Armados con bombas molotov o adoquines, cada vez más radicales vestidos de negro —casseurs, o matones, en español— invaden las grandes protestas pacíficas contra la reforma del sistema de pensiones en Francia, atacando a policías en medio de una violencia intensificada.
Batallas callejeras entre los agitadores —una combinación volátil de anarquistas, ultraizquierdistas y activistas radicalizados del movimiento chalecos amarillos— y la policía en varias partes del país, han dejado desiertos algunos centros municipales.
El presidente Emmanuel Macron hizo enojar aún más a sus críticos al impulsar en el Parlamento sin someterlo a votación su plan de aumentar la edad de retiro de los 62 a los 64 años. Calificó de este miércoles de “sediciosos” a los manifestantes que endurecieron las protestas desde que esa impopular medida se adoptó por decreto.
“No toleraremos ningún desbordamiento”, advirtió Macron, que calificó de “sediciosos” a estos manifestantes y los comparó con quienes asaltaron el Capitolio en Estados Unidos en 2021 y las instituciones en Brasil en enero.
Por su parte, el ministro de Interior francés, Gérald Darmanin, condenó enérgicamente estas acciones: ”Si la mayoría de la gente se manifestó pacíficamente, comenzando por las plazas sindicales que estaban protegidas por la policía, quiero señalar la presencia de 1.500 matones, vestidos de negro, que estaban visiblemente allí para romper policías y romper edificios públicos. Quiero decirles que estamos sumamente decididos, que la violencia no pasará, que muchos de ellos han sido detenidos y que las imágenes de videovigilancia nos permitirán confundirlos”.
Muchos de los detenidos son “jóvenes”, “muchos son conocidos” por pertenecer a la “ultraizquierda”, ha continuado, denunciando “la bordélización deseada por parte de la extrema izquierda”, que “no gana”.
Alrededor de las 22:00 horas se habían registrado 140 incendios en la capital, de los cuales “unos cuarenta” fueron extinguidos, agregó.
En este momento resultaron heridos 149 policías y gendarmes, algunos “graves”, lamentó, en referencia al lanzamiento de “ácido, cócteles molotov, adoquines”, contra los policías.
Los daños que se han producido “son muy importantes, mucho más que los días anteriores”, dijo Darmanin, denunciando en particular los daños en “edificios públicos” en Burdeos donde se quemó brevemente el porche del ayuntamiento o en Lorient ( Morbihan), donde se atacó una comisaría.
La violencia llegó a nivel máximo durante la novena ronda de marchas el jueves organizadas por los sindicatos. Los enfrentamientos en Nantes, occidente de Francia, en Lyon, en el sureste, y en París, cada vez fueron más brutales.
Jóvenes con los rostros cubiertos con bufandas negras rompieron escaparates, incendiaron la basura en las calles que no ha sido recolectada debido a una huelga de más de dos semanas y arrojaron piedras, cócteles molotov y fuegos artificiales hacia la policía. Los agentes con equipos antimotines arremetieron contra lo que las autoridades califican de “elementos radicales” y usaron gas lacrimógeno y porras para contenerlos en las confrontaciones cada vez más violentas.
Además de los anarquistas y otros ultraizquierdistas, hay miembros de los chalecos amarillos, un movimiento que primero apareció en las calles de Francia en 2018 para exigir más justicia económica y social, para luego lentamente desaparecer conforme una franja radical y destructiva se extendió por las ciudades.
Algunas personas sacaron sombrillas en un vano intento de protegerse del gas lacrimógeno. Bengalas lanzadas por los agitadores, mezcladas con el gas lacrimógeno rociado en abundancia por la policía, cubrieron al cielo nocturno con una neblina espesa.
Las batallas callejeras ocurren al margen de las marchas organizadas y pacíficas. Las autoridades las han comparado con una guerra urbana.
(Con información de AFP y AP)
Seguir leyendo: