Cuando vivía en Siria, Ridwan Gurre había aprendido a esconderse del ruido de los aviones de guerra. Pero no estaba preparado para el estruendo del terremoto de magnitud 7,8 que devastó el lunes su casa en Turquía, donde lleva años refugiado.
Este hombre de 42 años es uno de los casi cuatro millones de sirios que se fueron con su familia huyendo de la guerra, parte de los cuales buscaron seguridad en el sureste de Turquía, una región donde hay sin embargo enfrentamientos entre militantes y fuerzas gubernamentales.
Pasó siete años construyendo un nuevo hogar en la ciudad multiétnica de Diyarbakir. Su vida estaba volviendo a la normalidad.
Pero ahora ya no queda nada.
Gurre se ha visto obligado a pasar las dos últimas noches con su esposa y sus dos hijos sobre la alfombra turquesa de la Gran Mezquita de la ciudad.
El enorme templo fue reconstruido tras otro gran terremoto hace casi un milenio, pero sobrevivió a éste. Gurre se siente seguro por el momento, pero no sabe qué ocurrirá ahora.
“Cuando estábamos en guerra, sabíamos que cuando los aviones nos sobrevolaban, era hora de refugiarse”, recuerda.
En la mezquita, cientos de personas duermen con la cabeza apoyada en sus pertenencias o caminan cubiertas con mantas. También hay mujeres dando el pecho a sus recién nacidos mientras otros niños juegan, ajenos a la tragedia.
“Cuando el terremoto llegó a una hora tan inesperada, no sabíamos qué pasaría después”, dijo Gurre.
Preocupación por Alepo
El temblor ocurrió de madrugada y mató a miles de personas mientras dormían. Muchas quedaron atrapadas bajo losas de hormigón en medio de un frío glacial. Otras murieron en las réplicas que sacudieron Turquía y partes de la vecina Siria, tanto de día como de noche.
El balance de muertos en ambos países fue aumentando por centenares cada hora y superó los 11.200 el miércoles.
Mercan al Ahmad, nacida en Alepo, recordaba su vida en Siria, donde luchaba por encontrar comida. Ahora casi no puede dormir.
“En Siria escapamos de la muerte y ahora nos ha golpeado un terremoto en Turquía”, dijo la joven de 17 años. “No podemos dormir. Tenemos miedo. Vivimos con miedo a otra fuerte réplica”, explica.
Ahora se pasa las noches y los días inquieta, preocupada por su futuro y por sus parientes en Alepo, una de las provincias más afectadas por el sismo en Siria.
“Tenemos parientes en Alepo. Hay muchas víctimas, muchas casas derrumbadas”, asegura.
Ihlas Mohammed tiene noticias similares de su familia y amigos en un pueblo sirio, situado entre Alepo e Idlib.
“Hubo una guerra, escapamos, y ahora ha ocurrido esto. No tenemos nada”, lamenta.
“Todos somos víctimas”
Turquía se convirtió en el país de acogida de miles y miles de refugiados tras un acuerdo destinado a frenar la crisis migratoria europea en 2015-16.
Pero los sentimientos anti-inmigración han ido en aumento en el país con la grave crisis económica, que ha acabado con los ahorros de la gente y ha dejado a millones de personas luchando por pagar sus facturas.
Con la cercanía de las elecciones turcas del 14 de mayo, políticos de todas las tendencias prometen empezar a enviar a los sirios de vuelta a casa.
Pero Aydegul Bitgin, una madre de familia turca, cree que todos los que están en la mezquita son iguales.
“Estamos aquí con los refugiados sirios, todos somos víctimas”, dijo esta mujer de 37 años. “No hay nada que no necesitemos, comida para bebés, toallitas húmedas, pañales”.
(Con información de AFP)
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