Decenas de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados internos, ciudades bombardeadas y destruidas y una economía muy golpeada. Con su balance devastador, la invasión rusa a Ucrania se convirtió en sinónimo de inimaginable sufrimiento y destrucción, pero también de valentía y solidaridad sin precedentes. Alteró el orden mundial, acelerando las fracturas de la globalización. Fueron trecientos sesenta y cinco días en los que, parafraseando a Lenin, pasaron décadas.
La fecha que quedará en los libros de historia es el 24 de febrero de 2022, día en el que Vladimir Putin desencadena la primera guerra de agresión a gran escala en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Al amanecer, tras negar repetidamente sus planes de invadir Ucrania, el presidente ruso anuncia por televisión una “operación militar especial” para desmilitarizar y “desnazificar” el antiguo país soviético. Con tono duro, el líder del Kremlin reitera sus acusaciones infundadas de un “genocidio” orquestado por Ucrania en el este de habla rusa del país y denuncia una política “agresiva” de la OTAN.
Su ejército lanza una invasión con la entrada de tropas terrestres por el este, el sur y el norte —desde Bielorrusia, aliada de Moscú— y un desembarco anfibio desde el mar de Azov. Cientos de tanques rusos pintados con la letra Z, símbolo que recuerda de manera inquietante la época más oscura del siglo XX, avanzan por las principales rutas ucranianas.
Al mismo tiempo, poderosas explosiones resuenan en el cielo. Los ataques aéreos tienen como blanco la capital Kiev, Kramatorsk (cuartel general del ejército ucraniano en el este) y Kharkiv, la segunda ciudad más grande ubicada cerca de la frontera rusa. También son golpeadas Odesa, en las costas del Mar Negro, y Mariupol, una ciudad portuaria y centro de exportación de importancia estratégica.
Pese a la embestida rusa, desde el centro Kiev hasta una rocosa isla en el Mar Negro, la resistencia de los ucranianos es más férrea de lo que Putin hubiera imaginado.
Durante esas horas dramáticas, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, surge como incansable comandante en jefe en la batalla de su país contra el poderoso ejército ruso.
El mandatario permanece en la capital pese a los intentos de los paracaidistas rusos de asaltar la residencia presidencial para asesinarlo.
“Estoy aquí. No depondremos las armas”, dice, caminando por las calles de Kiev.
Cientos de kilómetros más al sur, la respuesta de un reducido grupo de soldados a una orden rusa de rendirse ejemplifica la firme voluntad de resistencia de Kiev: “Buque de guerra ruso, vete a la mierda”, gritan los militares, antes de que la Isla de las Serpientes sea barrida por el fuego ruso.
Mientras tanto comienza un éxodo masivo en coche, autobús, tren o a pie, principalmente hacia las fronteras de Polonia, Hungría y Rumania. Son sobre todo mujeres y niños, ya que a los hombres en edad para luchar se les ordena quedarse.
La invasión, que se produce tras frenéticos esfuerzos diplomáticos por mantener a Putin en la mesa de negociaciones, también provoca una protesta internacional.
Occidente impone a Rusia sanciones sin precedentes y las aumenta progresivamente. La Unión Europea acuerda enviar armas a Ucrania, por primera vez, y Estados Unidos da luz verde a una ayuda militar de miles de millones de dólares. Rusia comienza a convertirse en un Estado paria de la comunidad internacional.
Ofensiva rusa
En los días siguientes, las fuerzas rusas avanzan rápidamente en la costa sur de Ucrania, apoderándose del puerto de Kherson, en el Mar Negro, cerca de la península de Crimea ocupada por Rusia en 2014, y del puerto de Berdyansk, en el Mar de Azov.
Las tropas de Moscú también intentan cercar Kiev y bombardean intensamente la segunda ciudad más grande de Ucrania, Kharkiv, cerca de la frontera rusa.
Sin embargo, la feroz resistencia ucraniana obliga a Rusia a concentrar su ofensiva en el sur y en la cuenca del Donbás, una región fuertemente industrializada en el este de Ucrania, bajo control parcial de los separatistas prorrusos desde 2014. Las fuerzas rusas comienzan el cerco de Mariupol y toman el control de la ciudad de Kherson.
El 9 de marzo el bombardeo del hospital materno-infantil de la ciudad se convierte en la primera gran atrocidad cometida por las fuerzas rusas. No será la última.
Horror en Bucha
Un mes después del inicio de la guerra, el ejército ruso anuncia su retirada del norte de Ucrania tras haber fracasado en su intento de tomar Kiev. Surge así el horror de lo ocurrido en las localidades y pueblos que ha ocupado.
En Bucha se encuentran en las calles cadáveres de civiles ejecutados a sangre fría. Los restos de varios centenares de civiles, algunos de ellos con las manos atadas y señales de tortura, son encontrados en fosas comunes en esta localidad de las afueras de la capital.
Las imágenes tomadas por los medios internacionales provocan una protesta mundial. La Corte Penal Internacional abre una investigación por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
No es la única atrocidad de esos días. El 8 de abril, un ataque con misiles rusos alcanza una estación de tren en Kramatorsk, matando al menos a 50 civiles, incluidos mujeres y niños, e hiriendo a más de 100. La mayoría de ellos intentaban evacuar a un lugar seguro.
Pero Ucrania sigue resistiendo. El 14 de abril, las fuerzas ucranianas logran hundir el buque insignia de Rusia en el Mar Negro, el Moskva. Es un gran éxito para Kiev y un duro golpe para la supremacía naval y el prestigio militar de Moscú.
La caída de Mariupol
Una ciudad sobre todas simboliza el sufrimiento de la primera parte de la guerra: Mariupol, destruida durante un brutal sitio de tres meses que dejó la ciudad sin las infraestructuras vitales, agua, electricidad y calefacción.
El objetivo de la toma de esta ciudad es permitir a Rusia asegurar la unión entre sus fuerzas procedentes de Crimea y las zonas secesionistas de Donbás.
Pero unos 2.000 combatientes ucranianos, atrincherados en el laberinto de subterráneos de la fábrica Azovstal con cientos de civiles, continúan la lucha.
Resisten hasta mediados de mayo antes de rendirse. Según Kiev, Mariúpol está 90% destruida y al menos 20.000 personas murieron.
En el frente geopolítico, Suecia y Finlandia, temerosas de ser blanco de futuros ataques rusos, presentan sus candidaturas de adhesión a la OTAN en una decisión qué pone fin a décadas de neutralidad de estos países nórdicos.
Ofensiva final en el Donbás
El 3 de junio marca el aniversario de los 100 días de guerra. El Donbás se convirtió en el sitio de la mayor batalla en Europa en generaciones.
Entre el 25 de mayo y el 25 de junio, Rusia toma el enclave de Severodonetsk para neutralizar a las tropas ucranianas en Donetsk así como Lyman, importante nudo ferroviario que conduce a los bastiones ucranianos en Donetsk y a la zona prorrusa en la vecina Lugansk.
Rusia emprende el 1 de julio el asedio a Lisichansk, último bastión bajo control ucraniano en Lugansk y el día 3, la da por tomada y con ella todo el Lugansk. Las fuerzas asediadas de Ucrania se concentran en defender Donetsk, la segunda parte del preciado Donbás.
Los ucranianos, sobrepasados en potencia de fuego, piden a Occidente armas más poderosas para repeler el ataque.
Exportación de granos y guerra del gas
El 22 de julio, Rusia y Ucrania sellan un acuerdo para reanudar la exportación de cereales, en un intento de aliviar una crisis alimentaria mundial causada por el bloqueo de toneladas de granos en los puertos ucranianos. En medio de conversaciones de paz sin salida, el pacto es un importante avance logrado con la mediación de la ONU y Turquía.
A lo largo de todo el mes, Rusia comienza a cerrar periódicamente los gasoductos Nord Stream en un intento por aumentar la presión sobre Europa. Los líderes europeos acusan a Moscú de usar el gas como “arma”.
El 10 de agosto, poderosas explosiones sacuden una base aérea en la península de Crimea ocupada por Rusia.
La serie de explosiones destruyen varios aviones rusos y dañan más de 80 edificios, en una de las acciones más audaces de Kiev desde el comienzo de la guerra.
La guerra también llega al territorio ruso. Casi a las puertas del Kremlin. El 20 de agosto, un presunto coche bomba estalla en Moscú matando a la comentarista de televisión Daria Dugina, aunque los observadores creen que su padre Aleksandr Dugin, apodado el “cerebro de Putin”, puede haber sido el objetivo previsto. Rusia acusa a la inteligencia ucraniana, pero Kiev niega su involucramiento.
El 31 de agosto se detienen todas las exportaciones de gas a Europa. El gigante energético estatal de Rusia, Gazprom, cita trabajos de mantenimiento en el gasoducto Nord Stream 1. Los precios suben inmediatamente.
Unas semanas después, el 26 de septiembre, frente a las costas de Dinamarca explota la tubería del gasoducto, que llevaba el gas de Rusia a Alemania. La autoría del hecho sigue siendo un misterio.
Movilización parcial y referendos ilegales
Durante el verano, Estados Unidos y la UE aumentan el suministro de armamento pesado a Kiev, lo que le permite organizar una contraofensiva en dos frentes.
A principios de septiembre, el ejército ucraniano anuncia una contraofensiva en el sur, antes de realizar un avance sorpresa y relámpago de las líneas rusas en el noreste, que obliga al ejército ruso a abandonar la región de Kharkiv.
En el sur, la operación tiene por objeto reconquistar Kherson, única capital regional que cayó en manos de las fuerzas rusas al comienzo de su invasión.
Paso a paso, el ejército ucraniano, gracias a los sistemas de armas occidentales, se apodera de decenas de localidades, bombardeando sin cesar los depósitos de municiones y las líneas de suministro rusas en la región.
Cada vez más a la defensiva, el 21 de septiembre Putin anuncia una “movilización parcial” de los rusos en edad de combatir (300.000 reservistas convocados), desencadenando una huida de miles de hombres al extranjero. El mismo día amenaza a Occidente con el uso de armas nucleares: “No es un bluff”, advierte.
El 30 de septiembre, Rusia anexiona oficialmente las regiones Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporizhzhia tras unos referendos ilegales según el derecho internacional. Putin promete que esos territorios serán parte de Rusia “para siempre”.
Ataque el puente de Crimea
El prestigio de Rusia sufre un duro golpe el 8 de octubre cuando el puente de 19 kilómetros que une territorio continental ruso con la anexada península de Crimea sobre el estrecho de Kerch, orgullo de Putin, es parcialmente destruido. El hecho ocurre un día después del cumpleaños del presidente ruso y afecta una importante ruta de suministro para las fuerzas de Moscú.
Las redes sociales ucranianas se ven inundadas de imágenes del puente —despreciado símbolo de la anexión rusa— en llamas y con una densa humareda negra. Kiev no asume la responsabilidad de la explosión, aunque Rusia apunta a los servicios secretos ucranianos.
La represalia por el ataque al puente de Kerch llega bajo la forma de mortíferos ataques con misiles y drones contra Kiev y otras ciudades que tienen como objetivo principal destruir la infraestructura energética ucraniana y sumergir a la población en el frío y la oscuridad.
El 17 de octubre, residentes de Kiev se despiertan con el zumbido de los drones explosivos de fabricación iraní dirigiéndose a sus blancos.
Los ataques dejan a millones de personas sin electricidad ni calefacción durante horas en pleno invierno.
Liberación de Kherson
Rusia sufre un importante revés el 9 de noviembre cuando sus fuerzas abandonan la ciudad de Kherson. La ciudad portuaria del sur, que una vez fue el hogar de 250.000 personas, fue una de las primeras en caer ante las fuerzas rusas durante los primeros días de la guerra. Hay escenas de júbilo en toda Ucrania.
Días más tarde los habitantes de Kherson celebran la llegada de las fuerzas ucranianas, “un día histórico” saludado por el presidente Zelensky.
La euforia, no obstante, se ve limitada ante el temor de que Rusia continúe atacando esa y otras ciudades, algo que hace de manera repetida. De hecho, el 15 de noviembre Rusia acomete el mayor ataque aéreo contra las infraestructuras energéticas ucranianas.
Zelensky en EEUU
A lo largo de la guerra, Volodimir Zelensky emergió como incansable comandante en jefe que trata de conseguir apoyo en la épica batalla de su país contra el poderoso ejército ruso. Sin salir de Kiev se embarcó en una gira virtual por los parlamentos de sus aliados occidentales para pedir más armas y ayuda.
Su ofensiva diplomática tiene su punto culminante en diciembre con su primer viaje fuera de su país a Estados Unidos, donde habla ante el Congreso. “Ucrania nunca se rendirá”, dice, dando lugar a una ovación de pie de todos los presentes.
Por su parte, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, promete enviar sistemas de defensa aérea Patriot para ayudar a Ucrania a evitar los ataques rusos a su infraestructura energética.
Guerra de trincheras
En el nuevo año, el ejército ruso, reforzado por los 300.000 reservistas movilizados desde septiembre y apoyado por los mercenarios del Grupo Wagner, vuelve a la ofensiva, en particular en Donbás.
Los combates copian el estilo de combates de trincheras de la Primera Guerra Mundial, con soldados de uno y otro lado soportando condiciones durísimas en pleno invierno.
La lucha es intensa, sobre todo en los alrededores de Bakhmut, ciudad del este que Rusia intenta conquistar desde el verano.
Ante las repetidas peticiones del presidente ucraniano y después de haber dudado durante mucho tiempo por temor a provocar una escalada, los estadounidenses y los europeos prometen a principios de febrero a Kiev el envío de decenas de tanques pesados, suscitando la ira de Moscú.
Zelensky inicia una gira por Europa. Habla ante el parlamento británico y el europeo y pide aviones para resistir a la invasión “Estamos defendiéndonos de la fuerza más anti-europea del mundo moderno”, advierte. Y agrega: “Estamos defendiéndolos a ustedes”.
El balance del primer año de guerra
Rusia y Ucrania no han dado un balance fiable de sus pérdidas durante meses. Según Noruega, la invasión rusa ha causado cerca de 180.000 muertos o heridos en las filas del ejército ruso, y 100.000 ucranianos. En comparación, durante la guerra de Afganistán (1979-1989), la entonces Unión Soviética perdió 15.000 soldados.
La ONU certificó más de 8 mil muertes de civiles en Ucrania y 13 mil heridos, pero advirtió que las cifras totales reales podrían ser muchos más. Diversas fuentes elevan el número de muertos a entre 30.000 y 40.000. Ucrania asegura que más de 400 son niños
La mayoría de víctimas murieron por bombardeos rusos, según la ONU.
También se han denunciado casi 65.000 presuntos crímenes de guerra, según el comisario de Justicia en la Comisión Europea.
A las tropas rusas se les imputan ejecuciones, violaciones, torturas y secuestro de niños (más de 16.000 enviados a Rusia o a territorios bajo su control, según Kiev).
El costo económico para Ucrania fue enorme: su PIB se contrajo un 35% en 2022, según el Banco Mundial.
Según la ONU, la invasión obligó a casi 8 millones de personas a abandonar Ucrania y provocaron más de 5 millones de desplazados internos.
(Con información de agencias. Infografías: Marcelo Regalado)
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