Un choque de realidades. 46 años cumplidos, 100 años de gobierno y las primeras amarguras. El recorte de los beneficios a los precios de los combustibles ha despertado duros cuestionamientos hacia Giorgia Meloni, porque esta vez es ella quien termina aceptando una medida que había criticado durante la campaña electoral. Al punto que la oposición la acusa de haber mentido, recordándole su promesa en favor de bajar el IVA y los impuestos especiales a los carburantes.
Una cosa como candidata y otra como Presidenta del Consejo de Ministros de Italia. Así, comienza por aceptar estas distancias la inquilina del Palacio Chigi. Comprende que tendrá que pagar el precio de un descenso de su popularidad frente al dogma del equilibrio presupuestario. Y así, las encuestas empiezan a marcar la desilusión de la opinión pública.
Meloni también debe digerir que no habrá correcciones y Europa ya no cambiará las reglas del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES). Una Bruselas que no cede, otro mal trago que le cuesta la ira de sus socios parlamentarios, y un revés a sus ideas pre jefa de gobierno.
El tema es polémico. Tanto que incluso puede provocar profundas diferencias en la interna del gobierno. Meloni teme afrontar varias batallas. Como dice el diario italiano La Stampa, “en tres meses ha entendido las grandes diferencias entre sentarse en los banquillos de la oposición y gobernar Italia”.
El aumento del precio de la gasolina llega cuando decide no renovar el proyecto de medida del gobierno de Mario Draghi que reducía parcialmente los impuestos especiales, para una coyuntura de crisis.
Pero el caso se volvió tan urticante, que la propia Meloni tuvo que salir a explicar su cambio de opinión. Debió transmitir un episodio especial de sus “Notas de Giorgia” en las redes sociales, dedicado a los combustibles y a lo que identificó como una “campaña mediática bien construida”: “El mundo ha cambiado. No soy incoherente y en esta campaña electoral no he prometido que reduciría los impuestos especiales sobre la gasolina. Sigo pensando que el recorte de impuestos especiales es correcto, pero estamos frente a la realidad y, lamentablemente, nos enfrentamos a una situación de emergencia que nos obliga a tomar algunas decisiones”.
En tanto, se suceden los cuestionamientos para la joven gobernante. El primero, el secretario del Partido Demócrata Enrico Letta: “Hoy el gobierno y el primer ministro cometieron el primer error real de comunicación, después de semanas de viento en popa. Con el vídeo en el que técnicamente miente sobre la reducción de los impuestos especiales, vuelve a la palestra la contradicción entre lo dicho en la campaña electoral”. Igual reproche surgió de otro opositor, Carlo Calenda, para quien es “falso” lo que dice Meloni: “Se podría haber financiado hasta marzo, como las otras intervenciones”
Para los italianos, que pelean contra una dura inflación, su decisión de no renovar la rebaja de 18 céntimos por litro de combustible, que terminó el 31 de diciembre, despierta la incomprensión. Y Meloni paga por eso: cuando tenía el 40% de opinión favorable en diciembre ahora llegó a un 38,5% en enero.
La relación con el gobierno europeo en Bruselas es otro capítulo del “Meloni cede”. La revelación de la llegada a la sede del Gobierno del luxemburgués Pierre Gramegna, nuevo director general del MES, levantó comentarios, aunque este funcionario fue nombrado en diciembre también con el apoyo del Gobierno italiano.
Según la prensa italiana, la entrevista no había sido anunciada. Fue la agencia italiana Ansa quien la reveló, circunstancia que luego llevó a Meloni a dar explicaciones. Afirmó que había invitado a Gramegna “para evaluar posibles medidas correctoras”. La prensa destaca que, en realidad, el director del MES salió muy satisfecho de la reunión. Llegó a Roma como un acto de cortesía hacia la nueva presidenta, históricamente opuesta al MES, y se fue con la certeza de que Italia no dejará de firmar la ratificación, a pesar de ser el único socio que hasta el momento no lo rubricó.
En todo este juego de equilibrios, mientras tanto, se esperan las reacciones de los líderes de la coalición. Silvio Berlusconi que predica evitar las guerras, ya hizo una consideración de peso: “Lo de la gasolina es el primer error de la señora Meloni”. Matteo Salvini, con apremios ministeriales, el gran hombre de Liga, sigue con cierto silencio para marcar adhesiones o reproches.
La jefa de Gobierno sabe que atraviesa una fase delicada. Debe arbitrar entre cuestiones identitarias e ideológicas y la hoja de exigencias que debe seguir para no complicar recursos limitados de una Italia frágil.
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