En el noreste de Pennsylvania, a poco más de dos horas de Nueva York, aparece Scranton, una de esas ciudades post industriales de Estados Unidos que tuvo su apogeo en la época de las minas de carbón y la producción de hierro hasta que quedaron algo olvidadas en la prolijidad del suburbio. Esto cambió en los últimos meses. Su mayor fábrica, la de municiones del Ejército, que funciona en un extraordinario edificio manufacturero de 115 años y donde se fabricaron algunas de las primeras locomotoras a vapor que tuvo el país, volvió a su apogeo de producción bélica y se convirtió en uno de los centros más importantes de la retaguardia de la guerra en Ucrania.
Aquí se fabrican desde los proyectiles de artillería de 155 mm hasta los que lanza el sistema múltiple Himars, que tanto daño hace a las fuerzas rusas que invaden Ucrania. El Pentágono ya entregó más de un millón de municiones a los ucranianos. Pero no es suficiente. Consumen más de 6.000 por día. Esto hizo que se triplicara la producción, la aceleración más importante desde la Guerra de Corea. Y la Scranton Army Ammunition Plant está funcionando como no lo hacía desde hace décadas.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se mostró preocupado esta semana por la falta de municiones que está experimentando el ejército ucraniano en momentos en que Rusia ya inició una ofensiva largamente esperada en el este del país cuando se cumple el primer aniversario de la invasión a gran escala ordenada por Vladimir Putin el 24 de febrero de 2022. “La realidad es que ya hemos visto el comienzo de la ofensiva rusa... enviando miles y miles de tropas más”, dijo Stoltenberg. “Está claro que estamos en la carrera de la logística. Capacidades clave como la munición . . . deben llegar a Ucrania antes de que Rusia pueda tomar la iniciativa en el campo de batalla”. Y aclaró: “Una guerra de desgaste se convierte en una batalla de logística. Sí, tenemos un reto. Sí, tenemos un problema. . . pero tenemos una estrategia para afrontarlo”.
“La guerra en Ucrania está consumiendo una enorme cantidad de municiones y agotando los arsenales aliados. El ritmo actual de gasto en municiones de Ucrania es muchas veces superior a nuestro ritmo actual de producción. Esto pone bajo presión a nuestras industrias de defensa”, aseguró Stoltenberg.
La escasez de municiones en Ucrania es “aguda”, de acuerdo a un alto funcionario de los servicios de inteligencia occidentales que habló con el Financial Times. Y añadió que la rapidez de los suministros occidentales sería decisiva para el resultado del intento ruso de recuperar la iniciativa en la guerra. Esto lo saben en Scranton, donde los 300 operarios especializados tratan de mantener la producción a su máxima potencia. Se puede ver en los videos que entregó el Pentágono a la prensa. Los proyectiles de 155 milímetros, en diversas fases de acabado, parecen estar apiñados en casi todos los espacios disponibles. Disparado desde un obús autopropulsado, el último modelo del proyectil -el M795- tiene un alcance de más de 22 kilómetros y está cargado con casi 12 kilos de TNT. Aunque se han introducido mejoras sustanciales en los explosivos a lo largo de los años, el proyectil metálico en sí, que se parece a una botella de litro de Coca-Cola con un cono de ojiva, no ha cambiado mucho en décadas.
El proceso de fabricación de un casco de estos proyectiles dura unos tres días. Se cortan barras de acero de 6 metros de largo con una sierra robotizada en cilindros de 14 pulgadas que pesan unos 50 kilos. A continuación, se calientan durante una hora en un horno de gas hasta que salen, en un rojo-anaranjado brillante, a una temperatura de 2.000 grados. En el proceso siguiente, se calientan y enfrían dos veces más para vaciarlos, darles forma, alisarlos, pintarlos y embalarlos para su envío a otra fábrica de Iowa. Allí es donde los rellenan con explosivos.
Es un proceso que exige mucho tiempo y trabajo, con poco margen para el error: Un defecto de apenas unos milímetros podría inutilizar un proyectil en una situación de vida o muerte en el campo de batalla. Aunque la planta de Scranton se está modernizando antes del reciente aumento de la producción, la mayoría de las máquinas tienen décadas de antigüedad y gran parte del trabajo se hace a mano. El contrato que tenía la contratista General Dynamics, que regentea la logística de la fábrica, era para producir apenas 11.040 proyectiles al mes. En unos meses tuvo que expandir seis veces esa producción. La planta funciona las 24 horas del día, cinco días a la semana. Están viendo cómo sumar los otros dos días y volver a tener una organización como cuando se fabricaban allí los trenes y se trabajaba con tres turnos permanentes.
Las fuerzas rusas, encabezadas por los mercenarios y ex convictos del Grupo Wagner, continúan luchando en lo que ya se convirtió en la batalla más larga y sangrienta de esta guerra por el control de la ciudad de Bahkmut, en la región del Donbás, la más rica de Ucrania. Por ahora, los ucranianos mantienen las defensas a pesar de las incursiones suicidas de los comandos rusos reclutados de las cárceles. Pero los comandantes en el lugar están pidiendo una mayor cantidad de municiones porque no dan abasto con las reservas que tienen. “Disparamos y disparamos y los rusos siguen viniendo porque están drogados y si se dan vuelta los fusilan sus propios oficiales. Nos piden que reservemos balas y cargas del cañón, pero no podemos”, dijo uno de los oficiales al Kyiv Post.
A pesar de todo, Ucrania está mejor posicionada que a mediados del año pasado, cuando su ejército advirtió que se estaba quedando sin municiones mientras luchaba por contener una ofensiva rusa en el este. En ese momento, las fuerzas ucranianas aún dependían en gran medida de la artillería y los sistemas de armamento de la era soviética. Cuando los aliados occidentales intensificaron su apoyo militar, suministrando obuses y misiles de precisión que hicieron posible atacar en profundidad tras las líneas enemigas, los ucranianos frenaron los avances rusos y pasaron a la ofensiva en el noreste y el sur. Pero la intensidad de los intercambios de artillería está obligando a los mandos a tomar decisiones difíciles sobre la mejor manera de utilizar las reservas de que disponen. El martes, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, declaró que los países occidentales estaban presionando para que se impartiera formación táctica que pudiera reducir la dependencia de Ucrania del fuego de artillería.
Un análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington, destaca que la cantidad de municiones que las fuerzas ucranianas están utilizando cada mes a lo largo de los 960 kilómetros de línea del frente es imposible de reponer al ritmo en que se están gastando. “Eso requeriría que otras naciones siguieran proporcionando grandes cantidades de proyectiles de artillería, o forzar a Ucrania a reducir su uso de los mismos”, dice el documento. La mayor preocupación está centrada en los proyectiles de 155 milímetros que ya están desapareciendo de los arsenales estadounidenses y europeos.
Rusia, según los analistas militares occidentales, también está agotado su arsenal de armas convencionales. Moscú aumentó dramáticamente su gasto militar, pero también ya se está quedando sin reservas de municiones y no le alcanza con lo que le proveen sus pocos aliados como Irán y Corea del Norte. “Rusia agotó tres cuartas partes de sus modernos misiles tierra-tierra en Ucrania, y las reservas de equipos más antiguos tardarán en estar listas para el campo de batalla”, según el informe de CSIS.
Esta es la realidad y la presión está puesta sobre lugares tan alejados del campo de batalla como la antigua fábrica de Scranton, donde también se disputa el futuro de Ucrania.
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