En las últimas horas se informó que la economía china había crecido a niveles muy bajos. Eludiendo el primer año de pandemia (en 2020 fue de 2,2%), es la peor performance en décadas. Sí, décadas. Aumentó apenas 3,3%, un número pobre teniendo en cuenta las impactantes tasas que exhibió orgullosa al mundo durante años. Esto es consecuencia -entre otros factores- del freno global por la pandemia pero además por la fallida planificación local para combatir al Covid-19 nacido en aquel país -en diciembre de 2019 en Wuhan- y que se cobró la vida de millones de personas en todo el mundo.
Xi Jinping impuso desde entonces una política estricta a la que llamó “covid-cero”. Temeroso de que las muertes se contabilizaran por millones, pretendió que nadie se infectara del coronavirus y decidió aislar a ciudades enteras bajo leyes draconianas. Se abrazó ciegamente a esa estrategia que finalmente, después de casi tres años, la población rechazó por completo. Estalló por haber permanecido encerrada sin sentido… y sin soluciones por tanto tiempo. Tardó demasiado en levantarse.
Los cálculos políticos del régimen de Beijing fallaron. El Partido Comunista Chino (PCC) creyó que podía mantener bajo su imperio a la ciudadanía sin que esta se manifestara. Hasta que ya no aguantó más. Las imágenes de la policía desbordada por las protestas recorrieron el mundo. La furia y la indignación eran incontenibles.
Fue así como Xi dio marcha atrás. Debió ordenar relajar las normas que hacían imposible vivir en las grandes ciudades chinas y de un día para el otro ya no existían las barreras absurdas que se habían levantado. El cambio de paradigma fue abrupto. De cero al infinito.
Sin embargo, lo hizo sin haber previsto y preparado -¡en tres años!- una estructura y un plan que pudiera contener la ola de contagios que resultaría inevitable. Sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de la población de mayor edad no recibió los refuerzos necesarios y que China se negó a recibir las vacunas fabricadas por Occidente que resultaron mucho más efectivas que las de manufactura propia. El régimen aún las prohíbe. Un orgullo sinsentido que mata.
Ahora, un número incalculable de personas muere a diario. Reportes indican que “cada familia tiene su funeral”. Beijing dice que son 60 mil los muertos, pero la evidencia revela que ese número sólo podría ser creíble si se circunscribiera únicamente a la capital. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya le exigió que presente estadísticas creíbles y fundamentadas. Spoiler: eso no ocurrirá.
Mientras tanto, otro dato sacudió aún más las preocupaciones del PCC. Un “dolor de cabeza” para su burocracia, dice The Economist. La población envejece a un ritmo acelerado, es decir, mueren más personas de las que nacen. La Oficina Nacional de Estadísticas reportó que el número de nacimientos en 2022 fue de 9,56 millones, mientras que el número de decesos se situó en 10,41 millones. Esa brecha en 2023 podría ser aún mayor por las vidas que se perderán por Covid.
¿Cómo debe leerse esa cifra? En código económico. Al ver envejecer su población, China se queda lentamente sin mano de obra joven, su principal motor productivo. Fueron décadas promoviendo la política de un hijo único por temor a la superpoblación y a que no hubiera suficiente comida para alimentarlos. Esa política se revisó en 2016, pero muy pocos quisieron agrandar sus familias: tener dos hijos resulta carísimo. Criar tres hijos -como pretende Beijing que ocurra mágicamente desde 2021- es una cosa reservada a los más ricos.
Naciones Unidas proyecta que la población de India superará a la de China el 14 de abril. Ese día se contarán 1.425.775.850 habitantes indios contra los 1.411.750.000 chinos que reportó hoy el régimen. India ya es la quinta economía mundial. Se estima que en unos años probablemente superará a Alemania y a Japón. Tardará batante más en alcanzar a China.
Quizás sea tiempo de que Xi Jinping reflexione sobre sus últimos pasos en falso. En poco tiempo se mostró demasiado amenazante. Exhibió valores muy alejados de lo que demanda la actualidad. Y ahora probablemente vaya a necesitar de Europa y Estados Unidos -sus principales compradores e inversores- más que nunca. Tal vez sea hora de que revea alianzas. Y que abandone a Vladimir Putin.
Twitter: TotiPI