Casi podría usarse la célebre frase del comienzo de Anna Karenina, de Tolstoi, para presentar esta nota, aunque con una distorsión. Porque lo que hace parecidas a todas las familias rusas no es por estos días la felicidad sino la tremenda división que provoca la guerra en Ucrania: los mayores eligen apoyar al gobierno de Putin, posiblemente por una cuestión histórica, todos pertenecen a la rama “homo sovieticus”, llevan en su memoria incrustadas las imágenes de Occidente que transmitían los gobiernos comunistas. Los más jóvenes, en cambio, critican y cuestionan desde su rebeldía natural y sin sentir deudas con el actual gobierno. “Las personas de más de 55 años crecieron en la época soviética y se vieron afectadas por la propaganda desde su infancia. Se les enseñó que Occidente quiere destruir a nuestro país”, dice Pavel Andreyev, integrante de la Junta Directiva de la ONG rusa Memorial, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2022.
Fundada en 1987 -uno de los fundadores fue el físico disidente Andrei Sajarov, él mismo premiado en su momento con el Nobel- en lo que todavía era la Unión Soviética, su objetivo es la investigación histórica (su trabajo ha sido crucial en relación a los abusos y crímenes del estalinismo) y también la defensa de los derechos civiles, con acciones en Rusia y en varios estados post-soviéticos. Durante las dos guerras en Chechenia, Memorial recopiló documentos e información sobre los abusos y crímenes de los militares rusos cometidos contra los civiles. Natalia Estemirova, jefa de la oficina de Memorial en Chechenia, fue asesinada por su tarea en el terreno.
En 2016, el gobierno ruso declaró a Memonal como un agente extranjero, y en 2021 la Suprema Corte de Justicia de Rusia dictaminó que “Memorial Internacional”, parte de la ONG dedicada a la investigación de las purgas cometidas en la época soviética, debía ser liquidada por haber defendido los derechos de personas que supuestamente tenían vínculos con organizaciones terroristas. En 2022, un mes tras el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, el gobierno ruso declaró ilegal a Memorial y tomó posesión de sus oficinas por la fuerza En octubre de 2022, horas después del anuncio de que Memorial había ganado el Premio Nobel de la Paz, la justicia rusa ordenó la incautación oficial de la sede de la ONG.
La breve charla con Andreyev se desarrolla en una sala pequeña dispuesta por la embajada de la Unión Europea en el edificio donde están sus oficinas, en Puerto Madero y frente al río plateado. Además de ser miembro de Memorial, es director de uno de los principales medios independientes del norte de Rusia, bloqueado por el regulador estatal por incumplir la nueva normativa que obliga a describir la invasión a Ucrania como una “operación militar” y no como una “guerra”.
A diferencia de muchos de los miembros del periodismo crítico y de las ONGs, que se vieron obligados a salir de Rusia en las semanas que siguieron a la invasión de Ucrania el año pasado, Andreyev aún vive en su país. Por estos días, integra la comitiva llamada “Diálogos con los Premios Nobel de la Paz”, organizada por las embajadas de la UE en el cono Sur.
—¿Cómo impactó en los miembros de la organización ser declarados como “agentes extranjeros” por el gobierno de Putin?
—Memorial fue declarada agente extranjero en 2015. Esa fue una de las razones por las que hemos pagado enormes multas de 200.000 dólares. Nos castigaron por muchas cosas pequeñas y juntas se convirtieron en una cantidad enorme de dinero. La pudimos pagar gracias a nuestros donantes. Posteriormente el gobierno decidió declarar ilegales nuestras dos entidades: Memorial Internacional y el Centro de Derechos Humanos de Memorial. Nosotros ya habíamos protestado contra esta ley en 2012 porque vimos que iba a facilitar la obtención de información sobre las finanzas de la organización y que sería una herramienta de censura. Y finalmente nos enfrentamos a ella.
—Memorial es una ONG especializada en trabajar temas sobre derechos humanos. Antes trabajaban con archivos, pero ahora los archivos son más inaccesibles y debe ser mucho más difícil acercarse a las voces locales que pueden servir como fuentes. ¿Cómo trabajan hoy en día?
—Todavía puedo visitar los antiguos campos del gulag; por ejemplo, el año pasado hicimos una exposición en mi ciudad, Syktyvkar (en el norte de Rusia). El principal problema es que durante muchos años los cerraron y empezaron a trabajar a nivel de alto secreto. Hay dos opciones para trabajar hoy: a nivel personal, si tienes algunas conexiones con la historia familiar, puedes hacer una petición para poder investigar el caso. Entonces te pueden proporcionar los documentos, puedes copiarlos y hacer la investigación. Esta es una forma.
La segunda forma es recopilar archivos independientes, algo que algunas personas hicieron durante la era soviética y también en los años 90 y 2000.
Lo que estamos intentando hacer ahora es encontrar estos archivos personales porque muchas de las personas que los recopilaron son ya muy mayores y en muchos casos a sus familiares ya no les importa el tema. También estamos intentando digitalizar todos los archivos, es un trabajo realmente enorme. Los escaneamos y luego enviamos copias a diferentes países para protegerlos.
—Daría la impresión que no está cerca el final de la guerra. ¿Cómo lo ve usted?
—Ojalá pudiera ver mañana mismo ese final. Sin embargo, desgraciadamente creo que debemos prepararnos para una larga tragedia.
—¿Hay familias divididas en Rusia debido a la guerra?
—Sí, muchas. Creo que en casi todas las familias hay conflictos por este tema. Hay grandes diferencias entre la gente de más de 50 años y la gente de alrededor de 20.
Y eso es porque las personas que tienen más de 55 años crecieron en la época soviética y se vieron afectadas por la propaganda desde su infancia. Se les enseñó que Occidente quiere destruir a nuestro país. Esa generación es además la mayor parte de la clásica audiencia de la televisión durante los últimos más de 10 años, desde que comenzó la agresión contra Ucrania. Y la TV explica todo el tiempo por qué Ucrania es un estado fallido o un estado fantoche.
Por otro lado, también hay algunas personas que tienen mucho miedo porque ven a este gobierno fuerte y temen ser castigados. También hay que decir que los últimos 20 años han sido los más ricos de la historia reciente y, especialmente los mayores de 55 años, recuerdan lo pobres que eran en la época soviética y lo pobres que eran en los noventa. Después de ese trauma aceptan cualquier cosa que haga el gobierno.
Mientras, la generación más joven se opone a las políticas del gobierno. Y hay muchos conflictos intrafamiliares. La gente ha dejado de comunicarse entre padre y madre, hermanos. Cuando se dice que las encuestas señalan que la mayoría de los rusos apoya la guerra, hay que tener en cuenta el modo en que se hacen las encuestas y el miedo que hay en las personas de responder en contra del gobierno. Todos están en guerra hoy, la guerra es una tragedia para la sociedad rusa.
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