno imperial ruso.
Los ortodoxos griegos que también tienen un templo en el monte y que ocupan una porción importante del sector cristiano de la Ciudad Antigua, son acusados por los palestinos de haber entregado algunas de sus propiedades a organizaciones de judíos ortodoxos que de esa manera avanzan con su poder y territorio. Esto viene sucediendo desde hace mucho tiempo. Las propiedades dentro de los muros milenarios se disputan metro a metro. El máximo símbolo de esta situación es la casa “deshabitada, pero ocupada”, por el fallecido ex primer ministro Ariel Sharon en el corazón del sector palestino.
En el medio de la polémica, el INPA israelí aclaró que el Parque Nacional de los Muros de Jerusalén fue inaugurado en la década de 1970 y que siempre estuvo contemplada una segunda fase que incluyera al Monte de los Olivos. El proyecto fue descartado y rescatado muchas veces por gobiernos diversos. Pero este último movimiento se produce en un contexto absolutamente diferente y algunos creen que el plan de expansión del parque nacional sería una “estrategia nacionalista más amplia destinada a ‘rodear’ la Ciudad Vieja de Jerusalén”. También sucede en momentos en que Israel está en el poder el gobierno más extremista de derecha y religioso de toda su historia y con una sociedad absolutamente dividida ante el avance de esos sectores sobre la división de poderes.
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