La guerra entra a su segundo año con un ejército ruso diezmado y Ucrania depende del humor de Occidente

Las fuerzas del Kremlin están sufriendo una enorme cantidad de bajas. Del lado ucraniano esperan para esta semana los primeros tanques Leopard. El fin del conflicto dependerá más de la decisión de la OTAN que de ninguna otra cosa

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Un soldado ruso yace en
Un soldado ruso yace en las afueras de Kyiv, en una de las primeras batallas de la guerra, tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. (AFP)

La guerra en Ucrania entra en su segundo año sin ninguna claridad sobre cuál podría ser su final. Sabemos que desde septiembre los rusos no tienen un avance significativo y que por ahora no se ve una ofensiva importante como la que había prometido el Kremlin para esta semana. La batalla en torno a la ciudad de Vuhledar, situada en la intersección del frente oriental en la región de Donetsk y el frente meridional en la región de Zaporizhzhia, que se considera uno de los primeros movimientos de Moscú en su incipiente ofensiva de primavera, continúa estancada y con bajas extraordinarias en las filas rusas. Los ucranianos tampoco pueden avanzar, tienen serias restricciones de municiones mientras desesperan por la llegada de los tanques Leopard alemanes que les permitirían un poder de fuego y una velocidad de movimientos de los que carecen. La lucha, en los próximos meses va a continuar centrada en la rica región del Donbás. Y mucho dependerá de la unión de las zonas ocupadas del este y el sur. Por allí pasa la principal línea de suministros rusa. Si los ucranianos logran romperla, los encaminaría a una victoria.

Cuando Vladimir Putin ordenó la invasión, el 24 de febrero, estaba convencido de que sería una operación de unos pocos días. “En 72 horas tomaremos Kiev”, le había prometido sus generales. Su plan era rodear la capital ucraniana, romper sus defensas y tomar un aeropuerto militar que serviría de cabeza de playa para el desembarco de las fuerzas especiales que harían el resto. Con la toma de Kiev y el derrocamiento del gobierno de Vlodimir Zelensky, según la perspectiva del Kremlin, el resto del país no pondría resistencia. Los rusos se chocaron con su propia imagen. Fracasaron. Y la defensa que iba a caer en tres días ya lleva 360 no sólo resistiendo sino empujando a los invasores hacia el Mar Negro con la perspectiva de reconquistar hasta la península de Crimea perdida en 2014.

En las últimas semanas, Moscú envió decenas de miles de soldados más, muchos de ellos nuevos reclutas sin experiencia, a la línea del frente, para intentar darle alguna buena noticia a Putin después de meses de retrocesos. Pero de acuerdo al comando ucraniano, analistas occidentales, el relato de soldados rusos capturados, los envíos de los blogueros militares rusos y las imágenes de vídeo en las redes continúa el panorama de “una campaña rusa titubeante que sigue plagada de disfunciones”. Estos soldados, junto a los mercenarios del Grupo Wagner, la gran mayoría criminales sacados de las cárceles rusas, intentan desde hace semanas conquistar la ciudad de Bahkmut donde los ucranianos resisten malamente. Tal vez, la entrada a esa ciudad de una importancia estratégica relativa, sea lo poco que pueda festejar Putin antes del próximo fin de semana.

Soldados ucranianos esta semana durante
Soldados ucranianos esta semana durante la batalla de Vuhledar, donde las fuerzas rusas sufrieron una excesiva cantidad de bajas. REUTERS/Yevhenii Zavhorodnii

Rusia sufrió enormes bajas en este primer año de guerra. Los ucranianos aseguran que superan los 135.000 muertos. Las estimaciones del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) son 200.000, entre muertos y heridos. Y se arriesga a una situación desastrosa. Se estima que la inmensa mayoría del ejército ruso combate actualmente en territorio ucraniano. El Secretario de Defensa británico, Ben Wallace, dijo el miércoles a la BBC que “el 97% del ejército ruso” está en Ucrania. Funcionarios de defensa estadounidenses estiman que alrededor del 80 por ciento de las fuerzas terrestres rusas están dedicadas al esfuerzo bélico. El coronel Oleksii Dmytrashkivskyi, portavoz de las fuerzas militares ucranianas, declaró en una entrevista que, al intentar tomar Vuhledar, que se encuentra cerca de una línea ferroviaria que Rusia utiliza para abastecer a sus fuerzas, “el enemigo sufrió pérdidas críticas”.

A pesar de todos sus fracasos, Putin tiene motivos para creer que la posición de Rusia podría mejorar este año. Se basa en dos dinámicas. En primer lugar, Rusia sigue siendo un país con muchos más recursos que su vecino y todavía puede sacar muchos conejos de la galera. No se puede olvidar ni por un instante su enorme arsenal nuclear. En segundo lugar, sabe que Ucrania depende del humor de Occidente para que le sigan suministrando las armas y equipos cruciales.

Hasta ahora, Occidente permanece unido detrás de Ucrania. La última señal de apoyo fue el suministro de los modernos tanques que Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania. Pero hay razones para preguntarse cuánto durará este apoyo. Alemania parece tener dudas sobre la firmeza con la que debe enfrentarse a Rusia, y el canciller alemán, Olaf Scholz, mantiene una posición bastante ambigua. En Estados Unidos, un sector importante de la oposición republicana critica la ayuda militar y argumenta que “Ucrania no es problema de Estados Unidos”.

Una patrulla ucraniana enfrenta el
Una patrulla ucraniana enfrenta el fuego de francotiradores en una calle de la ciudad de Bahkmut. Allí actúan los mercenarios del Grupo Wagner que está al servicio del Kremlin. (John Moore/Getty Images)

Pero sin una mayor ayuda occidental, Ucrania no podrá ganar esta guerra. Los tanques Leopard de tecnología alemana que estarán llegando a partir de este domingo, le podrían permitir romper el puente terrestre ruso que une el Donbás con Crimea. Esto le complicará la situación a las tropas de Moscú que quedarían una vez más sin los suministros esenciales como les ocurrió ya en las afueras de Kiev, cuando trataron e avanzar desde Bielorrusia hacia la capital ucraniana. Uno de los objetivos de Ucrania en esta campaña sería el de recuperar el control de la central nuclear de Zaporizhzhia, que suministra una enorme cantidad de electricidad a todo el territorio del país.

Para preparar esa próxima ofensiva, Ucrania retiró oficiales y tropas de elite que estaban en el frente y las envió a Alemania, Gran Bretaña y Polonia. Allí están recibiendo formación en nuevas unidades y aprendiendo a utilizar los tanques, tubos de artillería y otros equipos que Occidente les suministró recientemente. Pero la clave estará en los aviones de combate. Ya está anunciando el presidente Zelensky que, si logran empujar a los rusos hacia el Mar Negro, necesitarán de cazabombarderos de última generación para reconquistar Crimea y terminar con la guerra. Por ahora hay una gran resistencia a esta ayuda, tanto en Europa como en Washington. Se mantiene el temor del primer día de la invasión a que una movida de ese tipo sea interpretada por Putin como una amenaza a la seguridad de su país y que juegue su carta más temible, la nuclear. La OTAN se trazó sus propias líneas rojas y no quiere traspasarlas de ninguna manera. Aunque hay que tener en cuenta que en estos meses también hubo oposición a la entrega de los lanzamisiles Himars y de los tanques Leopard, que terminaron concretándose.

Mientras tanto, todos los protagonistas comprometidos en esta guerra comienzan a buscar las salidas posibles. En este momento está claro que la única resolución es la bélica. Nadie parecería estar dispuesto a sentarse a negociar. Ucrania ya dejó en claro que no está dispuesta a entregar ni un centímetro de su territorio y Putin está convencido de que no cesará hasta quedarse, al menos, con la región más rica ucraniana, la del Donbás, mientras conserva la península de Crimea. Y esto lleva a la pregunta básica en cualquier conflicto armado ¿Qué sería celebrado como una victoria por las partes enfrentadas?

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky,
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, cuando se enfrentó a las consecuencias de las matanzas y violaciones por parte de los soldados rusos en Bucha, a las afueras de Kyiv.

Para Ucrania, todo es claro. “Puedo asegurarles que, si abandonan nuestro territorio, la guerra se detendrá”, declaró el presidente Zelensky, en una entrevista concedida a finales de enero a Sky News. “Eso es todo lo que hace falta”.

Para Rusia, las cosas son mucho más complejas. En una ceremonia para conmemorar la anexión ilegal de territorios ucranianos en septiembre del año pasado, Putin dijo: “Nos respalda la verdad. Y en la verdad está nuestra fuerza, que significa victoria. La victoria será nuestra”. El 31 de diciembre, el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, declaró: “¡Nuestra victoria, como el Año Nuevo, es inevitable!”. Otros van más allá. “Es nuestra victoria o la Tercera Guerra Mundial”: este era el titular de un vídeo publicado por la estrella propagandística del Kremlin, Margarita Simonyan, en enero.

Desde el Kremlin vienen luchando desde el principio para definir los objetivos de su guerra - o lo que Putin todavía llama la “operación militar especial”. El 24 de febrero de 2022, el día de la invasión, Putin dijo que sus tropas entraban para lograr la “desmilitarización” y la “desnazificación” de Ucrania, junto con la liberación de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk del “genocidio”. Sus dos discursos de esa semana -y las columnas de tanques que se dirigían a Kiev- sugerían que Rusia pretendía derrocar al gobierno de Zelensky e instaurar un gobierno títere. Menos de una semana después, los objetivos ya habían cambiado. Shoigu declaró que la misión era defender a Rusia de una invasión de la OTAN. Y a finales de marzo, a medida que el ejército ruso se empantanaba en las afueras de la capital ucraniana, la misión se había reducido. El ministerio de Defensa anunció que el objetivo principal era la liberación de la región de Donbás, en el este.

Vladimir Putin junto a su
Vladimir Putin junto a su ministro de Defensa, Sergei Shoigu, durante el desfile del Día de la Victoria en Moscú, el 9 de mayo del año pasado. (REUTERS/Maxim Shemetov)

En el transcurso del año también hubo otras definiciones. El canciller, Sergei Lavrov, dijo en abril que la guerra se libraba “para poner fin a la imprudente expansión y al temerario rumbo hacia el completo dominio de Estados Unidos y otros países occidentales”. Más recientemente, varios propagandistas del Kremlin en la televisión estatal dijeron que la “victoria” debe incluir el fin del gobierno de Zelensky, el retroceso hacia el oeste de los activos militares de la OTAN y el fin de la “hegemonía occidental”. Algo que indica que una victoria y el control del territorio ucraniano, no serían suficientes para el Kremlin y que podría tener como objetivo seguir avanzando con su ejército hacia el oeste. “Si ganan en Ucrania, no se detendrán hasta llegar al Canal de la Mancha”, fue la predicción de un analista británico en la BBC.

Sabemos cuándo las guerras comienzan, nunca cuándo terminan. Las variables que pueden modificar los análisis son infinitas. La visión más optimista podría ser que Occidente encuentre una urgencia para terminar con este conflicto y suministre de inmediato todos los recursos para que Ucrania libere su territorio y obligue a Putin a firmar un armisticio mientras se mantiene en el poder. De esta manera, se mantendrían la estabilidad europea y no sé produciría la tan temida desintegración rusa. El más pesimista, es que termine generándose otro conflicto –podría ser la invasión china de Taiwán, por ejemplo- que haga olvidar lo que sucede en Ucrania y la guerra se extienda en un tiempo sin destino.

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