La histórica disputa entre China y Taiwán: el conflicto que aterroriza al mundo

Para Beijing, su vecino es parte de su nación y necesita ser liberada. Para Taipéi, ellos son los legítimos representantes del legado chino, y mediante la democracia deben lograr la unificación

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Taiwán y la República Popular China: la historia de un conflicto que atemoriza al mundo. (REUTERS/Dado Ruvic)
Taiwán y la República Popular China: la historia de un conflicto que atemoriza al mundo. (REUTERS/Dado Ruvic)

(Taipei, Especial) - Compuesta de varias pequeñas islas que acompañan a la principal en el océano pacífico frente a las costas de la República Popular China, Taiwán es una nación reconocida por 12 países del mundo. Así, se encuentra en una compleja situación en cuanto a su participación internacional política: hasta el 26 de marzo eran 13 países, pero tras presiones del gobierno de la República Popular China, Honduras rompió vínculos con Taiwán. Sin embargo, si bien las potencias como los Estados Unidos no la reconocen oficialmente, implícitamente cuentan con su apoyo como un socio estratégico que polariza con el gobierno de la República Popular China. Hoy Taiwán se ubica en el puesto número uno – según el Índice de Democracia 2022 de The Economist – como la nación más democrática de Asia, y en el puesto número diez global. En cuanto al índice de Libertad Económica, ocupa el puesto número seis, con una tasa de desempleo de entre el 3% y 4% y una pujante economía que, más allá de la pequeña superficie que pueda tener el país, lidera algunas industrias mundiales como la tecnológica en materia de microchips semiconductores, concentrando la exportación del 90% del abastecimiento mundial (elemento esencial de casi todos los dispositivos electrónicos, como los autos, notebooks, Smart Tv, etc.). En materia de educación, el porcentaje de alfabetismo de personas mayores de 15 años alcanza y supera el 99%. Se trata de una nación diversa en la que coinciden distintas religiones y filosofías como el cristianismo (por la antigua ocupación portuguesa en el norte de la isla), el taoísmo, el budismo y el confucionismo.

Ahora bien, ¿qué pasa entre Taiwán (o como la llaman los taiwaneses: la República de China) y la República Popular China? Si bien parece un conflicto reciente, que cuenta con sus propias causas autónomas, esta región posee una historia milenaria de uniones y separaciones, de imperios que se expandían y luego caían, decenas de dinastías que fueron alternándose.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en China comenzó la guerra civil: Mao Tse Tung, encabezando al Partido Comunista Chino, buscó llevar adelante una revolución para instalar un sistema político que iba a marcar al mundo por los siguientes 40 años de guerra fría. Del otro lado, se encontraba el Kuomintang (Partido Nacionalista) liderado por Chiang Kai-sek, un controvertido líder político-militar que controlaba a toda la República de China antes de la guerra civil, desde 1927. Pero existían antecedentes: la guerra interna había comenzado previamente, bajo el gobierno de Chiang Kai-sek, cuando decidió romper el pacto de alianza con el Partido Comunista Chino y mandar a asesinar a sus simpatizantes en el norte del país. Luego, tras la invasión japonesa en 1937, ambos partidos decidieron hacer una tregua y unirse con el fin de combatir al Imperio del Sol Naciente. Fue luego de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial y de la victoria China sobre la invasión, que la guerra civil se reinició teniendo como resultado la victoria comunista de Mao Tse Tung. Ante ello, el General Chiang Kai-sek escapó hacia la isla de Taiwán con cerca de 1.5 millones de seguidores – principalmente sus funcionarios militares - que se encontraban amenazados de muerte por el gobierno comunista tras la derrota.

Durante el último año China ha incrementado el envío buques de guerra y aviones a la costa de Taiwán para amendrentar a la isla.  (Foto: Comando del Teatro del Este/Distribuida vía REUTERS)
Durante el último año China ha incrementado el envío buques de guerra y aviones a la costa de Taiwán para amendrentar a la isla. (Foto: Comando del Teatro del Este/Distribuida vía REUTERS)

Chiang Kai-sek mantuvo la ilusión de que el comunismo iba a caer por su propio peso, y que finalmente iban a recuperar el control de la China Continental (como le llaman en Taiwán a la República Popular China, hoy bajo gobierno de Xi Jinping). La Organización de las Naciones Unidas reconocía a su gobierno (de lo que hoy es Taiwán) como el legítimo gobierno de China por lo que ocupaba la banca en su representación, mientras que Estados Unidos – que en principio se mantenía indiferente – comenzó a protegerla y darle un apoyo incondicional ante la amenaza del avance comunista tras el comienzo de la Guerra Civil de Corea. Sin embargo, en 1971 la ONU desconoce a su gobierno como el legítimo gobierno de China y reconoce a la República Popular China como el único legítimo: hoy en día, Taiwán continúa sin voz en la ONU. El legado de Chiang Kai-sek, visto como héroe y villano al mismo tiempo, dejó un crecimiento económico que le permite a Taiwán hoy posicionarse como una nación desarrollada y vanguardista, pero también dejó sangre derramada tras fusilamientos, proscripciones y torturas a cualquier simpatizante de políticas distintas a las suyas. En 1975, falleció de una neumonía y asumió su hijo, quien de a poco fue dando pasos en camino hacia mayores libertades políticas que dieran paso a una verdadera democracia republicana. Hasta el año 2017, había 21 países que reconocían internacionalmente a Taiwán. Hoy, son 12: Belice, Guatemala, Haití, Paraguay, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Suazilandia, Palaos, Tuvalu, Islas Marshall, Nauru, y cómo número 13 se puede mencionar al Estado del Vaticano.

La situación es delicada: ambas naciones se reconocen mutuamente como administraciones separadas, pero no soberanas. Admiten que existe una administración política centralizada en Taiwán y otra en Beijing, pero no reconocen que la contraparte posea independencia o soberanía. Para la República Popular China, Taiwán es parte de su nación, fue usurpada por Chiang Kai-sek, y necesita ser liberada. Para Taiwán, ellos son los legítimos representantes del legado de China, y mediante la democracia deben lograr la unificación. Aquel reconocimiento que se limita a lo administrativo es una forma de mantener relaciones pacíficas para evitar una guerra y posibilitando también el comercio entre ambas naciones, además del tránsito de personas de un lugar al otro. Sin embargo, en Taiwán las posturas sobre cómo actuar con China se están complejizando.

En el año 2024 van a haber elecciones presidenciales en Taiwán, y los principales dos partidos poseen opiniones diversas.

El Partido Demócrata Progresista es quien gobierna actualmente, encabezado por la primera presidente mujer en la historia de Taiwán, Tsai Ing-Wen. La postura del PDP, apoyado principalmente por la juventud que ha nacido en épocas de una Taiwán republicana ya sin ataduras históricas o sentimientos de pertenencia con la China continental, es ir a un referéndum en el que la población vote por declarar la independencia de Taiwán, como nación única y distinta a China. Se lo considera el partido mayoritario que más se distancia de la China Continental en cuanto al reclamo de soberanía.

FOTO DE ARCHIVO. Los peatones pasan por delante de una pantalla gigante que emite un informe de noticias sobre los ejercicios militares del Ejército Popular de Liberación (EPL) chino en torno a Taiwán, en Pekín, China. 4 de agosto de 2022. REUTERS/Thomas Peter
FOTO DE ARCHIVO. Los peatones pasan por delante de una pantalla gigante que emite un informe de noticias sobre los ejercicios militares del Ejército Popular de Liberación (EPL) chino en torno a Taiwán, en Pekín, China. 4 de agosto de 2022. REUTERS/Thomas Peter

El Kuomintang (o Partido Nacionalista) sería su principal opositor político, a veces acusado de ser ‘pro China’. Sin grandes diferencias en materia económica, presenta una altísima resistencia a la propuesta de independencia taiwanesa. Para ellos, una supuesta independización posee una contracara perjudicial que es perder legitimidad en el reclamo por la China continental: declarar a Taiwán como nación autónoma y soberana, es justamente reconocer a la RPC como una nación distinta. Un detalle no menor es que para el gobierno de la RPC – encabezado por Xi Jinping – una hipotética declaración de independencia taiwanesa implicaría una rebelión contra ellos, ya que perciben a Taiwán como parte de China, y una causa que justificaría llevar a cabo finalmente la invasión sobre la isla para recuperarla, desde su punto de vista. Por lo que las propuestas del Kuomintang varían entre mantener el status quo, o intentar lograr la unificación.

La tensión entre ambos países se encuentra en constante aumento: los ejercicios militares en los últimos días de la RPC sobrevolando la isla de Taiwán y los buques navegando alrededor de ella no hacen más que atemorizar al mundo de un eventual suceso similar al que está sucediendo en Ucrania con la invasión de Rusia. Una China que cuenta con alrededor de 2 millones de soldados, supera ampliamente a una Taiwán que cuenta tan solo con 150.000 soldados activos. El año pasado, en el mes de octubre, el mandatario de la República Popular China advirtió que recuperaría Taiwán, “por la fuerza si es necesario”.

En un intento de lograr equiparar las fuerzas, aunque lejos de lograrlo, Taiwán extendió la duración del Servicio Militar Obligatorio a un año para cada persona: así, llegan a poco más de 2 millones de soldados, aunque son tan solo reservistas. Al mismo tiempo, hay que rememorar que la visita de Nancy Pelosi en 2022 a la isla aumentó los nerviosismos y la tensión en expectativa por parte de China. Incluso, apenas unos pocos días atrás, la actual presidente de Taiwán (Tsai Ing-wen) estuvo en un encuentro bilateral en los Estados Unidos con los mandatarios del país. Para la mandataria Tsai, “la relación entre los Estados Unidos y Taiwán nunca fue más estrecha”. La contracara tensionada proviene de Beijing, desde donde advirtieron que estos actos pueden gatillar una confrontación entre ambos países.

Los civiles que habitan en la isla se encuentran atravesando una dificultosa situación: Infobae estuvo recorriendo las calles de Taiwán y conversando con locales que demostraron todo tipo de sensaciones. Desde el temor a una eventual guerra con China, hasta la convicción de que tarde o temprano la República Popular China va a caer para finalmente encontrar una superación del conflicto con una eventual unificación. Incluso un joven que se encontraba a seis días de iniciar la carrera militar – y prefirió mantener su identidad reservada – demostró su valentía y coraje expresando: “Hago esto para defender a mi país, me estoy convirtiendo en un adulto y no voy a dejar que ataquen a mi nación, mi familia y mis seres queridos”. A ese nivel se encuentra hoy la delicada tensión entre estos dos países en los que cada uno reconoce soberanía sobre el otro.

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