La ejecución del ciudadano británico-iraní Ali Reza Akbari “no puede quedar sin respuesta”, según reclamó un sobrino del ex viceministro de Defensa que fue ejectuvado por las autoridades persas a pesar de las advertencias internacionales para suspender su condena a muerte.
Ramin Forghani declaró al Telegraph que la respuesta mínima del Reino Unido debería ser la expulsión de los diplomáticos iraníes. “No fue inesperado de este régimen, pero creo que todos esperábamos que cambiaran de opinión como lo hicieron con Nazanin Zaghari-Ratcliffe, pero no fue así. En el frente diplomático, considerando que un británico ha sido ejecutado a pesar de los pedidos de liberación de Whitehall, la respuesta mínima sería expulsar al personal y llamar a los británicos (diplomáticos)”, expresó.
La ejecución de Ali Reza Akbari, un estrecho aliado del máximo responsable de la seguridad iraní, Ali Shamkhani, indica una lucha de poder dentro de la teocracia que rige el país mientras trata de contener las manifestaciones provocadas por la muerte de Mahsa Amini en septiembre. Además, hizo recordar las purgas masivas de militares tras la Revolución Islámica de 1979.
La muerte de Akbari enfureció de inmediato a Gran Bretaña, que junto a Estados Unidos y otros países, ha sancionado a Teherán por su gestión de las protestas y por suministrar a Rusia los drones cargados con explosivos con los que Moscú está atacando a Ucrania.
“Aprecio lo que hizo el gobierno británico, pero están lidiando con un régimen desagradable que no tiene en cuenta la vida humana. Espero que haya consecuencias diplomáticas por parte del gobierno británico y esto no quede sin respuesta”, dijo el sobrino.
Por otro lado, Forghani negó los cargos presentados contra Akbari y dijo que su tío era un “patriota” que “hizo todo lo que pudo para ayudar al país”, incluido el desempeño de un papel clave para poner fin a la guerra Irán-Irak. “Sería (impensable) que él intentara hacer algo de cualquier forma para poner en peligro al país o al régimen”, dijo Forghani a Sky News.
Londres no demoró en condenar la ejecución. “Este ha sido un acto cruel y cobarde, perpetrado por un régimen bárbaro que no respeta los derechos humanos de su propio pueblo”, afirmó el primer ministro británico, Rishi Sunak. El secretario del Exterior, James Cleverly, convocó al agregado de negocios de Irán en Londres y, por separado, advirtió que “esto no quedará sin respuesta”.
Cleverly retiró temporalmente además al embajador británico de Teherán, y Gran Bretaña sancionó “con efecto inmediato” al fiscal general de Irán, Mohammad Jafar Montazeri, el sábado por la noche por la ejecución de Akbari. “Nuestra respuesta a Irán no se limita a hoy”, advirtió.
Desde hace mucho tiempo, la República Islámica acusa de espionaje a quienes viajan al extranjero o tienen vínculos con Occidente, a menudo para utilizarlos como moneda de cambio en negociaciones.
Arab News explicó que Akbari se fue de Irán al Reino Unido en 2008 después de enfrentar el acoso del nuevo régimen de línea dura del país liderado por Mahmoud Ahmadinejad. En 2009, Akbari fue arrestado mientras visitaba Irán por cargos de espionaje.
Se cree que Akbari, que dirigía un centro de estudios privados, fue detenido en 2019, pero los detalles de su caso no se conocieron hasta hace unas semanas. Los acusados de espionaje y de delitos relacionados con la seguridad nacional suelen ser juzgados a puerta cerrada y, según los grupos de derechos, no pueden elegir a sus abogados y no se les permite ver las pruebas en su contra.
La televisora nacional iraní emitió un video muy editado en el que Akbari hablaba de las acusaciones, de forma similar a otros que los activistas han descrito como confesiones forzadas.
El servicio de la BBC en farsi hizo público el miércoles un mensaje de audio de Akbari en el que describía las torturas que sufrió.
“Utilizando métodos fisiológicos y psicológicos, quebraron mi voluntad, me condujeron a la locura y me obligaron a hacer lo que querían”, afirmaba Akbari. “A fuerza de armas y amenazas de muerte me hicieron confesar afirmaciones falsas y corruptas”.
Irán no comentó las acusaciones de tortura. Por su parte, el máximo responsable de derechos humanos de Naciones Unidas advirtió al país contra la “militarización” de la pena de muerte como medio para sofocar las protestas.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, condenó la ejecución de Akbari.
“Lo lamentamos con sus seres queridos y continuaremos responsabilizando a Irán por sus juicios falsos y ejecuciones politizadas”, dijo Blinken.
Robert Malley, el enviado especial de Estados Unidos para Irán, se dijo “horrorizado” por la ejecución de Akbari.
“Las detenciones injustas, las confesiones forzadas, los juicios falsos y las ejecuciones por motivos políticos de la República Islámica deben terminar”, escribió en línea.
El presidente francés Emmanuel Macron también denunció lo que llamó “un acto atroz y bárbaro”. La ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, calificó la ejecución como “otro acto inhumano del régimen iraní”.
Irán es uno de los países donde más se aplica la pena de muerte, pero no estaba claro cuándo fue la última vez que ejecutó a un alto cargo de defensa, en activo o retirado. En 1984, ejecutó al jefe de la Armada, el almirante Baharam Afzali, y a otros nueve militares acusados de espiar para la Unión Soviética.
La República Islámica lleva meses tratando de denunciar — sin ofrecer evidencia — que países extranjeros han fomentado los disturbios que paralizan el país desde la muerte de Amini tras haber sido detenida por la policía de la moral. Los manifestantes dicen estar enojados por el colapso económico, la dureza con la que actúa la policía y el arraigado poder del clero islámico.
(con información de AP y Arab News)
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