Amy Pope, candidata a directora de la OIM: “El sector privado se beneficia cuando hay una migración bien gestionada”

En diálogo con Infobae, la especialista norteamericana de la Organización Internacional para las Migraciones, se refirió a los casos de Venezuela, Ucrania y los “traumáticos” cruces en la selva del Darién

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Amy Pope, candidata a directora general de la Organización Internacional para las Migraciones, en diálogo con Infobae (Crédito: Cristian Gaston Taylor)
Amy Pope, candidata a directora general de la Organización Internacional para las Migraciones, en diálogo con Infobae (Crédito: Cristian Gaston Taylor)

La crisis migratoria es uno de los principales focos de preocupación a nivel global. En los últimos tiempos millones de personas dejan su país por diversos motivos: conflictos armados, persecución, crisis humanitaria, recientemente la pandemia de coronavirus y, cada vez más, por el cambio climático. De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 2022 fue el segundo año más mortífero para esas poblaciones, con al menos 445 viajeros indocumentados muertos o reportados como desaparecidos.

Amy Pope es la actual Directora General Adjunta de Gestión y Reforma del organismo internacional. Sin embargo, el próximo 15 de mayo buscará convertirse en la directora general, cargo que tiene en este momento el portugués António Manuel de Carvalho Ferreira Vitorino. Para eso, deberá superar en la votación a un candidato europeo.

En el marco de su viaje por Argentina, la norteamericana, quien antes de incorporarse a la OIM fue Asesora Principal del presidente Joe Biden en materia de migración, dialogó con Infobae sobre su candidatura y la preocupante situación migratoria a nivel global.

Pese al gran desafío que representa esta crisis, destacó, por ejemplo, la respuesta de la comunidad internacional ante la masiva movilización de millones de ucranianos tras la invasión de Rusia. Según indicó, “todo lo que hemos aprendido sobre la respuesta a Ucrania puede y debe aplicarse en todo el mundo cuando hay otras poblaciones que se desplazan”.

También se refirió a la situación en América Latina, a las lecciones que dejó la enorme población migratoria venezolana y contó su experiencia luego de haber hablado con personas que decidieron cruzar la peligrosa selva del Darién para llegar a Estados Unidos. “El hecho de que la gente sienta que esa es su única opción sugiere que estamos fracasando como comunidad internacional a la hora de abordar el problema”, apuntó.

Amy Pope destacó la respuesta de la comunidad internacional ante la masiva movilización de ucranianos tras la invasión rusa (Yuriy Dyachyshyn / AFP)
Amy Pope destacó la respuesta de la comunidad internacional ante la masiva movilización de ucranianos tras la invasión rusa (Yuriy Dyachyshyn / AFP)

-En primer lugar me gustaría hablar de su candidatura. En pocos meses podría convertirse en la próxima directora de la OIM. ¿Cuáles son los ejes de su programa?

-En resumidas cuentas, creo que las personas deben estar en el centro de todo lo que hacemos. Somos una organización centrada en las personas. Nos encontramos en un momento en el que hay más de cien millones de personas que se desplazan; muchas están desplazadas por conflictos, por la desigualdad de ingresos, por la violencia y, cada vez más, por el cambio climático. Así que para mí es importante establecer como punto de partida que todo lo que hacemos tiene que ver con las personas a las que servimos. No se puede tener una solución única para todos los migrantes en general; hay vulnerabilidades particulares, ya sean mujeres y niñas, poblaciones indígenas, personas con discapacidad, jóvenes, niños... Las soluciones deben adaptarse a las personas a las que servimos y, para conseguirlo, tenemos que incluir a los migrantes en las políticas que establecemos y en el trabajo que hacemos.

También tenemos que reconstruir y fortalecer la relación con nuestros Estados miembros. Somos una organización afiliada a las Naciones Unidas, la OIM tiene 175 miembros, por lo que es fundamental que trabajemos en estrecha colaboración con ellos. La OIM está para promover políticas que apoyen a los gobiernos con el fin de apoyar a sus propias poblaciones. Y, por último, para mí es fundamental que nos aseguremos que nuestra fuerza de trabajo sea verdaderamente global. Somos una organización internacional, pero nuestro personal actual no es suficientemente internacional. Si queremos encontrar soluciones que beneficien a todos, tenemos que asegurarnos de que nuestros Estados miembros estén representados. Más del 50% de nuestros Estados miembros no tienen ningún representante en nuestra plantilla de trabajo, o tienen menos de cinco. Eso no funciona cuando hablamos de una organización internacional. Para ello hay que empezar por priorizar a quién contratamos, reclutamos y promocionamos... También que tenemos que ser más previsores. Tenemos que utilizar nuestros datos de forma más eficaz; tenemos que implicar al sector privado. Tenemos que llevar la organización del siglo XX al siglo XXI.

-Mencionó el cambio climático, que es una de las grandes amenazas globales. ¿Qué efectos tiene en la migración y qué dejó la pandemia de coronavirus?

-Lo interesante de la pandemia es que puso de relieve por qué es tan importante contar con políticas migratorias integrales. La pandemia demostró dos cosas. Una es que los países tienen que trabajar juntos cuando se habla del desplazamiento de personas. Si un país detiene la migración, se produce un efecto dominó en todo el mundo. Así que cuanto más se puedan crear políticas en las que los gobiernos trabajen juntos y de forma complementaria, mejores resultados se obtendrán. Pero la pandemia también tuvo un impacto económico desestabilizador en todo el mundo, especialmente en este hemisferio, lo que supuso que más personas se sintieran presionadas a desplazarse. Lo mismo ocurre con el cambio climático. Cada vez más personas se ven privadas de sus oportunidades económicas, de sus medios de subsistencia... Sus hogares están siendo destruidos como consecuencia del cambio climático. Son factores desestabilizadores que provocarán el desplazamiento de la gente. Así que creo que nuestra organización tiene la responsabilidad de anticiparse para mitigar y trabajar con los Estados miembros para responder a esas presiones, porque todo indica que serán mucho más significativas en los próximos años.

-Dijo que la OIM debe reconstruir las relaciones con los estados miembros. Hace años Estados Unidos viene reclamando mayores esfuerzos para contener los flujos migratorios. Sin embargo, las cifras siguen en aumento. ¿Se puede considerar que para muchos países de la comunidad internacional no es un tema prioritario?

-Creo que la comunidad internacional está cada vez más ocupada con el tema. En América Latina, por ejemplo, estamos viendo que hay más gente desplazándose que nunca. Obviamente, la gente que se ha ido de Venezuela se ha asentado al otro lado de América. Pero vemos migrantes de Haití, de lugares fuera de América Latina cada vez más… Hemos visto migrantes de Afganistán o refugiados procedentes de Ucrania. El mundo es, en algunos casos, cada vez más pequeño. Hay más gente desplazándose que nunca. Los Estados se ocupan de la cuestión, pero creo que la OIM tiene que estar mejor preparada para apoyarlos a medida que gestionan los retos, pero también las oportunidades que se derivan de ello.

Casi 8 millones de venezolanos migraron por la grave crisis humanitaria del país caribeño
Casi 8 millones de venezolanos migraron por la grave crisis humanitaria del país caribeño

-Se refirió al caso de Venezuela. Hay otros países que también vienen generando grandes flujos migratorios como Cuba y Nicaragua. ¿Cómo es trabajar con esos gobiernos? ¿Muestran algún tipo de predisposición para ayudar?

-Son Estados miembros de la OIM, y la OIM se dedica ante todo a servir a las personas necesitadas, sean de donde sean, de Nicaragua, de Cuba, de Venezuela, de Haití, de Ucrania o de Afganistán. Nuestro trabajo consiste en proporcionar ayuda, a menudo vital, a las personas que se desplazan. Cada Estado miembro tiene que decidir cómo quiere comprometerse y trabajar con la OIM, y eso suele ser muy individual. Pero nuestro papel es asegurarnos de que estamos prestando apoyo a las personas que lo necesitan.

-El número de migrantes o refugiados venezolanos se estima que es cercano a los ocho millones, similar al de países en guerra como Siria y Ucrania. ¿Por qué se dio semejante flujo migratorio, más allá de las cuestiones políticas internas? ¿Hubo ciertas fallas del sistema internacional?

-Hay una serie de razones. Hay razones políticas, razones económicas, el impacto desestabilizador que tuvo el covid en las economías de toda América Latina. Vimos a venezolanos salir de Venezuela y en algunos casos volver porque en el lugar donde se establecieron no tenían oportunidades. La buena noticia sobre Venezuela es que los países vecinos acogieron a muchos de los venezolanos que huían, ofreciéndoles oportunidades para vivir, trabajar y formarse en sus países, ofreciendo hospitalidad a personas que, de otro modo, no tendrían otras opciones. Creo que debemos aprender de ello e identificar formas de apoyar a otras comunidades que se están desplazando.

-La de mayor desplazamiento en el último año fue la ucraniana como consecuencia de la guerra. A tal punto que fue la mayor movilización en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo evalúa la respuesta internacional ante semejante emergencia humanitaria, y sobre todo el accionar de los países vecinos que fueron los que más migrantes recibieron?

-Ha sido extraordinario. Como usted dice, es el desplazamiento más rápido que hemos visto en décadas, y dejó varias lecciones. La primera es que hemos visto un enorme apoyo de los países vecinos, pero también de otros países, ni siquiera del hemisferio. Estuve en Brasil, que ha acogido a migrantes y refugiados ucranianos. Canadá, Estados Unidos, el Reino Unido y varios países han abierto sus puertas a las personas que huyen de Ucrania. Hay algo extraordinario en ello y creo que podemos aprender lecciones sobre la rapidez con la que estos gobiernos abren caminos para que las personas que huyen del país encuentren seguridad. Otro aspecto destacable de Ucrania es el interés del sector privado. Vimos cómo el sector privado respondía proporcionando refugio, ropa, alimentos... La cantidad de recursos que se movilizaron para apoyar a la población de Ucrania fue increíble. Creo que lo importante es que no nos limitemos a lo ocurrido en Ucrania. Todo lo que hemos aprendido sobre la respuesta a Ucrania puede y debe aplicarse en todo el mundo cuando hay otras poblaciones que se desplazan.

-¿Cree que por centrarse tanto la ayuda en la crisis ucraniana, el año pasado se perdió un poco el foco en otros casos?

-En Ucrania se produjo una increíble avalancha de apoyo. Tenemos que reproducir ese tipo de apoyo cuando se trata de Venezuela, de Somalia, cuando se trata de personas desplazadas de Mozambique o Sudán del Sur. El número de personas que se desplazan por todo el mundo ha alcanzado una cifra récord. Las innovaciones que surgieron de la respuesta a Ucrania son totalmente reproducibles en otras situaciones. Nuestro trabajo en la OIM es asegurarnos de que estamos aprovechando esas lecciones, de que mantenemos la atención centrada en las comunidades que siguen necesitando ese apoyo, y vemos que aquí en América Latina se está poniendo de manifiesto incluso hoy en día, ya sea en Haití, por ejemplo, o en Venezuela, donde vemos a personas desesperadas que necesitan apoyo, que necesitan vías para una migración segura y regular.

-Otro caso que me gustaría mencionar, y la propia OIM advirtió la profundización de la crisis el año pasado, es la situación en el Caribe. Allí, por ejemplo, está la selva del Darién. ¿Cómo está la situación migratoria en este momento?

-He estado en el Darién, me he reunido con muchos migrantes que están llegando. Me he reunido con las comunidades que prestan apoyo a los migrantes allí. La historia del Darién es un fracaso de la comunidad internacional a la hora de proporcionar vías más regulares a las personas que sienten que no tienen otra opción. Nadie elegiría hacer el viaje a través del Darién ni llevaría a sus hijos a menos que sintiera que no tiene otra opción. Pero hacer ese viaje, lo sabemos por los migrantes que lo han hecho, es extraordinariamente difícil. Es extraordinariamente traumatizante y la gente a menudo no sobrevive. Pero si eres una persona que está eligiendo entre no tener posibilidades de alimentar a tu familia en un futuro previsible o hacer ese viaje a través del Darién en busca de algo mejor, eso pone de relieve por qué necesitamos una opción mejor para la gente. Mi esperanza es que la Organización Internacional para las Migraciones pueda trabajar con los gobiernos para ofrecer más caminos regulares a las personas que no tienen otra opción.

Amy Pope opinó que se deben replicar la lección que dejó la respuesta internacional ante la movilización de millones de migrantes ucranianos (Crédito: Cristian Gaston Taylor)
Amy Pope opinó que se deben replicar la lección que dejó la respuesta internacional ante la movilización de millones de migrantes ucranianos (Crédito: Cristian Gaston Taylor)

-Como remarcaba usted, existen grandes flujos migratorios por diversos motivos en todas partes del mundo: América Latina, África, Medio Oriente, Europa. ¿Hay diferencias en cada caso vinculadas a la región, ya sea por cuestiones de infraestructura, recursos…?

-Sí, hay diferencias. Por eso empecé diciendo que no se puede tener una única solución. Hay que tener en cuenta las micro-soluciones, entender cuáles son los factores que empujan a la gente a marcharse, y nuestro objetivo no es acabar con la migración humana. La migración es normal, forma parte de la naturaleza humana. Pero nuestro objetivo es asegurarnos de que la gente tenga opciones y no se vea desplazada a la fuerza. Como organización, podemos añadir valor, por ejemplo, utilizando nuestros datos para anticiparnos al riesgo de desplazamiento de nuestras comunidades a causa del cambio climático. Hace unos meses estuve en Somalia. Hay más de un millón de personas desplazadas como consecuencia de la sequía. Están a punto de sufrir otra temporada de sequía. Es totalmente previsible que la gente que no puede cultivar, que no puede alimentar a su ganado, se vea obligada a desplazarse. Creo que la OIM, trabajando con nuestros Estados miembros, puede anticipar dónde estos factores van a desestabilizar a la gente y proporcionar apoyo incluso antes de que la gente se vea obligada a abandonar sus hogares.

-En el caso de América Latina, ¿cuáles considera que son los principales desafíos que tiene la región para contener los grandes flujos migratorios?

-Tengo mucho optimismo sobre América Latina. En primer lugar, he visto que muchos países latinoamericanos abordan la migración desde un punto de vista muy positivo y constructivo. Hoy estoy en Argentina, un país que se basa en la migración. Estuve en Brasil, donde hay una actitud muy acogedora hacia los migrantes. He visto lo mismo en toda América Latina. Eso me dice que hay margen para encontrar nuevas soluciones, que hay margen para crear asociaciones y que hay margen para prestar apoyo a las personas que se desplazan. Eso no significa que todo sea fácil y que ningún país pueda hacerlo por sí solo. Creo que la Organización Internacional para las Migraciones podría aportar un valor añadido. En primer lugar, podemos ofrecer las mejores prácticas. Lo que funciona, lo que no funciona... Podemos aportar pruebas. Hablamos con los migrantes, con los gobiernos y con la sociedad civil. Podemos ser un puente que ayude a crear soluciones que funcionen para todos. Creo que también es importante que sigamos considerando al sector privado como una forma de invertir en las comunidades. El sector privado se beneficia cuando hay una migración bien gestionada. Tienen todas las razones para invertir en la formación de los nacionales, para invertir en el desarrollo de las comunidades, para invertir en los empleos del futuro. Creo que si realmente queremos tener éxito, tenemos que sentar a la mesa a todas las partes interesadas para encontrar soluciones muy prácticas que funcionen para la gente corriente.

-La última. Usted viajó por todo el mundo con su trabajo. ¿Hubo algún caso, historia o experiencia que recuerde que la haya impactado o marcado?

-Ha habido un par, pero una de las que más me impactó fue en el Darién. Hablé con personas que pasaron por el Darién con sus hijos. Personas que en algunos casos eran profesionales. Hablé con una mujer que era ortodoncista en Venezuela. Y te encuentras con ellos al final de su viaje, acaban de atravesar el Darién y están al otro lado, en Panamá, y están destrozados. Acaban de experimentar algo tan traumático y mucho peor de lo que jamás hubieran imaginado. Para mí, el hecho de que la gente sienta que esa es su única opción sugiere que estamos fracasando como comunidad internacional a la hora de abordar el problema. Veo una serie de soluciones. Algunas consisten en proporcionar ayuda humanitaria. Otras consisten en garantizar que las comunidades en las que se asientan los migrantes también reciban ayuda. Para que las comunidades no se vean desbordadas por una nueva población, sino que se les proporcionen los recursos necesarios para que puedan hacer frente a la situación. Esto significa que tenemos una solución que incluye a varios países que ofrecen diferentes oportunidades. Las pruebas demuestran que la migración impulsa el desarrollo, mantiene las economías en movimiento, tiene un impacto muy positivo tanto en las comunidades que acogen a los migrantes como en las comunidades de las que proceden. Así que mi objetivo es avanzar en las oportunidades para conectar los puntos entre las personas que necesitan irse o crear opciones para esas personas para que no tengan que irse, para que no nos encontremos en una situación en la que una madre y su hijo estén caminando por la selva del Darién.

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